15 Mar 2024

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La primera vez que conocí Sl Seminario yo tenía 11 años, fue el día en que mi primo Luis Andrés ingresaba a la formación sacerdotal y quedó grabado en mi memoria. Observé ese lugar tan enigmático para un pre adolescente; sus largos pasillos, los murales y vitrales, el ambiente de alegría e inquietud de todos los jóvenes que iniciaban su formación, los jardines, las canchas deportivas y la multitud de gente que nos disponíamos a celebrar la eucaristía de apertura del ciclo escolar 1989-1990, ese día inició mi historia vocacional.

La inquietud por ser sacerdote no solo se presentó ese día, sino en muchas ocasiones posteriores en que, como familia, asistimos a convivencias y obras de teatro que ofrecía el Seminario con ocasión de fiestas patronales y posadas, en ellas resonaba en mi mente la frase: “ven y sígueme”. También, en muchas de esas ocasiones yo me trataba de convencer a mi mismo de que quizá me equivocaba al sentir “algo”, y continuaba mi vida en los grupos parroquiales, o bien, en el colegio, en la prepa y después realizando mis estudios profesionales.

En todo ese recorrido, desde los 11 hasta los 22 años, participé en retiros de los grupos juveniles de la parroquia Corpus Christi en Monterrey; también fui de misiones a la Sierra de Durango con un grupo llamado Emaús, conformado por amigos que éramos exalumnos Lasallistas; participé en fiestas y reuniones juveniles, fiestas de universitarios, congresos y eventos culturales. Viajé al extranjero para estudiar inglés, en donde tuve la oportunidad de conocer gente de todas partes del mundo, pude apreciar sus puntos de vista y dialogar con apertura y tolerancia, pero en todos esos momentos permanecía la sensación de que Cristo me estaba preparando para algo más. También tuve buenas amigas con las que, en diversas ocasiones, pude experimentar una relación recíproca de compartir lo más profundo de mi ser y recibir lo más profundo de su ser.

El año de 1999, el Padre Héctor Pérez, hoy obispo auxiliar de la Arquidiócesis de México, nos hizo una invitación a algunos amigos y amigas, para asumir la coordinación de un grupo de jóvenes catequistas en Corpus. Ese fue el año de la decisión. La experiencia de que un presbítero depositara en nosotros la confianza de organizar la catequesis infantil, fue crucial, me inspiró y me dio luces para responderle a Cristo que me había estado invitando a seguirlo. También me impulsó la decisión de otro de mis primos, José Luis, quien en ese momento estaba a punto ingresar al Seminario. Por ello, en el año 1999-2000, me decidí a vivir el proceso vocacional, dejando que el Espíritu Santo me iluminara.

El Seminario fue una época maravillosa de crecimiento personal, descendí a las profundidades de mi historia, toqué mis heridas, vi resurgir cualidades enterradas, tuve grandes amistades, algunos hoy son sacerdotes, otros buenos laicos de parroquia, todos brindándome la oportunidad de crecer. Esto me configuró y me preparó para iniciar la vida como presbítero el 14 de agosto de 2010, día en que recibí el orden sacerdotal con el rostro lleno de ilusión, con las ganas de seguir a Cristo siendo signo de su presencia vivificante, ahí mismo fui nombrado vicario parroquial de la parroquia Santa Catarina Mártir, la cual fue mi segunda escuela de formación, y en la que junto con la comunidad viví una infinidad de experiencias que forjaron mi carácter en la caridad pastoral.

Después, la experiencia de estudios en Roma, por la cual estoy profundamente agradecido, significó no solo la especialización de contenidos académicos sino una experiencia eclesial internacional de gran valor.

Posteriormente, los años que tuve la oportunidad de colaborar en la formación en el Instituto de Teología y más delante en el Seminario Menor, fue intensa en cuanto fraternidad sacerdotal y amistad vocacional, mientras que durante los años en los que fui enviado a realizar estudios de doctorado a la Universidad Pontificia de México y mi colaboración acompañando a Mons. Alfonso Gerardo Miranda Guardiola en la CEM (Conferencia del Episcopado Mexicano), pasé por momentos de concentración y silencio, de escucha y atención a la voz de los señores obispos, así como de colaboración y comunicación en foros a nivel nacional, todo ello provocando en mi la necesidad de dejar en manos de Dios los factores que no puedo controlar y dedicarme a realizar lo mejor posible lo que sí está en mis manos realizar.

Después, don Rogelio me dio la oportunidad de concentrarme, durante un semestre, exclusivamente a terminar mi tesis doctoral, habitando en la residencia sacerdotal de la UIC, con los Misioneros de Guadalupe. Esta experiencia fue nutrida de fraternidad y amistad sacerdotal, pero también de arduo trabajo de redacción y revisión de mi investigación.

