22 Dic 2023

HELLO! 1

El 25 de diciembre, el mundo entero se paraliza (creyentes o no) ante el acontecimiento que ha marcado a toda una era y una sociedad. La Navidad, como fecha del nacimiento del Redentor, constituye el cabal cumplimiento de la gozosa espera por siglos que la humanidad hizo de su Dios. Hoy en día, anhelamos la venida definitiva o escatológica; es decir, del fin de los tiempos, por eso es que como Iglesia, hacemos memoria del acontecimiento ocurrido hace dos mil veintitrés años, pero también esperamos el retorno glorioso del Señor. La Octava de Navidad es un período litúrgico que comienza el día de Navidad y dura ocho días, concluyendo el 1 de enero. Durante esta Octava, la Iglesia celebra la solemnidad de la Santa Madre de Dios, en la que se honra a la Virgen María como Madre de Dios, es decir, como la Theotokos.

Durante esta Octava, la liturgia nos invita a reflexionar sobre la vida de la Sagrada Familia y las virtudes de la vida familiar. Ya que debemos ser conscientes de que la Navidad no ha terminado. Es tan grande este acontecimiento, que la Iglesia le reserva estos días para seguir con un espíritu festivo, pero también de múltiples virtudes que ejemplifican la auténtica vida cristiana. Los Evangelios nos cuentan muy poco sobre la vida de Jesús desde su nacimiento hasta el comienzo de su ministerio público, pero lo poco que sabemos nos sirve como modelo para imitar en nuestras propias familias.

La Virgen María, como Madre de Dios y de los seres humanos, guarda en su corazón todas las dificultades y problemas de la humanidad, y medita sobre ellos. Ella nos acompaña y nos guía con ternura materna hacia el futuro, sosteniendo nuestra esperanza en el Señor de la historia.

La Navidad, celebrada en todo el mundo, es un momento de alegría, reflexión y renovación. En la tradición cristiana, marca el nacimiento de Jesucristo, un evento lleno de significado espiritual y simbolismo. El Papa Francisco, en repetidas ocasiones ha compartido numerosas reflexiones sobre la Navidad y la Octava de Navidad, ofreciendo perspectivas que van más allá de la celebración festiva para abordar temas más profundos y universales, trascendiendo así solo de la celebración del 24 de diciembre por la noche y el mismo día 25.

En sus mensajes navideños, el Papa Francisco destaca la importancia de redescubrir el verdadero significado de la Navidad en medio de las distracciones comerciales y materiales que a menudo la rodean. En lugar de enfocarse únicamente en regalos y festividades, el Papa nos insta a reflexionar sobre el significado espiritual de la celebración, recordando el mensaje central del nacimiento de Jesús: el amor, la humildad y la esperanza.

La Octava de Navidad, que se extiende hasta el 1 de enero, es una prolongación del espíritu navideño. Es un tiempo para profundizar en la experiencia del nacimiento de Cristo y permitir que sus enseñanzas permeen nuestras vidas diarias. El Papa Francisco nos anima a llevar el mensaje de la Navidad más allá de la fecha específica y a vivirlo a lo largo de todo el año. De esta forma, el como nosotros los fieles católicos, podemos compartir en el mundo secular la alegría de la navidad cristiana, permitiendo así, a quienes desconocen a Jesús, que el niño ha nacido por amor a nosotros.

En sus discursos, el Papa resalta la importancia de la solidaridad y la compasión durante la temporada navideña. Nos recuerda que la celebración no debe limitarse a nuestras familias y seres queridos, sino que también debemos extender nuestra generosidad y amor hacia aquellos que están en necesidad. En un mundo marcado por la desigualdad y la injusticia, el orbe católico debe atender a la necesidad de solidaridad, la cual resuena como un recordatorio de la responsabilidad compartida que todos tenemos hacia nuestros semejantes, incluso si no son cristianos.

