06 Dic 2016

Por Óscar Daniel Ortega Alfano, seminarista del Curso Introductorio.

La Kermés que se llevó a cabo los días 3 y 4 de este mes en las instalaciones del Curso Introductorio de Allende Nuevo León, fue por motivo del festejo de la Inmaculada Concepción de María, patrona de esta casa formativa del Seminario de Monterrey.

Dentro de este festejo, lo que se realizó fue lo típico de una fiesta patronal de cualquiera de nuestras comunidades: comidas, snacks, juegos; así como nuestra  casa de espantos y la tradicional obra de teatro presentada por todos los seminaristas del Curso Introductorio. Además de estas actividades, también tuvimos  momentos de espiritualidad, como lo fueron el momento de adoración a Jesús Sacramentado, acompañado del grupo Jésed, y la peregrinación desde la Capilla del Espíritu Santo de Paso Hondo hasta la Capilla del Curso Introductorio, junto con el rezo del Santo Rosario y la celebración de la Santa Misa, presidida por Mons. Heriberto Cavazos, obispo electo de Monterrey.

Para mí fue una gran experiencia el trabajar para que toda esta fiesta entorno a María se llevara a cabo, pero no sólo por el esfuerzo de nosotros los seminaristas, sino también por el de las familas que nos acompañaron, entre ellas las nuestras. Da mucha alegría el ver los rostros sonrientes de toda la comunidad de Allende, de amigos, gente de nuestros apostolados y parroquias de procedencia, familias, trabajadores del seminario; así como el poder compartir una conversación o un saludo que dejaba mucho ánimo y en el cual podías ver el rostro de Dios.

Otro de los eventos destacados fue la obra de teatro titulada “Mar Adentro”, la cual trató de la vida de Simón Pedro, papel interpretado por el seminarista David Enríquez, antes de su llamado a ser Apóstol de Jesús; y en la cual mi papel fue el de Andrés, hermano de Simón. Una anécdota curiosa es que David y yo, al terminar cada acto, nos felicitábamos y chocábamos los puños como una manera de sacar el nervio y el estrés. Este proyecto, fruto de mucha organización, horas de ensayo, estrés y enojos, fue al final una obra de gran éxito muy aplaudida y disfrutada por todos aquellos que la vieron.

Realmente el trabajo fue muy cansado, pero siempre ofrecido a Cristo, y fue una experiencia de oración y de comunión con  la gente y con mis hermanos seminaristas. Finalmente, al terminar nuestra Kermés con una gran sonrisa y satisfacción en el interior, le dimos gracias a Dios por tantas bendiciones y a nuestra Madre María por esta experiencia vivida gracias a ella, a quien en su Inmaculada Concepción le seguimos rogando a través de nuestra jaculatoria para que sea siempre el sagrario de nuestra vocación.

01 Dic 2016

HELLO! 1

Por: Juan Rogelio Ramírez Gaytan, seminarista (Experiencia Eclesial).

Sin duda, el tiempo de Adviento es la llave del año litúrgico, ya que aparte de prepararnos para conmemorar la encarnación del Hijo de Dios en nuestra carne, también meditamos los orígenes de nuestra salvación. Y uno de los grandes misterios que encierra la llegada de Jesús a la tierra, es el de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.

En este dogma de fe celebramos a María, preservada de toda mancha de pecado desde el primer instante de su concepción. Ella es para nosotros la aurora de la salvación desde los orígenes del universo, es la mujer esperada que nos narra el Génesis 3, 15.

Estas son las palabras con las que el Papa Pio IX, el 8 de diciembre de 1854, en su bula “Ineffabilis Deus”, proclamó este dogma:

“Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles.”

La presencia de María en la historia de la salvación es importantísima, ya que por su “SÍ” a Dios, se cumple el plan divino que Dios realiza en favor de los hombres. Ella “viene a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar” de tantas acechanzas del maligno.

María es Inmaculada porque Dios así lo dispuso: “Dios Hijo que iba a venir al mundo, tenía que encarnarse en el vientre de una mujer pura. Ella fue predestinada a ser intacta, sin mancha de pecado alguno”.