Más delante, hacia junio de 2022, terminé mi tesis y fui nombrado vicario parroquial de la parroquia universitaria San Juan Bosco. Durante este tiempo defendí la tesis, viví un sinfín de experiencias que me ayudaron a tocar la realidad en los ambientes universitarios, así como del ambiente eclesial resultado de la post-pandemia, y tuve nuevamente la oportunidad de construir lazos de amistad con mis hermanos sacerdotes compañeros de residencia, Alex y Edgar.

Finalmente, en marzo de 2023, don Rogelio me comunicó que sería enviado de nuevo al Seminario Mayor de Monterrey para servir a los seminaristas como acompañante espiritual. Esto, por supuesto que me agradó, pero debo admitir que también me produjo cierto sentimiento de inestabilidad, así, ahora me encuentro ya estabilizado sirviendo como padre espiritual en el Seminario Mayor. En todo este caminar vocacional ciertamente ha habido momentos difíciles que han exigido fuerza de voluntad, pero ha abundado más la alegría de saber que estoy con Él, el Maestro, el Hijo de Dios, quien me ha dado una nueva vida, cada día me reconcilia con mis fragilidades y me da nueva fuerza para servir a su pueblo.

Pbro. Jesús Treviño Guajardo

Coordinador de la Dimensión Espiritual del Seminario de Monterrey

y Director Espiritual de la Etapa Configurativa

19 Ene 2024

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Actualmente, en los estudios teológicos los rasgos de identidad sacerdotal – presbiteral están adquiriendo una relevancia impresionante, por los que se han determinado diversas características, en las que tratan de definir la identidad del ministerio sacerdotal. Por citar un ejemplo, los rasgos de identidad y espiritualidad sacerdotal mencionados en la Exhortación Apostólica Pastores Dabo Vobis del Papa san Juan Pablo II son: cabeza, pastor, siervo y esposo. Dicho documento afirma que «el sacerdote, en cuanto representa a Cristo Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia, se sitúa no solo en la Iglesia, sino que también al frente de la Iglesia, […] el ministerio del presbítero es totalmente al servicio de la Iglesia, […] el sacerdote ministro es servidor de Cristo presente en la Iglesia misterio, comunión y misión» (PDV 16).

Sin embargo, en la Sagrada Escritura, la Carta a los Hebreos, utiliza dos características, por las cuales no solo describe la funcionalidad del presbítero; sino que, hace una definición identitaria de lo que todo sacerdote ha de ser; «sacerdote misericordioso y fiel»  (Heb 2, 17a) .

El presbítero que se identifica con estos rasgos que el autor sagrado nos comparte, es un sacerdote que se visualiza como mediador, puesto que, es un hombre tomado de entre los hombres, para ser misericordioso entre sus hermanos y fiel a Dios. La mediación le es participada del único Mediador, Jesucristo.

La importancia de la mediación en Jesucristo, el Hijo de Dios, radica en que no solo es revelador, es redentor, es decir, salvador es en la mediación del Hijo de Dios donde se expresa la unión inseparable de la cristología y la soteriología. El Hijo no es sacerdote desde siempre, pero si es para siempre. ¿Cómo llegó a ser sacerdote? Ofreció un sacrificio, la Encarnación es el punto de partida, mientras que la cruz lo hace sacerdote.

Lo propio del Hijo es la purificación, salvar, liberar del pecado que es una ruptura en la relación con Dios, el Hijo hace retornar un equilibrio relacional, es así que la mediación sacerdotal es el tema central en la Carta a los Hebreos, es necesario tres elementos: el ascendente; las separaciones rituales que el sacerdote ofrece a Dios, el central; el sacrificio que se admite en la morada de Dios, el descendente; los dones de parte de Dios que se trasmiten al pueblo.

El sacerdocio es una verdad antropológica, puesto que el sacerdote es un hombre, un ser en relación por la mediación se da un acceso a la realidad, también el sacerdote tiene una responsabilidad social con Dios y con sus hermanos. La relación con Dios no es posible sin la transformación radical del ser, el paso del nivel profano al nivel sagrado.  

Sin embargo, según la Carta a los Hebreos, Jesús no pertenecía a la institución, Jesús el sacerdocio lo lleva a una plenitud, el sacerdocio es un puente, es un instrumento. En Jesús no hay una separación para designar la consagración, no separación; mas bien, encarnación, Jesús pasó del sacrificio a la compasión.