La Navidad, según las enseñanzas del Papa Francisco, es un tiempo para la reconciliación y la paz. En un mundo dividido por conflictos y diferencias, la celebración del nacimiento de Cristo nos brinda la oportunidad de buscar la armonía y construir puentes entre comunidades y naciones. La Octava de Navidad, con su énfasis en la prolongación del espíritu festivo, nos anima a mantener viva la llama de la paz y la comprensión más allá de las festividades inmediatas. Además, destaca la importancia de la familia durante la Navidad. En un mundo cada vez más acelerado y tecnológico, nos insta a apreciar el tiempo de calidad con nuestros seres queridos, a fortalecer los lazos familiares y a ser conscientes de la importancia de los valores familiares en la construcción de una sociedad saludable y equitativa.

En resumen, las reflexiones del Papa Francisco sobre la Navidad y la Octava de Navidad nos invitan a ir más allá de las festividades externas y a sumergirnos en el significado más profundo de esta temporada. Nos insta a cultivar el espíritu de amor, solidaridad y paz, no solo durante estas fechas, sino como un compromiso continuo en nuestras vidas cotidianas. En sus palabras y acciones, el Papa nos recuerda que la Navidad es un tiempo para renovar nuestro compromiso con los valores fundamentales que nos conectan como seres humanos.

REFERENCIAS:

San Juan Pablo II, Homilía del 1 de enero de 1970, Solemnidad de María Madre de Dios.

Papa Francisco, Homilía del 1 de enero de 2019, Solemnidad de María Madre de Dios.

Luis Fabricio Torres Torres

1ero de Teología.

22 Dic 2023

HELLO! 1

La Navidad es sin duda, una época del año llena de tradiciones, celebraciones y, sobre todo, intercambios. Las personas alrededor del mundo se sumergen en el espíritu festivo, adornan sus hogares, comparten comidas y regalos, y se reúnen con sus seres queridos. Sin embargo, en medio de la vorágine de actividades y el bullicio consumista, es fundamental recordar el verdadero significado de la Navidad, un intercambio mucho más trascendental: el nacimiento de Jesucristo.

En la sociedad contemporánea, la Navidad a menudo se ha desvirtuado, eclipsada por las luces brillantes de los escaparates y el estruendo de las compras impulsivas. El consumismo desenfrenado ha amenazado con opacar la esencia misma de esta festividad, alejándonos de la reflexión sobre su origen sagrado. La historia detrás de la Navidad nos habla de un intercambio divino que ha dejado una marca indeleble en la historia de la humanidad: la Encarnación.

Los Padres de la Iglesia han denominado el misterio de la Encarnación como un “Intercambio Santo” (Sacrum Commercium), donde Dios mismo se hizo semejante a la humanidad, excepto en el pecado. Este acto divino no fue simplemente un gesto simbólico, sino un acto de amor supremo. Dios, en la figura de Jesucristo, se hizo uno de nosotros para que pudiéramos participar de Su divinidad: “Él, siendo de condición divina, no se apegó a su igualdad con Dios, sino que se redujo a nada, tomando la condición de servidor, y se hizo semejante a los hombres…” (Flp 2, 6-7) La Encarnación es un intercambio radical: Dios humaniza lo divino y diviniza lo humano.

Este misterio marca un punto de inflexión en la historia. Un nuevo comienzo se despliega cuando Jesús entra en la escena humana. El nacimiento de Jesús, celebrado en la Navidad, debería ser siempre la mayor alegría del hombre. En un tiempo en que la humanidad estaba sumida en la esclavitud del pecado y la muerte, Dios no permaneció distante. Por el contrario, salió a nuestro encuentro, asumiendo nuestra fragilidad y vulnerabilidad. Jesús experimentó todo lo que el ser humano conoce: la alegría y el sufrimiento, la risa y las lágrimas.

Así, la Navidad se convierte en un recordatorio de que, en medio de nuestras celebraciones terrenales, hay un regalo divino que trasciende cualquier intercambio material. Es un recordatorio de que, a pesar de nuestros errores y debilidades, Dios nos ofrece la oportunidad de participar en Su vida divina, podernos reconciliar con Él, haciéndonos capaz de entrar en una íntima relación con Él. La Navidad nos invita a reflexionar sobre este intercambio santo, que no solo transformó el curso de la historia, sino que también nos ofrece la esperanza de una vida renovada en comunión con lo divino.

