Por: José Luis Morán Becerra, seminarista.

Al inicio del nuevo ciclo escolar que estamos a punto de arrancar en nuestra formación, los seminaristas, equipo formador, una representación de fieles de nuestra Arquidiócesis de Monterrey junto con nuestro Arzobispo, Don Rogelio Cabrera López, peregrinamos con fe y esperanza hacia el cerrito del Tepeyac a visitar a nuestra Madre de Guadalupe.

Si bien, nuestra vida es un peregrinar hacia la casa del Padre, ahora como Iglesia peregrinamos hacia la casa de Nuestra Madre del Cielo, para pedirle que interceda ante su Hijo por cada una de nuestras intenciones y encomendarle nuestra vocación, además de las tareas y actividades que emprenderemos durante el curso del año.

Pero antes de llegar al Tepeyac, subiremos al cerro del Cubilete, donde celebraremos la Eucaristía bajo el monumento de Cristo, Rey del Universo, en Silao, Guanajuato.

De este modo, la peregrinación que realizamos se traduce en caminar, pedir, ofrecer y agradecerle como hijos a Nuestra Madre Santísima