Francisco Isaac Cortés Tovar

3ero de Teología

22 Nov 2023

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Cuando se hace referencia a los inicios del cristianismo, en no pocas ocasiones se menciona el fenómeno de las persecuciones como una nota característica que acompañó a diversas comunidades cristianas primitivas. Sin embargo, se sabe por las fuentes históricas que las persecuciones no fueron generalizadas en todas las regiones del Imperio, ni tampoco se llevaron a cabo continuamente a lo largo de los primeros siglos.

¿Cuáles son las fuentes con las que contamos?

Las persecuciones a los cristianos del período antiguo se conocen por la existencia de varias fuentes, por ejemplo: existen narraciones de historiadores no cristianos como Tácito o Plinio que revelan la hostilidad bajo la cual vivían los cristianos que habitaban en Roma; también existen informes judiciales (actas y pasiones de los mártires) que contienen datos valiosos de los procesos que condujeron a algunos cristianos al martirio. Por otra parte, también se cuenta con relatos de testigos oculares como en el caso de los mártires de Lyon (177 d.C.) que narran lo que sucedió en el momento del martirio; y sobre todo, a partir del año 313, después del edicto que permitió el ejercicio libre del cristianismo en el Imperio Romano, nacieron múltiples narraciones que buscaban enaltecer la figura de los mártires de los primeros siglos, entre ellas tenemos la obra de Eusebio de Cesarea; el cual, en su “Historia Eclesiástica”, comenta cronológicamente las principales persecuciones que padecieron algunas de las comunidades cristianas de los primeros siglos.

¿Por qué perseguían a los cristianos?

Podemos agrupar las causas, que fueron múltiples, en dos grandes grupos; primero, las causas que tenían que ver con la fidelidad de los cristianos que rechazaban de manera radical cualquier otro tipo de culto, por lo cual iban en contra de la cultura religiosa romana que más bien aceptaba múltiples prácticas religiosas y que obligaba rendir culto a los dioses del Estado. Y segundo, las causas que tenían que ver con la resistencia de los cristianos a cumplir con algunas obligaciones civiles como la de venerar al César, o la de realizar el servicio militar, por implicar éste el uso de la violencia y la aceptación de aniquilar vidas si así se lo ordenaran.

¿Cuáles fueron las principales persecuciones?

La persecución de Nerón (64 d.C.), fue consecuencia del incendio de Roma, en ella, Nerón culpó a los cristianos de la Iglesia de Roma y los hizo sufrir castigos hasta llevar a algunos al martirio. San Pedro y San Pablo fueron víctimas del martirio en esta persecución.

Después de algunas persecuciones circunscritas, siguieron dos de las más grandes: la persecución del emperador Decio (249-251 d.C.), en la que muchos cristianos se mantuvieron firmes a su fe rechazando la obligación de sacrificar a los dioses del Imperio.  Y la persecución del emperador Valeriano (257-260 d.C.) quien tomó medidas adversas contra el clero cristiano, prohibió el culto a Cristo y las reuniones religiosas en los cementerios. En el 258 d.C. martirizó a quienes se habían rehusado a sacrificar a los dioses del Imperio.

Después, Valeriano, quien se encontraba en guerra contra los persas, fue capturado y murió. Su sucesor, el emperador Galieno emitió un edicto de tolerancia hacia los cristianos (261 d.C.) que permitió vivir un período de cuarenta años de paz, en el cual la Iglesia creció y se fortaleció.

Finalmente llegó la última persecución de la antigüedad, una de las más grandes y generalizadas, la del emperador Diocleciano (303-311 d.C.). A partir de febrero del 303 d.C. se sucedieron una serie de edictos restrictivos para quienes se declararan cristianos, en ellos se ordenaba la destrucción de libros sagrados, deshabilitación de lugares de culto, obligatoriedad de sacrificar a los dioses y hasta la condena a muerte. Dicha persecución, aunque tuvo sus particularidades regionales tanto en intensidad como en duración, se extendió por todo el imperio y vio su fin hasta que Constantino firmó un acuerdo con Licinio en Milán (313 d.C.) en el que se les concedió libertad religiosa a los cristianos.

El año 313 d.C. significó para el cristianismo el comienzo de la era de la Iglesia constantiniana, la cual se caracterizó por una relación vinculante entre el Imperio y la Iglesia.

A partir de esta época y en adelante, el recuerdo de quienes sufrieron con valentía las persecuciones anteriores forma parte de la herencia espiritual que poseemos los fieles cristianos.

