- BY Seminario de Monterrey
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Los santos son personas como tú y como yo, que durante su estancia aquí en la tierra tuvieron un encuentro que marcó sus vidas, vivieron un acontecimiento que los inclinó a dar una respuesta a Dios y que, al morir, llegaron a conseguir la felicidad eterna; en otras palabras, llegaron al cielo.
Muchos de nosotros hemos pensado en más de una ocasión que los santos son los que están representados en imágenes en los altares de nuestras parroquias y conmemoramos sus fiestas durante el año, pero no es así. Los santos son aquellos que en su vida lucharon por alcanzar el máximo regalo, el mejor de los destinos. Como nos decía el Papa San Juan Pablo II, son todos aquellos que dieron un “sí” a Dios.
Hubo algunos santos que desde muy pequeños fueron forjando una amistad con Jesús, era para ellos el centro de su vida; tal es el caso de Santa Teresa de Lisieux, Santo Domingo Savio, los pastorcitos de Fátima, entre otros; pero también otros que ya tenían un largo camino recorrido cuando el Señor salió a su encuentro, pero la invitación es la misma, el Señor sabe el momento perfecto de nuestra vida para tocar nuestro corazón y sembrar la semilla de la vocación a la santidad.
Al leer algunas vidas de santos, podremos percatarnos que muchos de ellos pasaron algunas carencias, dificultades, dudas, tribulaciones durante su caminar. Podríamos llegar a pensar que la santidad tiene que doler… ¡Pero no es necesario! Lo que realmente importa es que ellos llevaron su dificultad con alegría, entendiendo que ese era parte del plan de Dios y confiaron plenamente en Él, y por eso son para nosotros ejemplos de vida y modelos de seguimiento del Señor.
Dios sigue llamando a la aventura de la santidad, a contemplarlo eternamente en el cielo y gozar de su compañía, no le importa nuestra condición, nuestros defectos, nuestras limitaciones; sólo una cosa nos pide, un corazón sencillo y dispuesto a amar y una pasión por Él.
Señor, tú que nos llamas a seguirte en medio de pruebas, dificultades y miedos, guíanos por tus sendas, y condúcenos hasta ti, que eres fuente de toda santidad. Con tu gracia lo podemos lograr.
Jesús Emmanuel Garza Torres.
Seminarista | 2do de Filosofía