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HELLO! 1
Por: Juan Alejandro Alejos Zamarripa, seminarista (2º Filosofía)
Estamos por iniciar la Semana Mayor, la Semana Santa, y con ello el trabajo de misiones, en donde los seminaristas participamos con nuestro apostolado en las diferentes parroquias y comunidades con los oficios litúrgicos, actos de piedad, temas o charlas, para que junto con la comunidad nos preparemos a vivir de manera nueva y consciente el misterio y centro de nuestra fe, la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor.
El tiempo de misiones inician con el Domingo de Ramos, en la celebración de la entrada triunfal del Señor a Jerusalén y se concluyen en el Domingo de la Resurrección; no se trata de cumplir con un requisito formativo, pues es una semana muy anhelada por el seminarista, una semana de encuentro, de reflexión, de fuerte oración y de enseñanza siempre nueva, en donde lo importante no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de la Resurrección que es primicia de la nuestra.
Siempre es una gran alegría compartir con el Pueblo de Dios la experiencia del Resucitado, que renueva nuestra fe nos impulsa a la caridad y nos llena de esperanza. En las misiones caminamos como hermanos, no tratándose solo de transmitir conocimientos, sino sobre todo vivir como Iglesia la experiencia de Jesús en donde aprendemos todos, la comunidad, los grupos, los seminaristas y sacerdotes.
Ya previamente nos hemos preparado en nuestro camino cuaresmal, con todo lo que la Iglesia nos propone, ahora es tiempo de meditar el misterio de amor que Dios ha tenido para con todos nosotros: su Iglesia; es también un encuentro con el otro, donde tenemos la oportunidad de llevar a los tristes, a los más alejados la alegría del Evangelio, el anuncio del Cristo vivo, que nos amó hasta el extremo (Cfr. Jn 15, 13). Éste tiempo, es para todo cristiano el momento culmen de nuestra fe, pues en ella se hace palpable el gran amor que Dios nos tuvo al entregar a su único Hijo para la salvación del hombre (Cfr. Jn 3, 16), pero también un momento privilegiado de amar al prójimo en donde Cristo se nos hace presente (Cfr. Mt 25, 45), por ello es de vital importancia para el seminarista la vivencia de la Semana Santa junto al Pueblo de Dios, pues la enseñanza es mayor que en aula de clase porque Cristo no es un concepto sino una persona, un modelo que nunca deja de sorprender, hasta en los acontecimientos aparentemente más ordinarios y sencillos Dios le habla a su pueblo, le enseña y lo acompaña.
Unámonos en oración unos por otros, pidiendo al Señor que nos permita tener un encuentro con Él y vivir intensamente esta semana, acompañándolo y dándole el primer lugar para participar en toda la riqueza de las celebraciones propias de este tiempo.
Nos encomendamos a su oración, cuenten con la nuestra.
Que el Señor nos bendiga.