Pbro. Dr. Jesús Treviño Guajardo

Coordinador de la espiritualidad del Seminario de Monterrey

05 Nov 2021

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Hablar de la fiesta de San Teófimo Mártir como patrono de nuestro Seminario de Monterrey, es hablar de una celebración de enorme significado para muchos sacerdotes y seminaristas de la Arquidiócesis de Monterrey, que hemos tenido la dicha de vivirla cada año como una oportunidad para fraternizar, como un espacio para que los hermanos menores en formación conozcan a sus hermanos mayores y viceversa; y comience a su vez, un conocimiento de San Teófimo, el Mártir que acompaña nuestra vocación. Los cuatro institutos, Seminario Menor, Curso Propedéutico, Filosofía y Teología nos congregamos para celebrar la fiesta en honor a nuestro Santo patrono, nos encontramos y compartimos la alegría a través de la convivencia deportiva y de las celebraciones litúrgicas que nos unen como hermanos. San Teófimo se convierte así en un compañero de vida a través de los años de formación y va forjando en nuestra vocación un deseo de entregar la vida por Cristo al servicio de los demás.

Es cierto que poco conocemos de él, algunos le han llamado «desconocido» como menciona el padre Hugo Chávez en una de sus reflexiones en el marco del novenario a San Teófimo Mártir. O sólo «Mártir» haciendo alusión a que con eso se dice todo, como lo expresa Monseñor Gerardo Charles en su libro «Lo llamaré Mártir». Sabemos de nuestro Santo patrono que es un mártir del siglo II, que sus restos fueron descubiertos durante las excavaciones en unas catacumbas de Roma y que, en el año 1925, en una época en la que la Iglesia en México pasaba dificultades, el Arzobispo de Monterrey José Juan de Jesús Herrera y Piña solicitó al Papa traer los restos de San Teófimo a nuestra ciudad. Es probable que el 2 de junio Mons. Herrera y Piña haya recibido la urna con los restos de San Teófimo y los haya depositado en el Seminario. Para el año 1931 los seminaristas solicitaron a Mons. Guadalupe Ortiz sucesor de Herrera y Piña que declarara al Mártir como patrono del Seminario, quedando como fecha de la fiesta patronal el día 5 de noviembre.

Hoy, a diferencia del año pasado que por motivo de pandemia cada uno de los cuatro institutos de manera separada, es decir, desde su casa de formación, tuvo que celebrar la fiesta a nuestro santo patrono, nos hemos vuelto a reunir con los protocolos y cuidados necesarios. Como comunidad del Seminario de Monterrey hemos sido convocados en sintonía con nuestra Iglesia universal bajo el lema de «la sinodalidad», cuyo significado indica el camino que recorren juntos los miembros del pueblo de Dios y que, como dice el Papa Francisco en su discurso conmemorativo del 50 aniversario de la institución del sínodo de los obispos «la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio».

Como futuros pastores es nuestro deber y deseo profundizar y crecer en la belleza de sinodalidad y hacer de nuestro Seminario un espacio de escucha, de diálogo y de comunión con el hermano y con Dios. La figura de San Teófimo Mártir patrono de nuestro Seminario, además de recordarnos que nuestra vocación requiere entregar la vida por Cristo y de unirnos como comunidad, también nos alienta a caminar juntos en la vocación sacerdotal y en nuestra vida cristiana. Que bajo la intercesión de nuestro Santo patrono podamos alcanzar los dones y las gracias necesarias para nuestra vocación.

¡San Teófimo Mártir, Ruega por nosotros!

Marco Antonio Cruz Pérez
Seminarista | Segundo de Teología

13 Ago 2021

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El sábado 14 de agosto serán ordenados sacerdotes, 7 jóvenes de nuestra Arquidiócesis. ¿Cuáles son los desafíos a los que se enfrentan, en un mundo necesitado del Evangelio?

 

Vivir lo que creemos, plenamente felices.

Creo que uno de los principales retos que tenemos como neo sacerdotes es buscar nuevas formas de transmitir el Evangelio a los niños, jóvenes y adultos. El Evangelio es para todos y debemos de usar la creatividad que Dios nos da para trasmitir su amor por cada uno de nosotros.

Necesitamos ser hombres de fe, que sean los primeros en creer, en vivir lo que creemos y enseñar lo que creemos. Que todos puedan encontrar en el sacerdote el ejemplo de una verdadera vida humana y cristiana.

¡Vivir alegres! Que la gente quiera acercarse a Dios y a su Iglesia porque nos ve que somos plenamente felices teniendo a Cristo como centro de nuestra vida.

Diác. José Ignacio Ávila Rangel

 

Mostrar el Amor de Dios 

Un joven sacerdote se tiene que enfrentar a un mundo que vive de manera individualista, que vive de manera en que solo sus propios criterios son los que quiere imponer y que por lo tanto,  cuando alguien le habla de Dios, lo primero que siente es que se les quiere imponer una serie de reglas o preceptos.

