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Por: David Jasso Ramírez.
“Así, disponibles en la vida, mansos de corazón y en constante diálogo con Jesús, no tendrán temor de ser servidores de Cristo, de encontrar y acariciar la carne del Señor en los pobres de hoy”
Papa Francisco (Jubileo de los Diáconos, Año de la Misericordia)
La palabra “diácono” significa ministro o servidor y es utilizada en este sentido en el Nuevo Testamento. En las primeras comunidades cristianas, el diaconado surge como instrumento de servicio y como medio para asegurar la unidad de la Iglesia en la atención a los más necesitados. San Pablo le añade la dimensión de solidaridad por medio de la colecta entre las iglesias para las comunidades pobres de Jerusalén.
En este tiempo, uno de los elementos importantes que el Concilio Vaticano II le aportó a la vida y organización de la Iglesia, fue la restauración del diaconado como un ministerio que tiene una relación especifica y más directa con el conjunto de la comunidad cristiana y con la realidad del mundo: “Los diáconos reciben la imposición de las manos ‘no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio’. Así, sirven al Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad… recuerden los diáconos el aviso del bienaventurado Policarpo: ‘Misericordiosos, diligentes, procediendo conforme a la verdad del Señor, que se hizo diácono de todos’” (Cfr. LG 29).
Imitando a Jesús que no “vino a ser servido sino a servir” (Mt 20, 28) los diáconos están llamados a vivir de tres maneras su ministerio de servicio:
- a) Servicio a la Palabra de Dios: El diácono está llamado a ser un hombre de profunda oración, familiarizándose con la Palabra de Dios y siendo testigo de ella. Debe amar, proclamar, predicar y enseñar las Sagradas Escrituras en las celebraciones y a través de su vida diaria.
- b) Servicio a la Eucaristía: Cada diácono se compromete a servir en el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo por medio de su participación en la liturgia, su amor y reverencia al Santísimo Sacramento y su deseo de llevar la Eucaristía a los enfermos. Puede además presidir el bautismo, el matrimonio, las exequias y la exposición del Santísimo Sacramento, así como asistir en la Misa al obispo o al sacerdote.
- c) Servicio en favor de la Justicia, la Caridad, la Misericordia y la Paz: Los diáconos sirven como testigos de Cristo, de paz, esperanza y amor para los pobres, discapacitados, necesitados, olvidados y los rechazados por la sociedad. A través de su servicio y ministerio viviente promueven las obras de misericordia y la pastoral social.
En este mismo sentido, en 2013 el Papa Francisco envió un mensaje de puño y letra a seis seminaristas en Buenos Aires, exhortándolos a no ser “diáconos de alquiler” sino servidores de Cristo y del prójimo:“Acaban de recibir el diaconado y manifestar públicamente su vocación de servicio… y esto no sólo por un tiempo, sino para toda la vida. Que la existencia sacerdotal de ustedes sea servicio: servicio a Jesucristo, servicio a la Iglesia, servicio a los hermanos, especialmente a los más pobres y necesitados… La Iglesia no es una ONG. Que en el servicio les vaya la vida. Pongan la carne sobre el asador”.
Nuestro Arzobispo, Mons. Rogelio Cabrera López, ha invitado a todos los diáconos de la Iglesia de Monterrey a servir a los más probres y a no ser nada más “diáconos de zapatos boleados” sino diáconos entregados al servicio “sin asco, sin miedo y con prisa”.
Que estas palabras me motiven a ejercer la “diaconía”, el servicio y el apostolado en donde quiera que esté, con el compromiso de revestir de ternura y misericordia todo lo que haga, en vísperas de mi ordenación diaconal el próximo 24 de enero, a las 17hrs en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe.