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Por: Gerardo Álvarez de León, seminarista (F3)
¡Hola a todos! Deseo que la Paz de Dios siempre los acompañe en donde quiera que se encuentren. Quiero compartir con alegría cómo ha sido mi caminar en el seminario junto con mi familia, y cómo ella me ha fortalecido en mi vocación, y me ha animado a seguir formándome para, si Dios quiere, algún día llegue a ser sacerdote.
Cuando yo ingreso al seminario menor, apenas era un adolescente, y desde luego que mi familia estaba asimilando mi respuesta, pues era la primera vez que salía de mi casa. Y aunque con dificultad, pero con el ánimo y con mucha fe, lograron aceptar el llamado que Jesús me hizo, y así, no sólo yo le respondí, sino que mi familia también le ha respondido, siguiendo junto conmigo el caminar del Maestro.
Conforme iba avanzando en mi formación, mi familia se iba acercando a participar en la Iglesia, cada vez con más alegría, entusiasmo y entrega. Aumentaron en ellos esas ganas de servir al Señor, por lo que ahora les puedo contar que mi papá es Ministro Extraordinario de la Comunión, y la verdad, eso para mí me da mucha motivación, pues cuando tenemos oportunidad de platicar, me dice con palabras llenas de alegría y mucha fe, cómo ayuda a distribuir la comunión a nuestros hermanos limitados por alguna enfermedad. Mi mamá también se ha acercado a servir, ha vivido retiros que la han fortalecido, y en su sencillez sabe manifestar la fe y la esperanza que tiene, y aunque al principio le costó mucho trabajo el que haya dejado mi hogar, ahora me dice que todo su trabajo doméstico lo ofrece por la santificación de todos los sacerdotes del mundo.
Mi familia siempre será mi motivación, me apoyan y me fortalecen con su oración, con sus sacrificios en el trabajo, en las labores del hogar, etc. Y así, para ellos, soy quien les da ese impulso para seguir creyendo con alegría, con entrega y generosidad, siempre siendo fieles al Señor que no deja de bendecirnos.
A partir de mi respuesta al Señor, de decirle “sí”, he visto que ha tenido un gran efecto: ¡Ellos han creído! Lo que me hace recordar el lema de las fiestas de nuestro santo patrono: “Creyó él y toda su familia”. Esto se hace presente con nuestra respuesta, para algunos tardará más, para otros menos, pero cuando nosotros creemos con verdad en el llamado de Jesús, nuestra familia no se queda atrás, y yo doy testimonio de mi familia, ellos no son ajenos en mi formación, sino que a pesar de la distancia de nuestros hogares, a pesar de lo que podemos vivir, ellos nunca estarán distanciados, ellos son los que nos animan a creer en este llamado, y sin ellos, no podríamos estar mejor formados.
Que Dios los siga bendiciendo, y no se olviden de pedir al Señor, para que nos den más familias cristianas, más familias santas. ¡Que así sea!