Por lo que uno de los retos de un joven sacerdote es ayudar a descubrir que seguir y amar a Dios no es solo una normativa, sino que involucra algo más profundo; es descubrir el amor más grande que puede haber en nuestra vida y que en respuesta a ese amor nuestra vida cambia de dirección y se orienta a buscar ya no solo el bien personal, sino a descubrir al verdadero amor que es querer el bien para el otro.

Un sacerdote en nuestros tiempos tiene que saber dialogar con las distintas percepciones que se van dando en nuestros círculos sociales y mostrar que Dios siempre está presente, que Dios no excluye a nadie y por lo tanto, el sacerdote tiene el reto de ser canal, de mostrar ese mismo amor de Dios.

Diác. Adrián A. Garza Morales 

 

 

Para un mundo necesitado del Evangelio: el Evangelio. 

El Evangelio es Cristo. El mayor reto que encuentro es no perder la identidad como amigo, discípulo y apóstol de Jesús. Cada vez que un consagrado pierde su identidad, el mundo pierde un poco el Evangelio. Creo que ese es el mayor reto que yo encuentro… mientras tengamos la mirada en Jesús, nuestra vida reposada en su pecho, discípulos de su Sagrado Corazón y, como nos enseña nuestra Madre, haciendo lo que Él nos diga, el mundo siempre será alimentado por la alegría del Evangelio: Cristo.

Diác. Antonio de Jesús Peña Díaz  

 

 

 

Presentar un Cristo Vivo 

Uno de los desafíos más importantes del siglo XXI, será la indiferencia religiosa y el empirismo reacio, donde tenemos que enfrentarnos con una Iglesia que ya no le importa nada; una sociedad que vive sin que le importe nada; con jóvenes que no les interesan las cosas que no les puedas comprobar de alguna manera, por eso tenemos que renovar más que nunca nuestros métodos, nuestras expresiones, nuestro ardor por el Evangelio, que no es otra cosa que poder presentar a un Cristo vivo y real en la vida de todos nosotros.

Diác. Jorge Ricardo González López 

 

 

 

Ser creativos para transmitir el Evangelio

Los retos que tenemos son muchos y variados, es menester ser creativos si queremos llevar nuestra experiencia de Dios al mundo. El primer reto es ser hombres de Dios, es cuidar nuestra espiritualidad y estilo de vida para ser un buen testimonio de Cristo. Debemos amar a Dios y a la Iglesia y estar dispuestos a sacrificarnos por ellos.

Considero que un gran desafío es “traducir” el Evangelio al lenguaje de hoy, de tal manera que pueda ser digerible y atractivo para cualquier persona independientemente de su educación o condición social.

El internet revolucionó la manera no solo de comunicarnos, sino de vivir, por ello debemos ser lo suficientemente astutos para transmitir el mensaje íntegro de Jesús, utilizando los medios modernos. Además, es una obligación estar al pendiente de los avances científicos y tecnológicos, ello en virtud de ofrecer luces que iluminen el camino a seguir.

Diác. Rodolfo Guadalupe Amador García

 

Ser testigos del amor de Dios 

Hoy en día, el mundo está viviendo incertidumbre, indiferencia, soledad, falta de compromiso, de fe, de esperanza y de amor. Considero que un desafío para el sacerdote joven es ser testigo del amor de Dios, de que, en medio de toda tormenta, Jesús va en la misma barca, sereno, confiando en el Padre, que no estamos solos, que nunca se ha ido y camina a nuestro lado.

Se necesitan sacerdotes alegres, llenos de fe, enamorados de Jesús, de la Eucaristía, que transmitan esperanza y que practiquen la caridad; sacerdotes humildes, que no busquen ser servidos sino que vivan sirviendo a los demás, que estén dispuestos a desgastar su vida por el otro, por el más necesitado; que al predicar, los demás escuchen las palabras de Jesús y no las nuestras, que vean las acciones de Jesús y no las nuestras, sacerdotes que reflejen los sentimientos de Jesús y no los nuestros. Que en cada gesto, cada detalle y en todo momento, las personas no se sientan solas, que se sientan amadas por Dios, que experimenten la presencia y la compañía de un Dios que ama, que perdona, que espera con los brazos abiertos para celebrar, para sanar y para abrazar con amor.

Diác. Oziel Rodríguez Martínez

Habitar donde Cristo habita 

Los desafíos que tiene un sacerdote, no varían mucho de los desafíos que tienen los católicos comprometidos. Pero quisiera mencionar al menos uno de los grandes desafíos de los que un joven sacerdote necesita cuidarse, es el no deslumbrarse por las aparentes ofertas que en nuestra sociedad ciegan a más de alguno.

Un claro ejemplo de esto es que si bien, las grandes potencias tienen puesta su mirada en la colonización de otros planetas, el auténtico cristiano (incluido el sacerdote) debe de aprender a poner su mirada, hacia abajo. Debe atreverse a poner la vista donde nadie quiere ver, hacer visibles a los que el mundo quiere hacer invisibles (los pobres, los migrantes, los marginados), porque los considera “descartables”.

