10 Nov 2023

HELLO! 1

Cuando nosotros hablamos de martirio no podemos pensar en algo excepto al cristianismo. A lo largo de la historia de la Iglesia siempre hemos vivido persecuciones; de hecho, la Iglesia en sus años nacientes es perseguida (Hch 8, 1b). La misión y persecución en muchas veces van de la mano y la Iglesia tiene un llamado misionero por parte del mismo Hijo de Dios.

Pero, habría que preguntarnos ¿Por qué existen personas que derraman su vida por el Hijo de Dios? ¿Por qué aguantar tanto sufrimiento y cuestiones complicadas por permanecer firmes en la fe?

Quizás para el mundo de hoy las preguntas hechas son contestadas con cierta ridiculización; pero, para un verdadero cristiano el defender la fe es algo esencial, aún y cuando en ocasiones termina de manera trágica.

De allí la importancia de saber que el fundamento del martirio es el Misterio Pascual de Cristo. Ya que en la pasión del Señor el mártir encuentra el ejemplo de parte del Maestro para poder soportar la prueba tan grande que se le esta presentando. El mismo Cristo acude a su Padre para que le ayude en la entrega que esta a punto de hacer (Mt 26, 39c). De modo espiritual, el cristiano jamás ha de dudar que el Padre, que es uno amoroso, se encuentra siempre cercano a nosotros y que, a pesar de la complicación que se vive, la cual trasciende nuestra capacidad; el mártir y todo cristiano esta llamado a velar en los momentos de Pasión que uno vive.

La Cruz del Señor es el momento de la perfección humana para el mártir, es el momento en el que el cristiano ha decidido tomar su cruz, cargarla y en ese momento; morir por el Señor, derramar la sangre antes que pecar, dar su vida en lugar de negar a Jesús, el Camino Verdad y Vida (Jn 14, 6b). La Cruz del Señor es el modelo a seguir y es la vida que el mártir ha decidido tomar; es, por lo tanto, la excelencia alcanzada en nuestro mundo al hacer vida los padecimientos de Jesús y entregar la vida como el mismo Hijo de Dios lo hizo.

Pero, falta un punto fundamental, el mártir es consciente que, después del derramamiento de su sangre, la misericordia mira a su corazón por su sacrificio (2 Mac 7, 29). Pero, este fundamento se sustenta en la Resurrección de Jesús, como bien dirá Pablo, si Jesús no resucitaba nuestra fe sería vana (1 Cor 15, 14); sin la Resurrección de Cristo no se daría el intercambio salvífico del que hablan los Padres Capadocios en el s. IV. Por eso, el mártir al entregar su vida viviendo los padecimientos de Cristo, tomando su cruz a tal grado de dar la vida como el Maestro, merece la corona, pues ya que todo aquel que sea perseguido por el Señor tendrá un gran premio en el Cielo (Mt 5, 11-12).

El Misterio Pascual del Hijo de Dios es el fundamento del martirio y de la defensa de nuestra fe. A lo mejor en nuestra época actual, en nuestra nación, los católicos no somos perseguidos a tal grado de derramar nuestra sangre y dar la vida por Jesús (algo que si sucedió hace casi 100 años). Sin embargo, si estamos llamados a defender nuestros principios doctrinales, llamado a defender la Verdad dada en al Revelación que encuentra su plenitud en Jesús el Hijo de Dios. Aún y cuando -humanamente- le demos gracias a Dios porque no se viva una persecución; debemos de ser conscientes que debemos de confesar nuestra fe.

El confesor es aquel que decide seguir a Jesús, es el que ha decidido defender los mandatos del Señor aún hasta derramar la sangre. La diferencia entre confesor y el mártir es la distinción en que uno ha derramado la sangre y el otro no. En este sentido, nuestra fe ha de ser siempre defendida conscientes que la recompensa está en el Cielo.

Uno ha de tener en cuenta que todo mártir y todo confesor llega a tal plenitud en la fe ya que tiene una relación personal con Cristo. Por eso, sería bueno preguntarnos: ¿Qué tan profunda es mi relación con el Hijo de Dios? ¿Realmente mi espiritualidad me ayuda a defender mi fe a pesar de las consecuencias? El llamado a formarse es para todos, un llamado principalmente enraizado en tener una íntima relación con Jesús, que nos ha llamado para estar con Él  (Mc 3, 14).

