- BY Seminario de Monterrey
- POSTED IN Blog, Seminario
- WITH 0 COMMENTS
- PERMALINK
- STANDARD POST TYPE
HELLO! 1
La primera vez que conocí Sl Seminario yo tenía 11 años, fue el día en que mi primo Luis Andrés ingresaba a la formación sacerdotal y quedó grabado en mi memoria. Observé ese lugar tan enigmático para un pre adolescente; sus largos pasillos, los murales y vitrales, el ambiente de alegría e inquietud de todos los jóvenes que iniciaban su formación, los jardines, las canchas deportivas y la multitud de gente que nos disponíamos a celebrar la eucaristía de apertura del ciclo escolar 1989-1990, ese día inició mi historia vocacional.
La inquietud por ser sacerdote no solo se presentó ese día, sino en muchas ocasiones posteriores en que, como familia, asistimos a convivencias y obras de teatro que ofrecía el Seminario con ocasión de fiestas patronales y posadas, en ellas resonaba en mi mente la frase: “ven y sígueme”. También, en muchas de esas ocasiones yo me trataba de convencer a mi mismo de que quizá me equivocaba al sentir “algo”, y continuaba mi vida en los grupos parroquiales, o bien, en el colegio, en la prepa y después realizando mis estudios profesionales.
En todo ese recorrido, desde los 11 hasta los 22 años, participé en retiros de los grupos juveniles de la parroquia Corpus Christi en Monterrey; también fui de misiones a la Sierra de Durango con un grupo llamado Emaús, conformado por amigos que éramos exalumnos Lasallistas; participé en fiestas y reuniones juveniles, fiestas de universitarios, congresos y eventos culturales. Viajé al extranjero para estudiar inglés, en donde tuve la oportunidad de conocer gente de todas partes del mundo, pude apreciar sus puntos de vista y dialogar con apertura y tolerancia, pero en todos esos momentos permanecía la sensación de que Cristo me estaba preparando para algo más. También tuve buenas amigas con las que, en diversas ocasiones, pude experimentar una relación recíproca de compartir lo más profundo de mi ser y recibir lo más profundo de su ser.
El año de 1999, el Padre Héctor Pérez, hoy obispo auxiliar de la Arquidiócesis de México, nos hizo una invitación a algunos amigos y amigas, para asumir la coordinación de un grupo de jóvenes catequistas en Corpus. Ese fue el año de la decisión. La experiencia de que un presbítero depositara en nosotros la confianza de organizar la catequesis infantil, fue crucial, me inspiró y me dio luces para responderle a Cristo que me había estado invitando a seguirlo. También me impulsó la decisión de otro de mis primos, José Luis, quien en ese momento estaba a punto ingresar al Seminario. Por ello, en el año 1999-2000, me decidí a vivir el proceso vocacional, dejando que el Espíritu Santo me iluminara.
El Seminario fue una época maravillosa de crecimiento personal, descendí a las profundidades de mi historia, toqué mis heridas, vi resurgir cualidades enterradas, tuve grandes amistades, algunos hoy son sacerdotes, otros buenos laicos de parroquia, todos brindándome la oportunidad de crecer. Esto me configuró y me preparó para iniciar la vida como presbítero el 14 de agosto de 2010, día en que recibí el orden sacerdotal con el rostro lleno de ilusión, con las ganas de seguir a Cristo siendo signo de su presencia vivificante, ahí mismo fui nombrado vicario parroquial de la parroquia Santa Catarina Mártir, la cual fue mi segunda escuela de formación, y en la que junto con la comunidad viví una infinidad de experiencias que forjaron mi carácter en la caridad pastoral.
Después, la experiencia de estudios en Roma, por la cual estoy profundamente agradecido, significó no solo la especialización de contenidos académicos sino una experiencia eclesial internacional de gran valor.
Posteriormente, los años que tuve la oportunidad de colaborar en la formación en el Instituto de Teología y más delante en el Seminario Menor, fue intensa en cuanto fraternidad sacerdotal y amistad vocacional, mientras que durante los años en los que fui enviado a realizar estudios de doctorado a la Universidad Pontificia de México y mi colaboración acompañando a Mons. Alfonso Gerardo Miranda Guardiola en la CEM (Conferencia del Episcopado Mexicano), pasé por momentos de concentración y silencio, de escucha y atención a la voz de los señores obispos, así como de colaboración y comunicación en foros a nivel nacional, todo ello provocando en mi la necesidad de dejar en manos de Dios los factores que no puedo controlar y dedicarme a realizar lo mejor posible lo que sí está en mis manos realizar.
Después, don Rogelio me dio la oportunidad de concentrarme, durante un semestre, exclusivamente a terminar mi tesis doctoral, habitando en la residencia sacerdotal de la UIC, con los Misioneros de Guadalupe. Esta experiencia fue nutrida de fraternidad y amistad sacerdotal, pero también de arduo trabajo de redacción y revisión de mi investigación.
Más delante, hacia junio de 2022, terminé mi tesis y fui nombrado vicario parroquial de la parroquia universitaria San Juan Bosco. Durante este tiempo defendí la tesis, viví un sinfín de experiencias que me ayudaron a tocar la realidad en los ambientes universitarios, así como del ambiente eclesial resultado de la post-pandemia, y tuve nuevamente la oportunidad de construir lazos de amistad con mis hermanos sacerdotes compañeros de residencia, Alex y Edgar.
Finalmente, en marzo de 2023, don Rogelio me comunicó que sería enviado de nuevo al Seminario Mayor de Monterrey para servir a los seminaristas como acompañante espiritual. Esto, por supuesto que me agradó, pero debo admitir que también me produjo cierto sentimiento de inestabilidad, así, ahora me encuentro ya estabilizado sirviendo como padre espiritual en el Seminario Mayor. En todo este caminar vocacional ciertamente ha habido momentos difíciles que han exigido fuerza de voluntad, pero ha abundado más la alegría de saber que estoy con Él, el Maestro, el Hijo de Dios, quien me ha dado una nueva vida, cada día me reconcilia con mis fragilidades y me da nueva fuerza para servir a su pueblo.
Pbro. Jesús Treviño Guajardo
Coordinador de la Dimensión Espiritual del Seminario de Monterrey
y Director Espiritual de la Etapa Configurativa