El reto es este, salir sin deslumbrarse por las ofertas que se anclan a nuestro egoísmo. Lo realmente importante es anclarse en Jesucristo para habitar donde Cristo habita. Para terminar deseo citar al Cardenal Ratzinger en una de sus homilías cuando habla sobre la amistad con Cristo:

“El Hijo de Dios, es el hombre verdadero. Él es la medida del verdadero humanismo. No es «adulta» una fe que sigue las olas de la moda y la última novedad; adulta y madura es una fe profundamente arraigada en la amistad con Cristo. Esta amistad nos abre a todo lo que es bueno y nos da el criterio para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad”.

Diác. Gilberto Eliud Gómez Pérez 

06 Nov 2020

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El martirio es la respuesta a la llamada de Dios que invita a seguirlo en medio de tantas contrariedades de la vida. El mártir es aquel que experimenta en su corazón el ardor del amor de Dios, a tal punto que le hace capaz de dar la propia vida por causa de Cristo y de su Iglesia.

A lo largo de la historia de la Iglesia, numerosos hombres y mujeres han abrazado el don del martirio entregando su vida por amor a Dios.
Ellos son ahora para nosotros ejemplo del seguimiento de Cristo, y nos recuerdan que todos somos llamados a dar testimonio de lo que hemos visto, oído y experimentado. Quienes aspiramos al sacerdocio y nos formamos en el Seminario de Monterrey, hemos descubierto en san Teófimo mártir, este modelo de entrega al Señor.

Celebrar la fiesta en honor a san Teófimo es un motivo de gran alegría para todos nosotros, pues nos recuerda un aspecto fundamental de la vocación a la que nos sentimos llamados: el ser testigos del amor de Dios en medio del mundo. Así, nuestro santo patrono nos motiva a seguir esforzándonos en cada momento de la formación, para que seamos verdaderos testigos del Señor para los demás.

Aunque este año, debido a la pandemia, no pudimos vivir una celebración como todos los años junto a nuestros hermanos menores, nuestras familias, bienhechores, trabajadores del Seminario, sacerdotes de Monterrey y tantas otras personas que aman a nuestro Seminario, sabemos con certeza que nos une a todos ellos la comunión de la oración, pues a pesar de no estar reunidos físicamente, compartimos, cada quien desde su hogar, una misma alegría.

Cada año las fiestas de san Teófimo nos motivan a seguir entregando la vida por Cristo y este año no debe ser la excepción. Hoy más que nunca debemos ser testigos del amor de Dios para el mundo, en medio de tanto sufrimiento y dolor que ha dejado esta pandemia. Por eso, pidámosle al Señor que por intercesión de su santo mártir Teófimo, nos conceda un corazón fuerte y valiente para atravesar esta tempestad y un corazón lleno de esperanza que sepa escuchar la voz de Jesús que dice: ¡Ánimo! Soy yo, no tengan miedo. (cfr. Mt 14, 27).

Erick Alfonso Rivera Ortiz
3ero de Filosofía

12 Ene 2017

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Por: Departamento de Comunicación.

Son ya casi tres años desde que la Arquidiócesis de Monterrey, recibió por última vez, la noticia que dos sacerdotes eran llamados a la consagración y vida episcopal en vistas al servicio y crecimiento a la santidad de la Iglesia. Ahora, desde el mes de octubre del pasado año, su Santidad Francisco, vuelve a llamar a dos sacerdotes, originarios de Allende, N.L., a alcanzar la plenitud sacerdotal, teniendo como principal valor el servicio a nuestra Iglesia.

Mons. Oscar Tamez y Mons. Heriberto Cavazos, han recibido la consagración episcopal por medio de la imposición de las manos y la oración consacratoria de parte del Sr. Arzobispo Don Rogelio Cabrera López, el día 11 de enero de nuestro presente año.

Alrededor de 45 Obispos provenientes de las diferentes diócesis de nuestro país y la notable presencia de Mons. Franco Coppola, Nuncio Apostólico en México, sacerdotes y una gran multitud de fieles se reunieron para presenciar este bello acontecimiento en la Basílica de Guadalupe, en la Colonia Independencia.

En la homilía, el Nuncio Apostólico animaba a los nuevos obispos a entregarse por amor sirviendo a la Iglesia, ya que “solo el obispo que ama como Dios ama, reconocerá la acción de Dios”.

