02 Oct 2020

La felicidad es algo muy importante en la vida de las personas y en muchas ocasiones se busca ser feliz y vivir en paz, aunque a veces suene imposible. Es difícil detenerse para ir más allá de lo que se puede ver, ya que esto exige tiempo, que en ocasiones no tenemos, o no estamos dispuestos a ceder.

El encuentro con el otro nos lleva hacia una aventura, ya sea por las ideas o planes que pueda proponer. Estar en contacto con los demás nos ayuda a ver fuera de nosotros mismos, yendo más allá de lo cotidiano, y si ponemos atención, nuestra vida puede mejorar considerablemente.

Todos queremos saber para qué estamos aquí en el mundo, tenemos dudas sobre lo que debemos hacer o en dónde deberíamos estar, queremos estar seguros de nuestra vida y también ser exitosos en esta búsqueda.

Ser llamado a una vida de fe exige mucho de nuestra parte y no siempre es como se supone que deba ser, pero se tiene una oportunidad tan valiosa que llenará con creces nuestra vida. Por esto, buscar encontrarme con Aquel que me dio la vida, sea cual fuere el camino, aunque pueda causar miedo y duda, alcanza la certeza de que será una vocación feliz por el simple hecho de tener a Dios como nuestro origen y nuestro fin.
No hacen falta grandes discursos para saber hacia dónde ir. En el momento que nos quedamos sin habla ante la presencia de Dios, cuando miramos a Cristo, todo está claro, Jesús es el camino, la verdad y la vida. La vida con Dios hace al hombre feliz.

Recemos juntos:

Señor Jesús,
reconocíéndome amado por ti,
he visto cuanto te necesita el mundo;
A pesar del miedo y la duda, ¡aquí estoy!
Envíame a ser lo que has soñado para mi desde la eternidad.

María, madre de los jóvenes,
tú que dijiste sí con alegría,
enséñame a hacer todo lo que Él me diga.
Amén.

Seminaristas Mauro Villegas
Tercero de Filosofía