Seguramente conoces a algún seminarista, y sabes que va de apostolado, tiene exámenes, tareas, clases de lunes a viernes, momentos de convivencia, retiros, Adoración Eucarística, Misa todos los días y que le gusta el café. Pero, ¿qué hará en su tiempo libre? ¿tiene tiempo libre?

En lo personal, me hacía esa pregunta desde que estaba en el Proceso Vocacional, y de pronto escuchaba rumores, pero nunca pude conocerlo tan cerca como hoy.
En el Seminario tenemos un horario que nos va marcando las actividades de nuestro día: levanto, baño, Laúdes, espiritualidad matutina, Misa, desayuno, aseos, clases, descanso, deporte, estudio, espiritualidad vespertina, Vísperas, cena y Completas; el cual varía dependiendo de la etapa de la formación.

Pero, pareciera muy mecanicista leer esto ¿no?, de hecho, siempre está la tentación de hacerlo una rutina, que tratamos de evitar descubriendo que Dios se manifiesta de diferente manera cada día. De hecho, “el tiempo libre” nos ayuda a no caer en una rutina. Este tiempo es favorable porque podemos dedicarlo a nosotros mismos, a Dios y al prójimo.

Hay muchas actividades que solemos hacer los seminaristas en este tiempo. Por ejemplo, a algunos compañeros les gusta ensayar algún instrumento como piano, guitarra o acordeón; a otros les gusta ir al gimnasio o correr alrededor del Seminario. Hay quienes, prefieren leer o tomar un café con los amigos, estudiar, hacer tareas pendientes, dibujar o diseñar en la computadora. A unos, simplemente les gusta descansar y otros mas hiperactivos buscan su pasatiempo, jugar “la reta” de básquetbol, fútbol y voleibol, o buscar momentos de espiritualidad para leer la Biblia, orar o visitar a Jesús Sacramentado.

Pero lo más importante e interesante de todo esto, no es hacer tal o cual actividad; sino que todo lo que hacemos es formativo, y nos ayuda a crecer como seres humanos y cristianos; claro, y también a despejar nuestra mente para retomar fuerzas para el resto del día.

Por cierto, te comparto un consejo, que solemos hacer nosotros: has de tu jornada una oración. Todo lo que hagas ofrécelo a Jesús por tu santidad y perseverancia en cualquier camino por el cual estés cruzando. Orar no sólo con palabras, también con trabajo.

Edgar Omar Lara Zavala
1o. de Filosofía