En última instancia, mientras nos sumergimos en el intercambio de regalos y momentos entrañables con aquellos que amamos en esta temporada, permitámonos sentir la profunda resonancia en lo más profundo de nuestros corazones del verdadero significado de la

Navidad: el regalo divino manifestado en la figura tierna de Dios hecho un niño en un humilde pesebre.

En este intercambio celestial, Dios despliega ante nosotros el sendero resplandeciente del amor incondicional, la redención que abraza nuestras imperfecciones y la promesa de una eternidad colmada de esperanza.

La Navidad, en su esencia más conmovedora, nos insta a recordar y celebrar este intercambio santo que, con su majestuosidad en la sencillez, ha alterado de manera eterna el curso de la existencia humana. Nos incumbe a cada uno de nosotros adoptar este sagrado intercambio, permitiendo que Dios, con Su gracia, penetre en nuestros corazones, tocando, sanando, transformando y elevando nuestras vidas. Así, podremos, en algún momento, afirmar con convicción, al igual que los santos que nos precedieron, que nuestra historia personal se divide en un antes y un después de Cristo.

Axel Jaret Hernández Torres

1ero de Teología

08 Dic 2023

HELLO! 1

Llega diciembre, escucho a los hombres y mujeres decir que viene algo. Le pregunto a la inteligencia que todo identifica, recopila, selecciona, entrena y prueba. Pero no me sabe decir la Verdad. Encuentro que viene una remuneración económica a todo propietario de una nómina, veo a lo lejos paquetes de cena navideña; me estreso anticipadamente por las compras de pánico directamente proporcionales a mi desidia y vanidad.

Me viene al pensamiento una noche navideña con bebidas y comida; abrazos y besos; conversaciones, discusiones y reconciliaciones; rezos burocráticos y una suave brisa en el rostro; selfies, filtros y mentiras; y al amanecer, la inevitable pestilencia. Me abruma pensar que vendrá el fantasma de los abuelos, de mis padres, hermanos o hijos a exigir un lugar en la mesa y en la sala. Comprendo que los licores, los cocteles, el whisky, el tequila, el bote blanco o rojo terminarán en el resumidero después de un gancho al hígado, una vez que los riñones hagan su trabajo.

Me decepciona pensar que después de pagar en la tienda las bebidas alcohólicas, en la mañana siguiente me llegara una factura a mi cabeza, estómago y músculos; con debilidad, sed, nausea, vértigo e irritabilidad a modo de impuestos. Al menos me consuela saber que habrá algo que recalentar al siguiente día, que mis hijos, padres, hermanos, nietos, sobrinos recibirán un regalo. Pero como quisiera que su alegría por los regalos se extendiera a un eterno presente, que no terminara como la hierba que se hecha al horno.

Descubro que es vanidad. Me pregunto, ¿para qué esperar eso todo el año? Así como llega, así se va. Un festejo navideño más; pero el patio, la sala, la terraza, el asador, la cocina, las recámaras, las amistades y las enemistades, ¡permanecen donde mismo! Pareciera que es la misma historia, un capítulo que se repite. ¿Cómo reescribir el futuro? Si es que la ficción es realidad, ¿dónde está ese universo feliz? Mejor me acuesto con el abuelo, con mi padre, con mi madre, con mis amigos, mis hermanos o mis hijos que ya son felices debajo de la tierra, o arriba en el cielo.

Pienso en esos hombres y mujeres alegres, que se la pasan hablando y diciendo, gritando y presumiendo que algo llega; creo que no conocen de la vida. Necesitan saber que el mundo es triste, y no hay provecho alguno en lo que hacemos en nuestros contados días. Y llegó la feliz navidad y aquello que siempre ha sido, sucedió; aquello que siempre se ha hecho, se hizo. No hay cosas nuevas por hacer en una noche navideña.

Tiempo después, a lo largo del año, me encontré fuera de la espera navideña a esos mismos hombres y mujeres alegres. Los odié, los envidié y los maltraté. Les expresé mi frustración, les presumí mis conocimientos del mundo y les dije que todo es como si quisiéramos atrapar el humo con la mano.

Esos mismos hombres y mujeres alegres, sin que fuera su intención, me humillaron. No como lo hice yo, sino con una actitud tan tierna, como la que jamás volví a sentir de mamá y papá. Pareciera que las caricias que jamás volveré a sentir de mis hijos, abuelos o nietos, ellos las reprodujeron al instante y las clavaron en mi corazón. Les pregunté que era eso que esperaban con ansia y les llenaba de alegría que no acaba.