Se esperaba que los nuevos obispos nos compartieran algunas palabras, y así sucedió; en primer lugar, Monseñor Heriberto, con gran simpatía, agradeció a su familia de sangre por todo el apoyo que le ha brindado, como también a su familia del Seminario de Monterrey en donde estuvo 12 años como seminarista y otros 12 como director espiritual. Y por su parte, Monseñor  Óscar también agradecido con la Iglesia, hizo una petición especial a toda la comunidad congregada: “pidan por nosotros para que podamos servir a la Iglesia, como la Iglesia lo necesita”.

Agradecemos a Dios porque “nos ha mirado con misericordia” al permitirnos recibir tal gracia para nuestra Iglesia. Ahora en el naciente ministerio episcopal de Mons. Óscar y Mons. Heriberto, hemos de orar por ellos y que nuestra oración sea la forma de hacerles saber que no están solos, nuestras súplicas les acompañarán siempre.

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27 Dic 2016

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Por: Departamento de Comunicación

El año 2016 para nuestro Seminario de Monterrey fue un año lleno de muchas bendiciones.

Nos encomendábamos a Dios en el inicio del segundo semestre del ciclo escolar 2015-2016. Dábamos inicio en el mes de enero con la Semana de Ejercicios Espirituales en donde llevados por la reflexión y el Espíritu Santo, proyectamos personal y comunitariamente nuestro año. La imposición de sotanas a nuestros hermanos del Seminario Menor y la admisión como candidatos de hermanos teólogos fue un acontecimiento vocacional nos animó a cada uno con nuestro proceso formativo.

Con mucha ansia esperábamos el inicio del mes de febrero. Al inicio de este mes se llevaba cabo el Encuentro Vocacional Sacerdotal que reunía a varones con la inquietud de la vida sacerdotal. Después, como cada año, en este mes, se acercaban las actividades propias de la Colecta Anual: la semana de oración por las vocaciones sacerdotales, visita a los colegios católicos y nuestra presencia en las diferentes parroquias de nuestra Arquidiócesis, sin lugar a dudas, fue una experiencia en donde observamos el amor que nos tiene el Pueblo de Dios y nos deja el firme compromiso de seguirnos formando a semejanza de Cristo Buen Pastor.

No podemos dejar para el mes de febrero sin mencionar la visita del Papa Francisco a nuestro país. Entre las diferentes actividades que su Santidad tuvo en territorio mexicano, participamos del Encuentro con sacerdotes, religiosos y seminaristas en la ciudad de Morelia, Michoacán. Aunque cansados, las palabras del Papa Francisco calaron hondo en el corazón de cada uno de nosotros cuando nos exhortaba: “No queremos ser funcionarios de los divino, ni somos ni queremos ser nunca empleados de la empresa de Dios, porque somos invitados a participar de su vida”. ¡Los seminaristas salimos al encuentro del Vicario de Cristo, de Pedro mismo! Una experiencia que estamos seguros nadie olvidará.

Este acontecimiento trajo a nosotros un corazón sumamente agradecido que compartimos en las comunidades en las Misiones de Semana Santa, ahí nos encontramos con el pueblo de Dios, le escuchamos, consolamos y servimos, nos alegramos con la Iglesia por la salvación que nos trajo el Señor con su muerte y resurrección. Después de esta intensa semana, nos fuimos a compartir unos días junto a nuestras familias.

Se acercaba la fiesta de San José, obrero, el tradicional novenario, las competencias deportivas y la convivencia fueron una oportunidad para reflexionar sobre el trabajo. En este mes de mayo, una representación de seminaristas acompañamos a Mons. Jorge Alberto Cavazos Arispe, quien tomaba posesión como obispo de la Diócesis de San Juan de los Lagos, Jalisco, en su primer mensaje, recordó a nuestra arquidiócesis y con cariño particular agradeció al Seminario de Monterrey.

Una vez terminado el ciclo escolar 2015-2016, era momento de preparar las actividades del verano. Antes en un ejercicio de sinodalidad, junto a nuestras familias fuimos convocados a la II Asamblea del Seminario, durante estos días hablamos sobre el papel fundamental que juegan nuestras familias en la nuestra formación sacerdotal, nuestras familias externaron sus inquietudes y en oración encomendamos los nuevos proyectos formativos bajo el binomio Seminario-Familia.

Ya en el verano, alumnos y formadores participamos del Curso Básico de Pastoral Vocacional que nos dio las herramientas necesarias para los trabajos de las misiones de verano que en esta ocasión tendrían la característica de “Misiones Vocacionales”. A lo largo de tres semanas, estuvimos presentes en 10 zonas pastorales de nuestra diócesis visitando parroquias, llevando el mensaje vocacional e invitando a los jóvenes a descubrir su vocación y a comenzar un proceso de discernimiento vocacional para saber el sueño que Dios ha tenido para cada uno. Al mismo tiempo que se llevaban a cabo las actividades del verano, se realizaba el Pre-Seminario, una actividad para los alumnos que iniciarían su proceso formativo en el Seminario Menor el próximo mes de agosto.