Es, entonces, cuando María se convierte para nosotros en modelo de pureza y nos muestra el claro camino para llegar a tener un corazón puro para que podamos recibir a Jesucristo y llevarlo a donde quiera que vayamos, como ella lo recibió en su seno virginal. Podemos llegar a decir que la vida del cristiano puede ser fácil, siempre y cuando amemos las virtudes que Dios tanto amó en María.

 

22 Nov 2016

HELLO! 1

Por: Ignacio Ávila Rangel, seminarista (T1)

Manifestar al mundo entero que somos cristianos, que pertenecemos a una Iglesia y que como pueblo mexicano amamos a la siempre Virgen María de Guadalupe, nos hace peregrinar con alegría, año con año, hacia la casa Dios.

Peregrinar, es ya una tradición muy antigua de la Iglesia, que nos recuerda nuestro paso por la tierra con la esperanza de que algún día  alcanzaremos la Patria celestial. El Magisterio de la Iglesia nos recuerda que todo cristiano es ante todo un peregrino (Gaudium et Spes 7) y que la Iglesia misma es un pueblo peregrino (Lumen Gentium 8). Por tanto, debemos caminar juntos y no solos, ayudarnos a buscar la voluntad de Dios en nuestras vidas, como un Pueblo, como una gran familia.

Qué gran importancia tiene el peregrinar, que hasta Jesús, José y María,  peregrinaron como familia hacia el templo para celebrar la pascua (cf. Lc 2, 41-49), en donde Jesús se manifestó, por primera vez, como Hijo de Dios.

Toda los que formamos la familia de Seminario de Monterrey, a semejanza de la Familia de Nazaret, nos reunimos, año con año, para celebrar el amor de Dios, peregrinando hasta su Templo, para poner en manos de la Virgen de Guadalupe, cada una de nuestras necesidades y agradecer todas las experiencias que Dios nos ha permitido vivir, y que nos han ayudado a seguir creciendo en los valores del Reino.

¡Qué alegría me da peregrinar, cada año, a la casa de Dios y nuestra Madre del cielo! Este es mi sentir, que poniéndonos en camino, hacia la Basílica de Guadalupe, junto con mi familia del Seminario, vamos manifestando con cantos y porras. Además de reflexionar, por medio de momentos de silencio, el rezo del Rosario y jaculatorias, que nos ayudan a contemplar el paso de Dios en nuestra vida.

Trabajadores, seminaristas y sacerdotes como familia preparamos este gran acontecimiento de fe. En cada casa de formación, los trabajadores preparan los carros de sonido, los seminaristas preparamos la tradicional danza de matlachines, que con fuerza y entusiasmo van danzando, que con los trajes y penachos llenos de color, adornan las calles por las cuales avanzamos, además, no pueden faltar quienes cantan y animan con sus guitarras entonando el canto, ya tradicional de “La Guadalupana”. En el punto de reunión los sacerdotes del equipo formador son quienes presiden la celebración de la Palabra, en la que nos exhortan a que todo lo que hemos preparado para este día, lo hagamos lo mejor que podamos, pero que sobre todo ha llegado el momento de disponer el corazón.

Al llegar a la Basílica, como peregrinos reavivamos nuestras fuerzas, que por el camino se pudieron perder. Al estar en la casa de la Madre de Dios, recargamos nuestras pilas y es tal la emoción por sentir su amor materno, que los cantos y los vivas aumentan.

Sin duda en esta experiencia de peregrinar, Dios me ha manifestado su misericordia y me ha reafirmado su llamado a ser sacerdote, para que en un futuro, guíe a su Pueblo, en su peregrinar en la tierra hacia Él.

El Papa Francisco, en el año de la misericordia, nos recordó, que peregrinar es: “una experiencia de misericordia, de compartir y de solidaridad con quien hace el mismo camino”. Por esto te invitamos a que año con año nos acompañes a hacer camino, a vivir esta experiencia de misericordia y formar parte de esta manifestación cristiana, en donde como Seminario e Iglesia de Monterrey peregrinamos siendo la gran familia de Dios.

 

 

22 Nov 2016

HELLO! 1

Por: José Luis Morán Becerra, seminarista (T1)

“Maestro de la fe, (…) de los senderos que conducen a la unión con Dios, teólogo y místico, poeta y artista”. Esta es la noble descripción que San Juan Pablo II hizo en su visita a España, en 1982, al santo sacerdote carmelita. El día de hoy, como Iglesia celebramos su memoria, recordando su ejemplo de vida y santidad, y su sabia respuesta ante las distintas tribulaciones que enfrento en carne propia.