La respuesta de los hombres y mujeres siempre alegres me iluminó la mente y el corazón. Para entender su respuesta tuve que renunciar a mis conocimientos del mundo y vida. Los metí en una bolsa de basura y los aventé al contenedor más cercano. Porque no había conocido a hombres y mujeres que devolvieran bien por mal; comprendí que esa actitud no es de este mundo, no era de mi mundo.

Me aventuré a vaciar mi mente de vanidades y comencé a escuchar; me enseñaron a escuchar en el silencio de la noche y adentrarme en las oscuridades de mi corazón con una Luz que no se apaga. Los hombres y mujeres alegres no me dejaron solo. Gracias a ellos comprendí que hay algo distinto a las navidades de este mundo. Salí de mi ignorancia y comencé una espera que se extiende todo el año, que se renueva cada año hasta la eternidad.

¡Comprendí la verdadera espera que se presume, y que en verdad supera todo aquello que ahora considero basura!

Gracias a esos hombres y mujeres alegres, que tienen el sobrenombre de cristianos, descubrí que no se espera “algo”, sino “Alguien”.

Angel Salvador Martínez Chávez

2º de Teología.

Jn 14,6; 1Re 19,9-12; Mt 6,30; Qo 1-2; Ex 20,4; Rm 12,17; Jn 16,33; Jn 1,1-18; Flp 3,7-9

01 Dic 2023

HELLO! 1

Estén siempre alegres en el Señor. Otra vez se los digo: Estén alegres. Que su bondad sea conocida de todos. El Señor está cerca. (Flp 4, 4-5)

Finalizando la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo (en la cual reconocemos que nuestro fin último es participar de la Gloria del Hijo al final de los tiempos), ahora nos preparamos para el nuevo año litúrgico, específicamente el Ciclo B, iniciando con el tiempo de Adviento. Con ello empieza un tiempo de espera y preparación para una de las fiestas más emblemáticas del año, la Navidad; pero ¿es realmente necesario una dedicación exhaustiva de este tiempo litúrgico?, ¿es necesario el tiempo de Adviento?

Primero hay que responder a la pregunta ¿qué significa Adviento? La palabra tiene su origen en el latín, adventus, que significa venida, así mismo este tiempo inaugura un período litúrgico que abarca cuatro semanas y que tiene como finalidad celebrar la venidad del Señor, tanto en su aspecto histórico como en el escatológico[1].

Sin duda, el tiempo de Adviento tiene una pedagogía más que amplia, porque nos acerca a vivir fuertemente el misterio de la Encarnación, preparando nuestro corazón y vida. Esto se puede observar en la división de las dos grandes partes de este tiempo: la primera abarca desde las I visperas del primer domingo (de Adviento) hasta el 16 de diciembre, donde se celebra especialmente la venida escatológica de Cristo; es decir, su retorno en gloria y majestad (…) A partir del 17 de diciembre (hasta el 24), se centrarán un poco más en la preparación de la Navidad[2]. Respectivamente, la primera parte se le considera como feria menor, cuya liturgia de la palabra estará guiada por el profeta Isaías, yla segunda parte, la feria mayor, por los evangelios.

Observando el contexto del tiempo de Adviento, ahora sí podemos preguntarnos, ¿es necesario el tiempo de Adviento? Considero que sí. Es un tiempo para prepararnos al encuentro del Señor, donde hacemos vida la palabra “Maranatha” (Ven Señor), con un mayor énfasis en la esperanza de encontrarnos con Él llenos de júbilo: no es un tiempo gris o estéril, es la esperanza activa y recreativa, no es triste; es el tiempo de la “devota y gozosa espectativa”[3]

Para iniciar este tiempo de esperanza y conversión de corazón, necesitamos disponernos en este camino, respondiendo al llamado que Dios nos hace, como a los pastores (cfr. Lc 2,8-11). Lo menciona perfectamente Benedicto XVI: los pastores eran hombres de vigilia. En nosotros tiene que permanecer la vigilia de corazón, la capacidad de percibir las realidades más profundas, la capacidad de dejarse dirigir por la palabra de Dios[4].

