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HELLO! 1
Por: Diác. Juan Reynaldo Díaz Castillo
Tengo la bendición de participar en la Pastoral Penitenciaria de Monterrey, específicamente en el penal del Topo Chico, junto con otros hermanos que durante toda la semana brindan su servicio pastoral. Ha sido una experiencia muy especial, pues el Señor me permite verlo a través de la mirada que clama misericordia de los internos.
Desgraciadamente esta semana pasada ocurrió la tragedia que ya la mayoría conoce, donde 49 internos perdieron la vida por una riña en el interior del penal. Lo que quisiera compartirles es una pequeña reflexión.
Hay muchas opiniones acerca de lo ocurrido, unas tantas en preocupación por los familiares dolientes que perdieron un ser querido en el incidente, otras acerca de la situación de seguridad de los penales, también hay opiniones indiferentes que les da lo mismo si murieron 1 o 49.
Yo no tengo familiares dentro del penal, y aún así sentía incertidumbre por todo lo ocurrido, tenia la duda de los que están mas cerca de las actividades de la capilla estaban bien o cómo se encontraban. No imagino el dolor de los familiares que si tienen a un ser querido cumpliendo una condena. El no saber si sus hijos estaban bien o aparecían en la lista de nombres de los fallecidos.
No necesito padecer el dolor directamente para tener compasión y misericordia. Nos deberían de dolor cada perdida humana, cada hijo de Dios que se pierde, nos debería de importar, más cuando perdemos un alma del pueblo de Dios. No me toca a mi juzgar los actos de los demás, me toca ayudar a mi hermano, y sobre todo al hermano necesitado, al rechazado y marginado.
Ahora nos toca orar por sus almas, por sus seres queridos, por quien dejaron hijos e hijas, por esos que la sociedad no supo mostrarles un camino de compasión. Un ejemplo de conversión.