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Por Óscar Daniel Ortega Alfano, seminarista del Curso Introductorio.
La Kermés que se llevó a cabo los días 3 y 4 de este mes en las instalaciones del Curso Introductorio de Allende Nuevo León, fue por motivo del festejo de la Inmaculada Concepción de María, patrona de esta casa formativa del Seminario de Monterrey.
Dentro de este festejo, lo que se realizó fue lo típico de una fiesta patronal de cualquiera de nuestras comunidades: comidas, snacks, juegos; así como nuestra casa de espantos y la tradicional obra de teatro presentada por todos los seminaristas del Curso Introductorio. Además de estas actividades, también tuvimos momentos de espiritualidad, como lo fueron el momento de adoración a Jesús Sacramentado, acompañado del grupo Jésed, y la peregrinación desde la Capilla del Espíritu Santo de Paso Hondo hasta la Capilla del Curso Introductorio, junto con el rezo del Santo Rosario y la celebración de la Santa Misa, presidida por Mons. Heriberto Cavazos, obispo electo de Monterrey.
Para mí fue una gran experiencia el trabajar para que toda esta fiesta entorno a María se llevara a cabo, pero no sólo por el esfuerzo de nosotros los seminaristas, sino también por el de las familas que nos acompañaron, entre ellas las nuestras. Da mucha alegría el ver los rostros sonrientes de toda la comunidad de Allende, de amigos, gente de nuestros apostolados y parroquias de procedencia, familias, trabajadores del seminario; así como el poder compartir una conversación o un saludo que dejaba mucho ánimo y en el cual podías ver el rostro de Dios.
Otro de los eventos destacados fue la obra de teatro titulada “Mar Adentro”, la cual trató de la vida de Simón Pedro, papel interpretado por el seminarista David Enríquez, antes de su llamado a ser Apóstol de Jesús; y en la cual mi papel fue el de Andrés, hermano de Simón. Una anécdota curiosa es que David y yo, al terminar cada acto, nos felicitábamos y chocábamos los puños como una manera de sacar el nervio y el estrés. Este proyecto, fruto de mucha organización, horas de ensayo, estrés y enojos, fue al final una obra de gran éxito muy aplaudida y disfrutada por todos aquellos que la vieron.
Realmente el trabajo fue muy cansado, pero siempre ofrecido a Cristo, y fue una experiencia de oración y de comunión con la gente y con mis hermanos seminaristas. Finalmente, al terminar nuestra Kermés con una gran sonrisa y satisfacción en el interior, le dimos gracias a Dios por tantas bendiciones y a nuestra Madre María por esta experiencia vivida gracias a ella, a quien en su Inmaculada Concepción le seguimos rogando a través de nuestra jaculatoria para que sea siempre el sagrario de nuestra vocación.