También debemos esperar con alegría las bendiciones que Dios nos tiene preparados para este tiempo; por ello es necesario escuchar la voz de quien nos ha creado, para que, acercándonos al Padre, reconozcamos su amor en el Hijo, a ejemplo de la Virgen María: Alégrate, llena eres de gracia, el Señor está contigo (Lc 1, 28).

Vivamos esta espera con alegría de corazón, y que las palabras del apóstol impregnen nuestros compromisos en este tiempo de conversión, sobretodo con una actitud dócil y dinámica a la voluntad de Dios: Estén alegres. El Señor está cerca (Flp 4, 4b-5b).

Osmar Gregorio Rivera Hernández

3ero. de Teología


[1] Propio del tiempo de adviento, Liturgia de la hora de los fieles, p. 3.

[2] Propio del tiempo de adviento, Liturgia de la hora de los fieles, p. 3, 43.

[3] Calendario Litúrgico, 39

[4] Ratzinger, Joseph; Y Dios hizo al hombre, p. 2.

23 Dic 2022

HELLO! 1

Los tiempos de Adviento y Navidad, son momentos llenos de alegría como Iglesia y como familia, es un tiempo lleno de esperanza en el Salvador que estará en medio de nosotros siendo el Emmanuel, el Dios con nosotros. La Natividad de Jesús es un momento tan lleno de gozo para todo cristiano, es allí donde recordamos las palabras del Padre (Dt. 18, 18-19). Dios nos promete a su Hijo, a su Palabra hecha carne que vendrá en nuestra condición humana y en el que Dios pondrá sus palabras y dirá lo que Él mande. Al hacer todo un recorrido en el Adviento de las profecías, en especial las de Isaías, escuchamos como cada percepción que se tenía del Mesías, es realmente lo que en el humilde pesebre de Belén se encontraba.

Antes de la Navidad tenemos una preparación: «el Adviento». Y nos quedamos expectantes ante el cambio visual que se nos presenta, una tonalidad morada, las lecturas nos mencionan que el Señor viene, que nos preparemos y ciertamente, algo que tenemos presente durante este tiempo, es la frase: «Ven Señor Jesús». 

El Adviento procura unos días de entero adentramiento espiritual. Es un entrar en el corazón para limpiar y desechar todo aquello que durante este año hemos guardado; ya sean rencores, envidias, divisiones, rivalidades, faltas de caridad con el prójimo, pecados personales y sociales. En una frase, PURIFICARSE de la impureza de los vicios y pecados que hemos ido acumulando. Este es un tiempo propicio para nosotros como personas, como familias, como sociedades y como Iglesia para renovar y mejorar nuestro corazón. Este tiempo es de espera en el que “es el camino, la verdad y la vida” (Jn,14,6), “del Alfa y el Omega. Aquél que es, el que era y que vendrá” (Ap.1,8).

Los tiempos han cambiado conforme pasa el tiempo, las costumbres y tradiciones ya no tienen tanta relevancia en las nuevas generaciones y pareciera que entre más rápido sean los compromisos, las actividades y los momentos, mucho mejor. Vivimos en un tiempo en que lo fugaz es la mejor opción. Por esta razón sería complicado que alguien que solamente vive de momentos fugaces, tenga una relación cálida verdadera, que lo lleve a una experiencia trascendente.

Uno de los tiempos que considero que ha perdido un poco el significado por la actividad mercantil que la sociedad motiva, es la Navidad.  Deberíamos celebrarla como un acontecimiento real y actual que sucede en cada persona de buena voluntad, no solamente como una fecha que se palomea y no tiene mucha relevancia, más que consumir. 

La verdadera celebración de la Navidad no está en las fiestas, ni en los regalos, en los nacimientos o belenes que se compran, ni en los alegres brindis. Claramente todo esto es consecuente de la Navidad, pero la vivencia que más nos debería importar es la espiritual, que solo puede vivirse en el silencio del corazón, donde únicamente se escuche el mensaje que trae consigo el Verbo hecho carne. Dios quiere venir a tu corazón y quiere que lo recibas, aunque el niño Dios esté en silencio y permanece callado después de haber nacido, nos dice tanto, nos invita a reflexionar a adentrarnos a nuestro corazón.

