El Papa Francisco inauguró el pasado 3 de octubre el Sínodo de los Obispos sobre “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. En su mensaje inicial, enfatizó en que el Espíritu Santo es el responsable de mantener viva y actuante la memoria de Jesús en el corazón de sus discípulos, y solicitó el ardor y la pasión por el Maestro, que haga a toda la Iglesia, capaz de soñar y esperar.

En esta línea, instó al Espíritu Santo el don de los sueños y la esperanza para los Padre sinodales, para que ellos a su vez unjan a los jóvenes con el don de la profecía y la visión.

El Papa reconoció que es necesario transformar todas aquellas realidades y estructuras eclesiales que apartan o alejan a la juventud. Volvió a denunciar el conformismo pastoral identificado en el “siempre se hizo así”, apelando a la esperanza que pide mirar el rostro de los jóvenes y las situaciones en las que se encuentran actualmente. Son ellos, dice, quienes están reclamando luchar contra todas las formas que obstaculizan sus vidas, si exigen una entrega creativa, dinámica, inteligente, entusiasta y esperanzadora de la Iglesia es porque eso les hace falta. Afirmó que necesitan ser acompañados, y pidió que no se les deje solos, en manos de tantos mercaderes de muerte que oprimen sus vidas y obscurecen su futuro.

Para lograr lo anterior, recordó que es necesaria la humildad suficiente de ver a los otros como superiores, de ser capaces de buscar el interés de los demás antes que los propios (Cfr. Flp 2, 4).

El Papa ha pedido a los obispos escucharse, cuidarse de no caer en la lógica de la autopreservación y la autorreferencialidad, apeló al amor por el Evangelio y por el pueblo para hacerlos capaces de buscar un bien mayor que beneficie a toda la Iglesia. Precisamente la escucha, les defenderá de la tentación de caer en posturas eticistas o elitistas, así como de la fascinación por ideologías abstractas que nunca coinciden con la realidad.

Para el Papa Francisco escuchar a los jóvenes es atender el llamado al despertar de la Iglesia y a acrecentar la esperanza. Ellos contienen las nuevas tendencias de la humanidad y son la apertura al futuro (EG 108). La custodia del Espíritu Santo hará posible que la riqueza y hermosura del Evangelio sean fuente constante de alegría y novedad que atienda la solicitud de los jóvenes.

Antonio de Jesús Peña Díaz
2do. de Teología.