Esto es un poco de lo que sucedió hacia la mitad del año 2016. Terminábamos un ciclo escolar y comenzábamos uno de la mano de Dios, bajo la protección de nuestra Madre Santísima. ¿Quieres saber lo que vivimos en esta segunda parte del año? No te pierdas la siguiente nota en donde te lo contaremos.

08 Dic 2016

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La Santa Sede, a través del “L’Osservatore Romano” y en torno a la celebración de la Inmaculada Concepción, ha dado a conocer la nueva “Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis” que dará luces a todos los seminarios del mundo para la formación de los futuros pastores del Pueblo de Dios.

La nueva ratio, anhelada y esperada para muchos formadores y seminaristas del mundo, es el documento de la Iglesia que establece los nuevos criterios para la formación en los Seminarios.

¿Por qué este documento ha generado grandes expectativas?

Desde hace treinta años, en 1985 se actualizó la antigua ratio y, aunque la Iglesia contó con grandes aportaciones, como es el caso de la exhortación apostólica post-sinodal “Pastores Dabo Vobis”, entre otras; requería ya un documento que actualizara y aportara luces muy concretas, por las nuevas realidades que viven los jóvenes en formación, los sacerdotes en la pastoral y por el mundo cambiante en el que vivimos.

Este documento de la nueva ratio, tiene su génesis en la reunión de Aparecida, cuando la Iglesia con la luz del Espíritu busca una renovación en el caminar del cristiano, la cual entiende, que en la época actual y para dar respuesta al mundo, requiere una Iglesia de discípulos y misioneros.

Para quienes desean ser servidores de Cristo y anhelan el Sacerdocio como medio de santificación, la nueva ratio establece que el elemento discipular-misionero está en la formación. La nueva ratio da un vuelco a la formación actual, tan orientada a las etapas académicas en los Seminarios y que establecía prácticamente, como único criterio evaluación, el ámbito intelectual. Lo medular de este nuevo proceso es que al discípulo en el Seminario se le evalúa por su madurez humana y vocacional y no solamente por su madurez intelectual.

La gran novedad de este documento es que establece, además de la etapa inicial, las etapas “discipular” y “configurativa” en lo que hoy se conoce como filosofía y teología resumida en un sexenio. Y al finalizar la formación en las etapas “pastoral” o “de síntesis vocacional”.  Todas unidas por un itinerario y un camino gradual y unificador para que no queden como etapas aisladas y descoordinadas unas de otras, sino tener un solo camino en el Señor.

El documento agrega que la formación del discípulo no termina en el Seminario, la formación permanente es para toda la vida e inicia en el momento de su ordenación.

Finalmente, consideramos que este documento trae gran esperanza, porque renueva la visión de la formación del sacerdote, que más que un cúmulo de programas busca una nueva actitud en el discípulo-misionero.

01 Dic 2016

HELLO! 1

Por: Juan Rogelio Ramírez Gaytan, seminarista (Experiencia Eclesial).

Sin duda, el tiempo de Adviento es la llave del año litúrgico, ya que aparte de prepararnos para conmemorar la encarnación del Hijo de Dios en nuestra carne, también meditamos los orígenes de nuestra salvación. Y uno de los grandes misterios que encierra la llegada de Jesús a la tierra, es el de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.

En este dogma de fe celebramos a María, preservada de toda mancha de pecado desde el primer instante de su concepción. Ella es para nosotros la aurora de la salvación desde los orígenes del universo, es la mujer esperada que nos narra el Génesis 3, 15.

Estas son las palabras con las que el Papa Pio IX, el 8 de diciembre de 1854, en su bula “Ineffabilis Deus”, proclamó este dogma:

“Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles.”

La presencia de María en la historia de la salvación es importantísima, ya que por su “SÍ” a Dios, se cumple el plan divino que Dios realiza en favor de los hombres. Ella “viene a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar” de tantas acechanzas del maligno.

María es Inmaculada porque Dios así lo dispuso: “Dios Hijo que iba a venir al mundo, tenía que encarnarse en el vientre de una mujer pura. Ella fue predestinada a ser intacta, sin mancha de pecado alguno”.

Es, entonces, cuando María se convierte para nosotros en modelo de pureza y nos muestra el claro camino para llegar a tener un corazón puro para que podamos recibir a Jesucristo y llevarlo a donde quiera que vayamos, como ella lo recibió en su seno virginal. Podemos llegar a decir que la vida del cristiano puede ser fácil, siempre y cuando amemos las virtudes que Dios tanto amó en María.