El ambiente creado por la liturgia de la Navidad, desea provocar la fe en la manifestación divina, la importancia de la gracia y la necesidad del amor. Los colores se tornan de blanco, los cantos se tornan de regocijo y jubilo. Las campanas suenan mientras se canta gloria, el niño Dios se levanta y se muestra como signo de que ya nos ha nacido el Salvador.

La Navidad es el fruto de lo que en el Adviento nos hemos propuesto cambiar, mejorar y administrar bien. No importa si nuestros frutos son pequeños o grandes, lo importante es que sepamos darlos. El fruto necesita florecer expresándolo y dándolo a conocer a los demás, donándose al servicio. Así, pues, la Navidad es Él, lo que celebramos como Iglesia universal, como Seminario de Monterrey, como familia y como personas. ¡Él es nuestra esperanza en la que fuimos salvados! (Rm.8,24).

Manuel de Jesús García Ramos

1ero. de Teología

01 Dic 2019

HELLO! 1

El Adviento, es un tiempo litúrgico de preparación espiritual para la Fiesta de la Navidad del Señor (25 de diciembre) que dura cuatro semanas. La palabra Adviento es una palabra que vive del latín “Adventus” que significa “la llegada”. Se usaba entre los romanos para anunciar la llegada victoriosa del emperador.

Nosotros los cristianos, nos preparamos precisamente para la llegada de Jesucristo a nosotros, a nuestras vidas, a nuestra historia. De tal manera que la misa de cada domingo va disponiendo nuestro espíritu, para una celebración cristiana de la navidad, el nacimiento del Sol que nace de lo alto.

Cuando vamos a recibir alguna visita importante en nuestra casa, ponemos especial cuidado en limpiarla y arreglarla, con mayor razón cuando sabemos que vendrá mucha gente por tener alguna fiesta. El Adviento es precisamente un tiempo y una oportunidad para arreglar y disponer nuestro espíritu que será la casa espiritual en la que recibiremos a Cristo Jesús. Las celebraciones litúrgicas del Adviento nos irán orientando en nuestra preparación espiritual y cristiana.

Recomendaciones para vivir este tiempo:
• Hay que velar para que no dormirnos en nuestros propios vicios.
• Hacer oración.
• Participar con suma diligencia y devoción en las celebraciones litúrgicas.
• Hagamos una o algunas obras de caridad. Recuerda que la caridad no solo se trata de regalar cosas, sino también compartir una palabra de aliento, una sonrisa. ¡Asegurémonos de demostrar que Dios vive en nosotros!
• Ante todo esto, levantemos la cabeza y fijemos la mirada, veamos los esfuerzos y las luchas continuas de tanta gente buena que se organiza, trabaja, y lucha por un mundo mejor, sostenida por la fe. ¡Incorporémonos y formemos parte de esa gente buena!

Tres actitudes para vivir el Adviento:
1. Esperanza: este tiempo nos invita a esperar. Nosotros esperamos la aparición gloriosa y definitiva de nuestro Señor Jesucristo. La esperanza es una virtud cristiana que debe marcar este tiempo de Adviento.
2. Atención o vigilancia: “Velen, manténganse firmes en la fe, sean hombres, sean fuertes” (1 Co 16, 13). Debemos estar pendientes, dispuestos y atentos, esperando al Señor.
3. Alegría: para muchos, estos tiempos son tiempos tristes y difíciles, pero los cristianos debemos luchar por estar alegres, sin olvidar que nuestra alegría está en el Señor. La llegada de Jesús nos debe animar y alegrar, como a Juan el Bautista que salta de gozo en el seno de su madre (Lc 1, 42-55).

Que este tiempo nos ayude a ser mejores cristianos, a seguir siendo luz que ilumina a los que viven en oscuridad. Que la solemnidad de la Navidad nos recuerde el gran misterio de nuestra redención, preparemos nuestra mente, nuestro corazón y nuestro espíritu para vivir con intensidad este tiempo de Adviento. Cuidemos el no mundanizar este tiempo, y nunca olvidemos su verdadero sentido.