Juan de Yepes nació en 1942 en Fontiveros (Avila), España. Ingresó al Orden del Carmen en 1563; ordenado sacerdote en 1567, le pidió a Dios la gracia de soportar con valor y paciencia toda clase de sufrimientos. Tiempo más tarde tuvo un encuentro con Santa Teresa de Jesús, quien lo convenció de que observará la Orden de Carmelitos Descalzos. Formador y maestro de gran inteligencia y sabiduría, enseñaba la doctrina de la fe. Trabajando arduamente y con gran celo apostólico, teniendo siempre su fuerza y confianza en Dios, logró enfrentar una gran “sequedad espiritual”, que le impedía tener una devoción sensible al rezar o meditar, y a toda clase de calumnias e injurias que hacían en contra él.

A pesar de haber sido encarcelado injustamente, padeció con paciencia cada ultraje, creciendo de este modo en santidad. Este tiempo de sufrimiento le permitió a San Juan crear una de las grandes obras titulada “La noche oscura del alma”, que le permite reconocerlo como Doctor de la Iglesia. Muere en 1591.

El santo sacerdote carmelita es un hombre ejemplar, que con sus escritos y enseñanzas enriquecen la vida del creyente, el cual busca constantemente el rostro de Dios. Para nosotros que estamos de formación nos ayuda a apreciar el celo por contemplar el misterio de amor de Dios, sobre todo, en la adoración eucarística cada jueves durante la Hora Santa, como también en esos momentos de “crisis vocacional”, en donde nos vemos sedientos de saber la voluntad de Dios en nuestras vidas.

Te invito a que hagamos esta oración, pensado en aquellos sacerdotes que están pasando por alguna tribulación en su ministerio, para que San Juan de la Cruz sea su intercesor, y ellos puedan recibir de Dios la gracia y fortaleza que necesitan para continuar en su servicio humilde con amor y alegría a la Iglesia.

«Señor, Dios nuestro, que hiciste a tu presbítero San Juan de la Cruz modelo perfecto de negación de sí mismo y de amor a la cruz; ayúdanos a imitar su vida en la tierra para llegar a gozar de tu gloria en el cielo. Amén».

 

22 Nov 2016

HELLO! 1

Por: Edgar del Río, seminarista (T2)

La Iglesia, en su sabiduría, va mostrando en su caminar los diversos tiempos importantes para meditar cierta realidad de los misterios de Dios. Así mismo, nos invita como Madre y Maestra a meditar sobre realidades que necesitan abarcar más nuestra oración y nuestra reflexión, para tratar de profundizar en el misterio del cual nos refiere alguna característica de Dios.

Este año la Santa Madre Iglesia, a través del Papa Francisco, nos invitaba a dejarnos inundar en el amplio tema de la misericordia, ya que existen momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia, para poder ser también, nosotros mismos, signo eficaz del obrar del Padre (cf. MV 3).

Sin duda alguna en este tiempo, con la aplicación de esta Bula, se presentó la oportunidad de que el mensaje dirigido a la Iglesia Universal tuviera su aterrizaje a nivel Arquidiocesano.

La apertura de puertas santas de las basílicas y algunas parroquias, encabezaba el elemento pastoral que refería a la Gracia de Dios manifestada en esa Iglesia de puertas abiertas que el mismo Papa ha marcado constantemente.

También se realizaron diversas jornadas de reconciliación sacramental en cada uno de los decanatos de nuestra Arquidiócesis. Así mismo surgieron diversos esfuerzos eclesiales por hacer más palpable la misericordia de Dios, con acciones muy concretas acercándose a aquellos hermanos nuestros que son más vulnerables, y necesitaban experimentar la ternura de Dios.

El camino de la Misericordia se inicia con este año jubilar, porque nos ayuda, como Iglesia, a descubrir la gratuidad de Dios para con cada persona, ya que es un Dios que viene a salvar y no a condenar.

El compromiso que como Iglesia nos lleva este año de la misericordia, debe ser en todas las líneas de acción pastoral, como claramente se ve reflejado en el Plan de Pastoral Orgánico de nuestra Arquidiócesis, ya que se utiliza dentro de la metodología el “mirar misericordioso”, es así como podemos lograr ver la realidad con la mirada misericordiosa del Padre.

