Parafraseando un refrán, me atrevo a decir: “Dime como te preparas, y te diré que tan importante es para ti esa persona o ese evento que esperas”.

El Adviento, es un tiempo especial, de gozo y alegría que requiere más que una organización de fiestas y posadas.

No hay duda que, después de hacer una invitación a un amigo, familiar o algún ser querido, nos preparamos de la mejor manera para brindar una buena hospitalidad, y que esa persona, “especial” para nosotros perciba el aprecio y la importancia que guarda en nosotros. Mostramos nuestros buenos modales, ponemos los mejores cubiertos, e inclusive nos aseamos para tener una buena presentación. Es muy semejante la experiencia cuando nos enteramos de que alguien importante llegará a visitarnos, pues como mínimo solemos preparar y limpiar el lugar por donde pasará esa visita especial.

Ahora bien, sucede todo lo contrario cuando sabemos que, llegará alguien que nos incomoda, no compaginamos ideas o, simplemente nos cae mal. Con un lenguaje no verbal damos a entender que no disfrutamos de la presencia de ese individuo, podemos incluso no hacer acto de presencia, o evitamos involucrarnos en la plática, y en el peor de los casos solemos ser descorteses, para que la persona se incomode y se retire lo más pronto posible.

Un gesto sencillo, pero que nos puede ayudar a vivir este tiempo de Adviento, es que, durante estas semanas, por medio de la oración hagamos una invitación para que nuestro Señor habite en nuestros pensamientos, sentimientos, sueños, anhelos, en todo nuestro ser. Y si logramos ser consientes de la persona que nacerá esta Navidad, prepararemos bien nuestra vida, aseando y acomodando nuestras acciones y pensamientos; para que Jesús vea cuán importante es para nosotros. Se consciente de como te preparas y descubre que tan importante es para ti esta Navidad.

Luis Rosendo Martínez Cigarroa
2do. de Teología