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Por: André Alejandro Múzquiz Salazar, seminarista.
La Virgen María es Madre y modelo de toda vocación, pero de manera muy especial lo es para nosotros que sentimos un llamado al sacerdocio.
En su rol de Madre, María formó y cuidó de Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote. De manera similar, María nos forma y cuida a nosotros, que nos sentimos llamados por Jesús a participar de su Sacerdocio.
María nos enseña a descubrir el llamado de Dios y a responderle con generosidad, ella es nuestra maestra en la oración, (sobre todo al acompañarnos a meditar la vida de su Hijo en el Santo Rosario) y siempre nos motiva a tener un celo apostólico de llevar a Cristo a los demás como ella lo hizo.
En las dificultades y en las tentaciones, María siempre está ahí para auxiliarnos, y cuando caemos es ella quien nos levanta y nos anima a seguir. Nuestra Madre no deja de interceder por nosotros.
Nuestra vocación exige de nosotros ser otros Cristos, y María es, como lo dice San Agustín, “el molde de Dios” en el cual nos podemos formar a imagen de Cristo. Por esta razón, como seminaristas estamos consagrados a María; de hecho, la banda azul que portamos representa que le pertenecemos a ella y que queremos dejarnos formar por ella: sabemos que su ayuda y amor maternal nos es indispensable.
Te pido que me acompañes haciendo esta oración:
“Espíritu Santo te pido que me des una gran devoción a María, ayúdame a siempre confiar en su amor maternal, para que por ella puedas formar en mí a Jesucristo. Te pido por todos los seminaristas y sacerdotes, dales a todos ellos amor a la Iglesia, a la Eucaristía y fidelidad. Hazlos santos como Tú eres santo, Señor. Amén.”
Dios te salve María Reina y Madre de mi vocación.