Que la gracia abundante derramada sobre este año nos impulse a seguir caminando y creciendo en la ayuda mutua y desinteresada de hacer cada vez más real esa experiencia del Dios de Amor y Misericordia que nos refleja Jesús para ser así misericordiosos como el Padre.

10 Nov 2016

HELLO! 1

Por: Gerardo Álvarez de León, seminarista (F3)

¡Hola a todos! Deseo que la Paz de Dios siempre los acompañe en donde quiera que se encuentren. Quiero compartir con alegría cómo ha sido mi caminar en el seminario junto con mi familia, y cómo ella me ha fortalecido en mi vocación, y me ha animado a seguir formándome para, si Dios quiere, algún día llegue a ser sacerdote.

Cuando yo ingreso al seminario menor, apenas era un adolescente, y desde luego que mi familia estaba asimilando mi respuesta, pues era la primera vez que salía de mi casa. Y aunque con dificultad, pero con el ánimo y con mucha fe, lograron aceptar el llamado que Jesús me hizo, y así, no sólo yo le respondí, sino que mi familia también le ha respondido, siguiendo junto conmigo el caminar del Maestro.

Conforme iba avanzando en mi formación, mi familia se iba acercando a participar en la Iglesia, cada vez con más alegría, entusiasmo y entrega. Aumentaron en ellos esas ganas de servir al Señor, por lo que ahora les puedo contar que mi papá es Ministro Extraordinario de la Comunión, y la verdad, eso para mí me da mucha motivación, pues cuando tenemos oportunidad de platicar, me dice con palabras llenas de alegría y mucha fe, cómo ayuda a distribuir la comunión a nuestros hermanos limitados por alguna enfermedad. Mi mamá también se ha acercado a servir, ha vivido retiros que la han fortalecido, y en su sencillez sabe manifestar la fe y la esperanza que tiene, y aunque al principio le costó mucho trabajo el que haya dejado mi hogar, ahora me dice que todo su trabajo doméstico lo ofrece por la santificación de todos los sacerdotes del mundo.

Mi familia siempre será mi motivación, me apoyan y me fortalecen con su oración, con sus sacrificios en el trabajo, en las labores del hogar, etc. Y así, para ellos, soy quien les da ese impulso para seguir creyendo con alegría, con entrega y generosidad, siempre siendo fieles al Señor que no deja de bendecirnos.

A partir de mi respuesta al Señor, de decirle “sí”, he visto que ha tenido un gran efecto: ¡Ellos han creído! Lo que me hace recordar el lema de las fiestas de nuestro santo patrono: “Creyó él y toda su familia”. Esto se hace presente con nuestra respuesta, para algunos tardará más, para otros menos, pero cuando nosotros creemos con verdad en el llamado de Jesús, nuestra familia no se queda atrás, y yo doy testimonio de mi familia, ellos no son ajenos en mi formación, sino que a pesar de la distancia de nuestros hogares, a pesar de lo que podemos vivir, ellos nunca estarán distanciados, ellos son los que nos animan a creer en este llamado, y sin ellos, no podríamos estar mejor formados.

Que Dios los siga bendiciendo, y no se olviden de pedir al Señor, para que nos den más familias cristianas, más familias santas. ¡Que así sea!

04 Nov 2016

HELLO! 1

Por: Orlando García Duarte, seminarista (Segundo de Teología)

El Señor, nuestro Dios, me ha permitido crecer en el seno de una familia católica. La integran mi padre, el señor Eduardo García y mi madre, la señora Norma Angélica Duarte, que aún gozan de vida y salud gracias a Dios; además, mi hermano mayor, Karim, casado y padre de familia, y mis dos hermanas menores Estefanía y Carolina.

A mis 16 años nunca le había platicado a mi familia sobre alguna inquietud vocacional-sacerdotal, ni siquiera me había pasado por la mente. Mi proceso de discernimiento lo llevé, la mayor parte, con mi párroco, el Pbro. Alejandro Leal, pero también asistí a los últimos retiros del Proceso Vocacional.

Cuando llegó el momento de decirles a mis papás que había tomado la decisión de entrar al seminario (a los 18 años), la primera vez que lo hice, estábamos cenando y viendo la tele, por lo que el tema se diluyó rápidamente.