Que la Virgen María primicia del Adviento, nos ayude a caminar atentos y listos para la segunda y definitiva venida de Jesús, nuestro Señor.

Héctor Elías Morales Montes.
Segundo de Teología

04 Dic 2018

HELLO! 1

Parafraseando un refrán, me atrevo a decir: “Dime como te preparas, y te diré que tan importante es para ti esa persona o ese evento que esperas”.

El Adviento, es un tiempo especial, de gozo y alegría que requiere más que una organización de fiestas y posadas.

No hay duda que, después de hacer una invitación a un amigo, familiar o algún ser querido, nos preparamos de la mejor manera para brindar una buena hospitalidad, y que esa persona, “especial” para nosotros perciba el aprecio y la importancia que guarda en nosotros. Mostramos nuestros buenos modales, ponemos los mejores cubiertos, e inclusive nos aseamos para tener una buena presentación. Es muy semejante la experiencia cuando nos enteramos de que alguien importante llegará a visitarnos, pues como mínimo solemos preparar y limpiar el lugar por donde pasará esa visita especial.

Ahora bien, sucede todo lo contrario cuando sabemos que, llegará alguien que nos incomoda, no compaginamos ideas o, simplemente nos cae mal. Con un lenguaje no verbal damos a entender que no disfrutamos de la presencia de ese individuo, podemos incluso no hacer acto de presencia, o evitamos involucrarnos en la plática, y en el peor de los casos solemos ser descorteses, para que la persona se incomode y se retire lo más pronto posible.

Un gesto sencillo, pero que nos puede ayudar a vivir este tiempo de Adviento, es que, durante estas semanas, por medio de la oración hagamos una invitación para que nuestro Señor habite en nuestros pensamientos, sentimientos, sueños, anhelos, en todo nuestro ser. Y si logramos ser consientes de la persona que nacerá esta Navidad, prepararemos bien nuestra vida, aseando y acomodando nuestras acciones y pensamientos; para que Jesús vea cuán importante es para nosotros. Se consciente de como te preparas y descubre que tan importante es para ti esta Navidad.

Luis Rosendo Martínez Cigarroa
2do. de Teología

01 Nov 2016

HELLO! 1

Por: José Juan Montalvo, seminarista (T3)

Cómo vivir una Navidad en familia y no morir en el intento.

Navidad; noche mágica en la que tenemos la oportunidad de compartir, de estar en familia y ser generosos, Navidad es símbolo de alegría, de amor y de paz. Es lo que escuchamos en la TV mientras que aparecen imágenes completamente diferentes, nos venden una navidad envuelta con imágenes de un Santa Claus como el personaje principal, árboles navideños, monos de nieve, duendes, renos, etc. Pero lo que realmente imprimen en nuestro subconsciente, es la propaganda, las promociones, el desear y anhelar objetos a veces inalcanzables; más bien de lo único que nos hablan es sobre materialismo y superficialidad. Y terminamos comprando una navidad donde se consume mucho, se toma alcohol en exceso, se genera un gran nivel de estrés al tratar de sorprender a ese ser querido con un estupendo regalo, y tratando de dar gusto a todos al organizar posadas y cenas.

¡Alto! Si para este momento te has sentido identificado con lo que has leído, no te asustes, quiero decirte que no estás obligado comprar una Navidad como esta.

Este año te invito a vivir junto con las personas a tu alrededor una verdadera Navidad, pues siendo un acontecimiento central en nuestra fe es de suma importancia que la vivamos realmente como cristianos, y qué mejor que hacerlo en familia. Te estarás preguntando ¿En qué sentido puedo vivir una verdadera Navidad?, pues bueno, primero déjame te cuento algo que aprendí en la Navidad del 2010 para responderte.

