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HELLO! 1
La Eucaristía se debe vivir con el espíritu limpio, con el corazón y el pensamiento sano y abierto al amor de Dios, esto sólo podemos lograrlo mediante la confesión, el regalo de Dios para purificar nuestra alma.
Muchos se preguntan el porqué debemos confesarnos, y por qué ante un sacerdote. La realidad es que nosotros como cristianos, como católicos hacemos lo que Dios nos dice en su Palabra.
El sacramento de la reconciliación nace directamente del misterio pascual, Jesús Resucitado se aparece a sus apóstoles y les dice: “Reciban el Espíritu Santo, a quienes les perdonen los pecados les quedaran perdonados”.
El perdón de los pecados no es fruto de nuestro esfuerzo personal, sino un regalo, el don del Espíritu Santo que nos perdona con la gracia y misericordia del Padre. La confesión que se realiza de forma personal y privada no debe hacernos olvidar su carácter eclesial. En la comunidad cristiana es donde se hace presente el Espíritu Santo que renueva los corazones en el amor de Dios y une a todos los hermanos en un solo corazón en Cristo, por eso no basta pedir perdón al Señor interiormente, es necesario confesar con humildad los propios pecados ante el ministro, el sacerdote quien es nuestro hermano representa a Dios y a la Iglesia.
La confesión es un don que cura el corazón y el pensamiento, a veces la pereza, la vergüenza o la pérdida del sentido del pecado hacen que se olvide su importancia, pero sobre todo el sentido del pecado que en el fondo es la pérdida del sentido de Dios. En cambio cuando nos dejamos reconciliar por Jesús encontramos la paz verdadera.
Recomendaciones para una buena confesión:
1º Realiza un examen de conciencia: Recordar los pecados cometidos desde la última confesión bien hecha.
2º Dolor de los pecados y propósito de enmienda: Es un sentimiento o pena interior de haber ofendido a Dios. El propósito de la enmienda es una firme decisión de no volver a pecar y de evitar todo lo que pueda ser ocasión de cometer pecados.
3º Decir los pecados al confesor, el sacerdote: Debemos confesar todos los pecados mortales no confesados anteriormente. Con su número y circunstancias, conviene decir también los pecados veniales. El que calla por vergüenza la confesión de algún pecado mortal comete un grave pecado llamado “sacrilegio” y no se le perdonan los otros pecados cometidos. Si se olvida la confesión de un pecado mortal, la confesión vale, pero el pecado olvidado debe manifestarse en la próxima confesión.
4º Cumplir la penitencia: Cumplir la penitencia es rezar las oraciones y hacer las buenas obras que manda el confesor.
Por: Pbro. Oscar Lomelín y Dpto. de Comunicación Seminario de Monterrey.