Para la segunda vez, al enterar a mis padres que ya faltaba un mes para entrar al seminario, tocamos el tema en su dormitorio.

No olvido lo que me dijo mi papá: “¿Estás seguro de querer ser sacerdote? Porque si vas a entrar, le tienes que echar muchas ganas. Prefiero un buen cristiano a un mal sacerdote”. Yo le respondí: “Sí, pa, te prometo que le echaré ganas hasta llegar a ser Papa” (obviamente no sabía lo que decía). Esta expresión mantuvo a mis papás con el pendiente, ya que pensaban que mi vocación era una “llamarada de petate”.

Mi papá y mis hermanos lo asimilaron más rápido que mi mamá. Casi todos los domingos del primer semestre de mi etapa en el Seminario Menor, cuando me dejaban en el seminario, a ella se le salían las lágrimas al despedirse. Creo que algo que nos ha ayudado mucho para asimilar este proceso y para no olvidar que en Dios la familia estamos juntos, es despedirnos con una bendición. Tal práctica no la realizábamos antes, pero desde que ingresé al Seminario lo seguimos haciendo hasta la fecha.

Con el tiempo fui dándome cuenta cuán importante es la familia en la formación sacerdotal: cuando en mi familia había algún conflicto o problema de cualquier tipo, “se me bajaban las pilas” y, por lo contrario, cuando mi familia estaba feliz, yo también lo estaba y era una experiencia que me mantenía con energía toda la semana.

Dios me ha ayudado a entender que no existe una familia “perfecta” en la tierra, que siempre podrá existir una situación que nos mueva el interior, y que, sobretodo, Él está conmigo y con mi familia. No estamos solos en lo que vivimos. Cada situación y experiencia con mi familia, buena o no tan buena, me han ayudado a crecer de uno u otro modo.

El Señor no se equivocó al regalarme la familia que hoy tengo. Por medio de ella, principalmente, me ha dado las herramientas que necesito, la fe y el amor, para responder con alegría en este llamado que Él me ha hecho. No podría separarla de mi formación; siempre ha sido un gran regalo, una gran bendición.

02 Nov 2016

HELLO! 1

Un saludo fraterno a toda la comunidad del Seminario: familiares, amigos y bienhechores. Mi nombre es Laura, trabajo en el Departamento de Economía, y con ocasión de la celebración de San Teófimo mártir les comparto esta nota sobre mi colaboración en el Seminario.

¿Qué significa para mí la fiesta de San Teófimo? En lo personal, significa la alegría de convivir y compartir todos juntos, sin importar lo que desempeñes en cualquier área del Seminario, dígase, empleado, seminarista, sacerdote o prestador de algún servicio.

¿Cómo ha sido mi vivencia en estas fiestas? Me encanta ser partícipe de todas las actividades que conlleva estas fiestas, desde la preparación, durante y hasta el final, sobre todo, ser partícipe o testigo de la Celebración Eucarística con los Obispos de nuestra Diócesis, después compartir los alimentos y por ultimo ver la premiación y la alegría que se vive en toda la fiesta.

¿Cómo se ha hecho presente San Teófimo en mi trabajo? San Teófimo, me inspira a servir y a colaborar con sencillez y entrega, sobre todo, a ser testigo de la convivencia y fraternidad que se vive en estos días. También se hace presente cuando veo el buen ánimo en cada uno de los seminaristas que les toca colaborar. Por esta razón me siento también colaboradora en la preparación de esta fiesta.

Gracias San Teófimo por ser inspiración de vida para toda la familia del Seminario. San Teófimo mártir. ¡Ruega por nosotros!

Laura Rodríguez Pérez.
Auxiliar de Contabilidad en el Departamento de Economía.

01 Nov 2016

HELLO! 1

Por: José Juan Montalvo, seminarista (T3)

Cómo vivir una Navidad en familia y no morir en el intento.

