22 Nov 2019

Vida y muerte es un binomio que todos conocemos. Desde el momento de nacer, Dios nos llama a ser felices y dar frutos en el amor.

Hoy nos gusta lo inmediato en todo, por eso es difícil reflexionar en estas realidades de la existencia cuando lo que buscamos es la vida y escondemos el sufrimiento y la muerte. Es necesario un esfuerzo para visitar a un amigo o pariente enfermo; aunque solo lo hagamos brevemente. Molesta todo lo que nos detenga en la carrera por disfrutar el momento. El avance de la tecnología en todas las ramas nos parece inalcanzable por la rapidez de su desarrollo; pero en frente a esta situación la naturaleza mantiene sus tiempos, para la germinación en las cosechas, para el cambio en las estaciones, para las etapas de la vida.

Tomando este camino de la naturaleza me permito hacer una comparación. Imaginemos por un momento que podemos hablar con un bebé que crece junto al corazón de su mamá y decirle: -un día vas a salir de ahí y con tus ojos mirarás los colores el azul del cielo, el verde de los árboles y las praderas. Sentirás el perfume de las flores, verás los colores de las mariposas, escucharas el canto de las aves y tanta música bella. Con tus pies vas a caminar y correr para disfrutar del viento y del agua, y con tus manos harás una caricia a mamá y papá y recibirás su cariño.

El bebé desde ese lugar calientito, lleno de cuidado nos contestaría: -No me molesten estoy bien, en paz. No entiendo, qué es eso de colores. De mamá, de viento. ¡No entiendo! ¡Déjenme descansar! Tendríamos que convencerlo, decirle: -Confía en mí, créeme, sigue creciendo cada día; al nacer verás poco a poco lo que te he dicho y podrás disfrutar de la vida. A veces nosotros nos sucede lo mismo que al bebé.

Dios envía a su Hijo para salvarnos y construir un reino de paz y justicia, nos llama a participar en su edificación, unidos a Él. Pero estamos tan llenos de invitaciones y tareas que muchas veces no entendemos, ¿cómo, nos invitas a construir un mundo de paz con tanta violencia?

¡Sí! nuestra vida es un tiempo de construir, de sembrar. Jesús predica una parábola para decirnos que ningún momento es tarde para unirnos a Él con todo el corazón, nos dice que un hombre salió a contratar obreros para su viña los buscó muy temprano, luego volvió a media mañana y por la tarde y a todos los llamó. Algunos los encontró en la plaza, pasando el tiempo, desanimados por que no habían sido contratados (Mt. 20, 1-16). No le detiene la edad ni la historia de cada uno, basta que llenos de ánimo deseemos seguirlo en verdad, confiando en su palabra para transformar nuestra realidad.

Pensando en esa realidad de vida-muerte los cristianos de oriente en sus pinturas religiosas, los “íconos”, se realizan bajo la dirección de un maestro; casi siempre un monje. Cada ícono tiene una catequesis en el significado de sus colores, en su composición, en sus detalles, no solo en línea artística; pide una lectura del mensaje espiritual que se hace oración. Así, al plasmar el nacimiento de Jesús lo presentan envuelto, según la costumbre judía de tiempos de Jesús, de una manera que parece un difunto embalsamado, rodeado de un marco obscuro. Así recuerda a quien lo contempla, dos momentos de Cristo, su nacimiento de la Virgen María y su triunfo en la Resurrección venciendo a la muerte. Momentos de amor y de inicio de una vida nueva.

También nuestro Pueblo profesa con sencillez su fe en la vida después de esta vida, cuando con flores de cempasúchil, marcan el camino para que lleguen los seres queridos que han muerto. Primero los niños el día primero de noviembre y los adultos como fieles difuntos el día dos. Lo celebran en el altar de la familia ofreciendo la comida y los gustos de quien se ha marchado. El tañer de las campanas del templo les recuerda la oración y llenas de fe y alegría, proclaman la vida en una religiosidad popular que debemos comprender y a veces purificar, pero siempre afirmando la eternidad de la vida.

En una palabra, estos meses de noviembre y diciembre nos recuerden la presencia de Dios, primero en “los santos de la casa de junto”, como dice el Papa Francisco; luego en los difuntos, pensando en las benditas ánimas del purgatorio. Que estas memorias nos dispongan a transformar nuestra vida para nacer en Cristo a una vida nueva.

Pbro. Gerardo Charles García
Auxiliar de Espiritualidad y Prefecto de Pastoral
Revista San Teófimo No. 145