En mi familia (que no es muy diferente a la tuya), tenemos la costumbre de hacer una bonita celebración cada año, pero ese año en particular, nos pareció divertido realizar un intercambio de regalos, eso para mí fue una preocupación ya que no contaba con dinero para ello, a diferencia del resto de la familia que gracias a Dios a mi familia no les faltaba nada y podían darse la oportunidad de pensar en regalos costosos para todos, inclusive a mí me compraron todo lo que puse en mi lista de propuestas de regalos. Pero volviendo a lo importante, por mi mente no dejaba de pasar la interrogante, ¿Qué regalos les iba a obsequiar? Fue ese el momento en que pude descubrir que estábamos perdiendo de vista el sentido de la navidad, por el compromiso de ofrecer a alguien “lo que merecía”, el consumismo me estaba invadiendo totalmente, pero una luz de esperanza me ayudó a mi (y a mi falta de liquidez) a poder pensar claramente cuál sería el regalo perfecto, un regalo que nos ayudaría a que mi familia y yo viviéramos un encuentro profundo con Dios.

Primero que nada, les dije que mi regalo sería una comida en Navidad, pero no podía dar más detalles, claro que todos en mi familia me decía que no me preocupara, que entendían que no podía regalarles algo costoso, pero todo era una sorpresa. Con emoción e intriga, durante la celebración, mi familia estaba con una gran expectativa porque no sabían a donde los iba a llevar, tal vez pensaban que sería un lugar lujoso, ya que en la picardía les dije: “Ustedes me dieron regalos que yo no podía comprar, yo también quiero darles un regalo que no podrán comprar” y terminamos en una pequeña “casa” con paredes de lámina y cartón, que era habitada por una hermosa familia que no necesitaba más que su compañía para ser felices con lo poco que tenían. Ese día se encontraban más felices que de costumbre porque compartiríamos junto con ellos un “pollo loco” (la comida favorita de los niños), también porque llegaron los regalos que le pidieron al niño Dios, y que Santa por “equivocación” había dejado en mi casa, estaban felices porque recibieron a una familia que compartiría con ellos una Navidad diferente, una Navidad con sonrisas sinceras, con miradas iluminadas y corazones emocionados que nos hicieron soltar lágrimas en cada momento. Fue una noche mágica, en la que tuvimos la oportunidad de compartir y de ser generosos, una noche en la que pudimos vivir una Navidad donde Jesús nació en nuestros corazones, una verdadera Navidad sin envolturas.

Al regresar a casa, todos los regalos costosos perdieron su valor, se realizó el intercambio, pero la emoción y las miradas no eran las mismas que teníamos en aquella casa, que en esa Navidad fue nuestro portal de Belén, donde lo importante no fueron los regalos, sino el deseo de dar, y de darnos.

No te estoy proponiendo que hagas exactamente lo mismo que yo hice, la propuesta es  más bien que descubras, junto con tu familia, el verdadero sentido de la Navidad, y para ello te doy algunas recomendaciones que te ayudaran en ello: En familia…

  • Enciende la corona de Adviento como un dulce tiempo de espera de Jesús.
  • Pon el Nacimiento que nos recuerda que Navidad es Jesús.
  • Arma el árbol de Navidad con adornos y luces, para recordar que Jesús es la ‘Luz del Mundo’ que vino para salvarnos, y cuya presencia llena de luz nuestra vida.
  • Asiste a Misa de Nochebuena, no sólo celebraran a Jesús sino que podrán recibirlo en la Eucaristía.
  • Recen ante el Nacimiento y contemplen lo que allí se nos muestra: amor.
  • Vivan las tradiciones, las posadas, villancicos y pastorelas son costumbres que nos ayudan a celebrar.
  • Compartamos la Navidad En esta fiesta del amor de Dios, nadie debería quedar excluido.
  • Hagamos una carta de Navidad tanto padres como hijos, escriban una carta que exprese algo positivo del otro, que muestre el inmenso amor que hay en la familia.
  • Organicemos una fiesta de cumpleaños que a todos nos encantan y qué mejor que celebrar el cumpleaños del Niño Jesús. Preparen un pastel y canten las Mañanitas.
  • Preparemos una cena de Navidad donde haya un momento para compartir las metas que cada miembro tiene para el siguiente año y terminen con un brindis y oración por ello.

Son muchas las maneras en que podemos celebrar como familia pero lo más importante es que vivamos esta Navidad de tal manera que convierta tu vida en una Buena Nueva para los demás y termines siendo una estrella que guíe a tu familia a encontrarse con su Salvador. Y te aseguro que no habrá un moño lo suficientemente grande para envolver la alegría de esa Navidad.

¡Feliz Navidad!
*Sin envoltura*