Que Jesús nos siga ayudando para poder defender nuestra fe, que Él nos ayude a seguir encontrando en su Pasión el fundamento para soportar las pruebas y persecuciones; que nos ayude a encontrar en su Cruz el árbol de la Vida, madero que me permite saber que he seguido las huellas del Maestro; y, sobre todo, que nos ayude a comprender que la corona de la Salvación se puede dar al defender nuestra fe, al ponerlo siempre a Él por encima de todo.

Jesús Humberto Vega Reyes

3ero. de Teología

04 Nov 2019

HELLO! 1

Hablar de «mártires» o «martirio» en la Sagrada Escritura puede a simple vista resultar algo extraño o ajeno a su historia y contenido, y cuándo escuchamos esos términos, estamos acostumbrados a pensar en la “época cristiana”, concretamente en las grandes persecuciones de los siglos III-IV de nuestra era. Lo primero que viene a nuestra mente es la confesión de la fe cristiana que llevó a hombres y mujeres a derramar su sangre, antes que renegar de Jesús, como el Señor de sus vidas.

Sin embargo, en la Sagrada Escritura encontramos una evidencia en el segundo libro de los Macabeos, donde vemos al anciano Eleazar y a siete hermanos (cf. 2Mac 6,18-7,42) confesar su fe bajo riesgo de su vida. Tanto el anciano como el joven declaran: «abandono valientemente mi vida, dejo un ejemplo a los jóvenes al morir generosamente con ánimo y nobleza por las leyes venerables y santas… Entrego mi cuerpo y mi vida por las leyes de mis padres invocando a Dios para que pronto se muestre propicio con nuestra nación, y que tú con pruebas y azotes llegues a confesar que él es el único Dios» (cf. 2Mc 6,27-28; 7,37).

En el ejemplo y las palabras de estos hebreos – del s. II a.C. – encontramos la esencia de lo que en época cristiana será la esencia del martirio: una confesión de fe sin temor a la muerte, en la disposición perder la vida antes que renegar la fe. Incluso en el detalle de los «alimentos prohibidos» – propuestos al anciano Eleazar como signo externo de abandono de la fe – encontramos lo que será la esencia de la crisis de las siete comunidades cristianas de Asia, presionadas a tomar el «alimento idolátrico» del Imperio (cf. Ap 2,20). Sabemos a donde llevará el rechazo de dicho alimento: «ellos vencieron gracias a la sangre del Cordero y a la palabra del testimonio (martyria) que dieron, porque despreciaron su vida ante la muerte» (cf. 12,11); la victoria de los discípulos de frente a la comida idolátrica del dios imperio se alcanza con la propia vida. Así – tanto en Macabeos como en Apocalipsis – podemos constatar que en la Escritura el «martirio-mártir» tiene que ver con la fidelidad, la vida entregada, la sangre derramada, no son sino una expresión de una fidelidad radical, de un orden de valores que pone a Dios a la cabeza de las diversas opciones y realidades vitales, y que ordena la vida hacia Él, rechazando todo lo pueda apartarlo de Él.

Lo anterior vale tanto para el Primero (AT), como para el Segundo Testamento (NT), sin embargo cabe hacer una distinción, subrayar una novedad que está implícita en el texto del Apocalipsis y que define la “nueva esencia” del martirio cristiano: «ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero» (cf. 12,11).

Los mártires cristianos no son “faquires” o “estoicos” que tienen resistencia al dolor físico, al grado de no temer a enfrentar una muerte violenta. No es dicha capacidad lo que constituye el martirio cristiano de acuerdo al Nuevo Testamento. Si fuera así, el martirio sería la exaltación de una resistencia humana frente al dolor o sufrimiento. Y esto no sería cristiano.

El himno del Apocalipsis declara que la victoria de los mártires es la victoria de Cristo, vencer en virtud de la sangre del Cordero, es afirmar que los mártires cristianos participan de la victoria de Cristo, que ser «mártir» no es un “título personal’, sino una vinculación con «Cristo mártir». Véase que se habla de la sangre del Cordero, que no es otra cosa sino una referencia a la Cruz de Cristo.

¿Qué significa esto y cómo ilumina el martirio?
El martirio ya una realidad presente en Israel en época pre-cristiana. Vencer en virtud de la sangre derramada de Cristo, es una forma de señalar que los mártires cristianos encontraban en el amor redentor de Cristo – un amor que lo llevó hasta el don de su vida en la Cruz – su fuerza e inspiración.

El martirio que enfrentaron fue su forma de responder al amor de Aquel que los había amado primero, de Aquel que los había amado hasta el final.

Pbro. Carlos Alberto Santos García