22 Nov 2016

Por: Ignacio Ávila Rangel, seminarista (T1)

Manifestar al mundo entero que somos cristianos, que pertenecemos a una Iglesia y que como pueblo mexicano amamos a la siempre Virgen María de Guadalupe, nos hace peregrinar con alegría, año con año, hacia la casa Dios.

Peregrinar, es ya una tradición muy antigua de la Iglesia, que nos recuerda nuestro paso por la tierra con la esperanza de que algún día  alcanzaremos la Patria celestial. El Magisterio de la Iglesia nos recuerda que todo cristiano es ante todo un peregrino (Gaudium et Spes 7) y que la Iglesia misma es un pueblo peregrino (Lumen Gentium 8). Por tanto, debemos caminar juntos y no solos, ayudarnos a buscar la voluntad de Dios en nuestras vidas, como un Pueblo, como una gran familia.

Qué gran importancia tiene el peregrinar, que hasta Jesús, José y María,  peregrinaron como familia hacia el templo para celebrar la pascua (cf. Lc 2, 41-49), en donde Jesús se manifestó, por primera vez, como Hijo de Dios.

Toda los que formamos la familia de Seminario de Monterrey, a semejanza de la Familia de Nazaret, nos reunimos, año con año, para celebrar el amor de Dios, peregrinando hasta su Templo, para poner en manos de la Virgen de Guadalupe, cada una de nuestras necesidades y agradecer todas las experiencias que Dios nos ha permitido vivir, y que nos han ayudado a seguir creciendo en los valores del Reino.

¡Qué alegría me da peregrinar, cada año, a la casa de Dios y nuestra Madre del cielo! Este es mi sentir, que poniéndonos en camino, hacia la Basílica de Guadalupe, junto con mi familia del Seminario, vamos manifestando con cantos y porras. Además de reflexionar, por medio de momentos de silencio, el rezo del Rosario y jaculatorias, que nos ayudan a contemplar el paso de Dios en nuestra vida.

Trabajadores, seminaristas y sacerdotes como familia preparamos este gran acontecimiento de fe. En cada casa de formación, los trabajadores preparan los carros de sonido, los seminaristas preparamos la tradicional danza de matlachines, que con fuerza y entusiasmo van danzando, que con los trajes y penachos llenos de color, adornan las calles por las cuales avanzamos, además, no pueden faltar quienes cantan y animan con sus guitarras entonando el canto, ya tradicional de “La Guadalupana”. En el punto de reunión los sacerdotes del equipo formador son quienes presiden la celebración de la Palabra, en la que nos exhortan a que todo lo que hemos preparado para este día, lo hagamos lo mejor que podamos, pero que sobre todo ha llegado el momento de disponer el corazón.

Al llegar a la Basílica, como peregrinos reavivamos nuestras fuerzas, que por el camino se pudieron perder. Al estar en la casa de la Madre de Dios, recargamos nuestras pilas y es tal la emoción por sentir su amor materno, que los cantos y los vivas aumentan.

Sin duda en esta experiencia de peregrinar, Dios me ha manifestado su misericordia y me ha reafirmado su llamado a ser sacerdote, para que en un futuro, guíe a su Pueblo, en su peregrinar en la tierra hacia Él.

El Papa Francisco, en el año de la misericordia, nos recordó, que peregrinar es: “una experiencia de misericordia, de compartir y de solidaridad con quien hace el mismo camino”. Por esto te invitamos a que año con año nos acompañes a hacer camino, a vivir esta experiencia de misericordia y formar parte de esta manifestación cristiana, en donde como Seminario e Iglesia de Monterrey peregrinamos siendo la gran familia de Dios.