16 Nov 2018

Justo después de la solemnidad de Cristo Rey estaremos viviendo la última semana del tiempo ordinario y con ello el fin del año litúrgico.

El tiempo ordinario se divide en dos partes, el primer periodo ordinario se da entre Navidad y Cuaresma, y el segundo entre Pascua y Adviento. En total suelen ser treinta tres o treinta y cuatro semanas en las cuales no se celebra ningún aspecto particular del misterio de Cristo como lo hacemos en los demás tiempos litúrgicos. Se dice que, precisamente por no celebrarse ningún misterio concreto de Cristo en el tiempo ordinario, se celebra en él, todo el misterio cristiano. Al comenzar inmediatamente después del Bautismo del Señor, permite iniciar el ministerio de la vida pública desde el comienzo, siguiendo la narración evangélica mostrando la vida de Jesús en todo su dinamismo y la presentación de su persona y de su imagen con los mismos métodos catequéticos que usó la primitiva comunidad.

El tiempo ordinario, es el periodo más largo dentro del año litúrgico, también se puede definir como “el tiempo en que Cristo se hace presente y guía a su Iglesia por los caminos del mundo”, tiempo en el cual la Iglesia es llamada a profundizar en el misterio pascual y a disponerse a vivirlo en el transcurrir de la vida diaria, podríamos decir que es un tiempo de preparación para encontrar a Dios en los acontecimientos diarios.

Una particularidad del tiempo ordinario es el color verde, el cual significa la esperanza, cuando todo florece, reverdece y se renueva, por eso es común que el sacerdote use la casulla de color verde en la Misa sobre todo los domingos, a excepción de los días festivos o en los que celebramos la memoria de los mártires.

En el tiempo ordinario nos encontramos con un Cristo ya preparado para la misión que le encomendó Dios Padre, le vemos crecer en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres (cfr. Lc. 2, 52.) de modo que también nosotros busquemos crecer y madurar en nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad en medio de la comunidad en la que vivimos y servimos.

El tiempo ordinario desarrolla el misterio pascual con una gran claridad. La temática tan concreta propia de los tiempos especiales, es más abierta que en el tiempo ordinario, esto permite a nuestros pastores ahondar en la presentación y ampliación del misterio de Jesucristo, y a los fieles profundizar en su fe, especialmente en aquellos aspectos que más afectan a su vida concreta.

Francisco Gerardo González Rivera
Segundo de Filosofía