Navidad; noche mágica en la que tenemos la oportunidad de compartir, de estar en familia y ser generosos, Navidad es símbolo de alegría, de amor y de paz. Es lo que escuchamos en la TV mientras que aparecen imágenes completamente diferentes, nos venden una navidad envuelta con imágenes de un Santa Claus como el personaje principal, árboles navideños, monos de nieve, duendes, renos, etc. Pero lo que realmente imprimen en nuestro subconsciente, es la propaganda, las promociones, el desear y anhelar objetos a veces inalcanzables; más bien de lo único que nos hablan es sobre materialismo y superficialidad. Y terminamos comprando una navidad donde se consume mucho, se toma alcohol en exceso, se genera un gran nivel de estrés al tratar de sorprender a ese ser querido con un estupendo regalo, y tratando de dar gusto a todos al organizar posadas y cenas.

¡Alto! Si para este momento te has sentido identificado con lo que has leído, no te asustes, quiero decirte que no estás obligado comprar una Navidad como esta.

Este año te invito a vivir junto con las personas a tu alrededor una verdadera Navidad, pues siendo un acontecimiento central en nuestra fe es de suma importancia que la vivamos realmente como cristianos, y qué mejor que hacerlo en familia. Te estarás preguntando ¿En qué sentido puedo vivir una verdadera Navidad?, pues bueno, primero déjame te cuento algo que aprendí en la Navidad del 2010 para responderte.

En mi familia (que no es muy diferente a la tuya), tenemos la costumbre de hacer una bonita celebración cada año, pero ese año en particular, nos pareció divertido realizar un intercambio de regalos, eso para mí fue una preocupación ya que no contaba con dinero para ello, a diferencia del resto de la familia que gracias a Dios a mi familia no les faltaba nada y podían darse la oportunidad de pensar en regalos costosos para todos, inclusive a mí me compraron todo lo que puse en mi lista de propuestas de regalos. Pero volviendo a lo importante, por mi mente no dejaba de pasar la interrogante, ¿Qué regalos les iba a obsequiar? Fue ese el momento en que pude descubrir que estábamos perdiendo de vista el sentido de la navidad, por el compromiso de ofrecer a alguien “lo que merecía”, el consumismo me estaba invadiendo totalmente, pero una luz de esperanza me ayudó a mi (y a mi falta de liquidez) a poder pensar claramente cuál sería el regalo perfecto, un regalo que nos ayudaría a que mi familia y yo viviéramos un encuentro profundo con Dios.

Primero que nada, les dije que mi regalo sería una comida en Navidad, pero no podía dar más detalles, claro que todos en mi familia me decía que no me preocupara, que entendían que no podía regalarles algo costoso, pero todo era una sorpresa. Con emoción e intriga, durante la celebración, mi familia estaba con una gran expectativa porque no sabían a donde los iba a llevar, tal vez pensaban que sería un lugar lujoso, ya que en la picardía les dije: “Ustedes me dieron regalos que yo no podía comprar, yo también quiero darles un regalo que no podrán comprar” y terminamos en una pequeña “casa” con paredes de lámina y cartón, que era habitada por una hermosa familia que no necesitaba más que su compañía para ser felices con lo poco que tenían. Ese día se encontraban más felices que de costumbre porque compartiríamos junto con ellos un “pollo loco” (la comida favorita de los niños), también porque llegaron los regalos que le pidieron al niño Dios, y que Santa por “equivocación” había dejado en mi casa, estaban felices porque recibieron a una familia que compartiría con ellos una Navidad diferente, una Navidad con sonrisas sinceras, con miradas iluminadas y corazones emocionados que nos hicieron soltar lágrimas en cada momento. Fue una noche mágica, en la que tuvimos la oportunidad de compartir y de ser generosos, una noche en la que pudimos vivir una Navidad donde Jesús nació en nuestros corazones, una verdadera Navidad sin envolturas.

Al regresar a casa, todos los regalos costosos perdieron su valor, se realizó el intercambio, pero la emoción y las miradas no eran las mismas que teníamos en aquella casa, que en esa Navidad fue nuestro portal de Belén, donde lo importante no fueron los regalos, sino el deseo de dar, y de darnos.

No te estoy proponiendo que hagas exactamente lo mismo que yo hice, la propuesta es  más bien que descubras, junto con tu familia, el verdadero sentido de la Navidad, y para ello te doy algunas recomendaciones que te ayudaran en ello: En familia…

  • Enciende la corona de Adviento como un dulce tiempo de espera de Jesús.
  • Pon el Nacimiento que nos recuerda que Navidad es Jesús.
  • Arma el árbol de Navidad con adornos y luces, para recordar que Jesús es la ‘Luz del Mundo’ que vino para salvarnos, y cuya presencia llena de luz nuestra vida.
  • Asiste a Misa de Nochebuena, no sólo celebraran a Jesús sino que podrán recibirlo en la Eucaristía.
  • Recen ante el Nacimiento y contemplen lo que allí se nos muestra: amor.
  • Vivan las tradiciones, las posadas, villancicos y pastorelas son costumbres que nos ayudan a celebrar.
  • Compartamos la Navidad En esta fiesta del amor de Dios, nadie debería quedar excluido.
  • Hagamos una carta de Navidad tanto padres como hijos, escriban una carta que exprese algo positivo del otro, que muestre el inmenso amor que hay en la familia.
  • Organicemos una fiesta de cumpleaños que a todos nos encantan y qué mejor que celebrar el cumpleaños del Niño Jesús. Preparen un pastel y canten las Mañanitas.
  • Preparemos una cena de Navidad donde haya un momento para compartir las metas que cada miembro tiene para el siguiente año y terminen con un brindis y oración por ello.

Son muchas las maneras en que podemos celebrar como familia pero lo más importante es que vivamos esta Navidad de tal manera que convierta tu vida en una Buena Nueva para los demás y termines siendo una estrella que guíe a tu familia a encontrarse con su Salvador. Y te aseguro que no habrá un moño lo suficientemente grande para envolver la alegría de esa Navidad.

¡Feliz Navidad!
*Sin envoltura*

31 Oct 2016

HELLO! 1

Por: José Luis Morán Becerra, seminarista (T1)

Sabemos y creemos que la Providencia Divina no se equivoca, acierta en tiempos y espacios de nuestra historia humana. El Señor nos sigue manifestando, sin duda alguna, que no se deja ganar por nosotros en generosidad, gracia y bendición, pues en la aurora del día de hoy se ha dado a conocer el nombramiento de dos nuevos obispos para nuestra Iglesia de Monterrey.

Dos sacerdotes de nuestra Arquidiócesis han sido elegidos por el Señor para continuar con la misión apostólica de la construcción del Reino de Dios. Meditar este hecho en nuestro contexto actual, es motivo de alegría, ya que contemplamos la misericordia que el Señor ha tenido con nosotros. Esta misericordia se sigue derramando, siendo fortaleza para continuar con la misión que ha sido depositada a la Iglesia: que más personas conozcan el mensaje de salvación (cf Dei Verbum 10).

El Catecismo de la Iglesia Católica, citando el documento conciliar Lumen Gentium (LG), nos recuerda el apreciable valor y don de la consagración episcopal. Cuando un sacerdote es consagrado obispo, en primer lugar, se llega a “la plenitud del sacramento del Orden” (1558). El presbítero, que alcanza tal plenitud, se le confiere la gracia del Espíritu Santo, para que funja el ministerio de santificar, enseñar y gobernar la vida de fe de la Iglesia: “los obispos (…) hacen las veces de Cristo, Maestro, Pastor y Sacerdote, y actúan en su nombre” (LG 21). Cada uno tiene el oficio pastoral de la Iglesia particular que le ha sido confiada (1560).

El presbítero, y ahora monseñor Oscar Efraín Tamez Villarreal, actual Secretario Canciller, y el monseñor Heriberto Cavazos Pérez, actual Director Espiritual y ecónomo del Instituto de Teología del Seminario de Monterrey, durante la Eucaristía de hoy, recibieron de parte de nuestro Señor Arzobispo Don Rogelio Cabrera la imposición del solideo y pectoral. A su vez los invitó a vivir los valores del cristianismo: “el martirio en su ministerio, la comunión eclesial y, el cuidado y generosidad para con los pobres”. Y agregó unas palabras que giran en torno a nuestra fiesta patronal de San Teófimo mártir, diciendo que: “los mejores obispos son aquellos que han sido mártires y santos”.

Elevemos oraciones, sacrificios, comuniones, horas de estudio y de trabajo,ofreciéndoselas a Dios de modo muy especial para que fortalezca e ilumine el ministerio episcopal de nuestros dos sacerdotes de la Arquidiócesis. Y así, siendo fieles al llamado del Señor, cumplan con humildad y sencillez tan gran labor apostólica.