- BY Seminario de Monterrey
- POSTED IN Blog
- WITH 0 COMMENTS
- PERMALINK
- STANDARD POST TYPE
Y el Verbo se hizo carne… (Jn 1, 14)
Hablar de comunicación es hablar de Jesús, el Verbo encarnado, quien, haciéndose hombre, compartió la vida con nosotros para comunicarnos el verdadero rostro de Dios, su Padre:
“El Logos, que está junto a Dios, el Logos que es Dios, el Creador del mundo (cf. Jn 1, 1), por quien fueron creadas todas las cosas (cf. 1, 3), que ha acompañado y acompaña a los hombres en la historia con su luz (cf. 1, 4-5; 1, 9), se hace uno entre los demás, establece su morada en medio de nosotros, se hace uno de nosotros (cf. 1, 14). El Concilio Ecuménico Vaticano II afirma: «El Hijo de Dios… trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado». (Const. Gaudium et spes, 22).” (Benedicto XVI, 2013).
Hablar de Jesús, es hablar de la Buena Noticia que nos trae de parte de su Padre: “Dios quiere que todo el mundo se salve, y llegue al conocimiento de la verdad” (1, Tm 2, 4); esta buena noticia que comienza desde la promesa, se confirma en la encarnación y se va expresando en la vivencia de la fe de la Iglesia; toma como presupuesto el anuncio claro y gozoso de la persona de Jesús. Él mismo, anunció la salvación con palabras, gestos y acciones, comunicándonos la verdad desde su propia existencia.
Jesús confirma con sus acciones las palabras que proclama, el verdadero sentido de la comunicación es la construcción de la comunión, y la realización de la comunión comienza por la liberación y salud de sus miembros que lo conforman. Por la vivencia del buen decir, de las palabras correctas y las acciones claras que confirman la obra salvífica de Jesús; pues Él perdona los pecados, pero también levanta de la camilla al enfermo. La salud construye la comunidad, y donde hay fragilidad, las palabras y acciones correctas son necesarias. La Buena Noticia entonces necesita de la comunicación para la comunión.
“Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio” (Mc 16, 15)
En la vida sacerdotal el anuncio gozoso de la persona de Jesús no es una opción, es una realidad, un deber y una necesidad. El Verbo se hizo carne, sigue siendo “Emmanuel”; es decir, Dios con nosotros en sus apóstoles. El envío de sus discípulos incluye la proclamación, el anuncio gozoso, pues el Verbo está presente en su Iglesia por la efusión del Espíritu Santo que se comunica a todos sus fieles que desean seguirlo en Espíritu y en Verdad (Jn 4, 24).
Así entonces, “La Iglesia no crece por proselitismo sino «por atracción»” (Francisco, Evangelii Gaudium, 2013), no se pretende “abarcar” sino crear comunión y dicha experiencia de la Iglesia sólo puede entenderse como la vivencia de los que han conocido a Jesús y no pueden callar (Cf. Hch 4, 13, 21).
La Buena Noticia se abre paso a través de los tiempos, y por ende necesita encajarse en el contexto del aquí y del ahora, para que tanto el emisor como el receptor comprendan lo que se quiere transmitir. Para ello creo que es necesario una doble dimensión, el carisma y la estructura. El Papa Francisco dirá en su mensaje para la 57° Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales:
“Sueño una comunicación eclesial que sepa dejarse guiar por el Espíritu Santo, amable y, al mismo tiempo, profética; que sepa encontrar nuevas formas y modalidades para el maravilloso anuncio que está llamada a dar en el tercer milenio. Una comunicación que ponga en el centro la relación con Dios y con el prójimo, especialmente con el más necesitado, y que sepa encender el fuego de la fe en vez de preservar las cenizas de una identidad autorreferencial. Una comunicación cuyas bases sean la humildad en el escuchar y la parresia en el hablar; que no separe nunca la verdad de la caridad.” (Francisco, 2023).
Dentro de la formación inicial que brinda el Seminario a los futuros sacerdotes, este carisma y estructura se van moldeando. Por un lado, la vida comunitaria va formando la posibilidad de la comunión en la comunidad, allí donde el adolescente y el joven entra en diálogo con el otro, saliendo de sí mismo para trascender su propia verdad y entrar en la verdad del que está frente a él; de esta experiencia comunitaria se desprende la amabilidad, la relación sana con el otro que los lleva a Jesús, y la siempre necesaria humildad en el escuchar.
Así mismo, la formación sacerdotal dispone al seminarista a profesionalizarse en la comunicación eclesial profética, capaz de anunciar esta llamada en el tercer milenio. El apostolado y la misión lo disponen a estructurar el carisma para tener parresia (decir todo con valentía) en el hablar. Y así, junto a Jesús y junto a la Iglesia consolidar una opción por el anuncio gozoso de la buena noticia.
Concluyo con una reflexión personal: seminaristas y sacerdotes, sonriamos. No hay nada más creíble y certero de la Buena Noticia de Jesús, nada más carismático y estructurado en la vida de la Iglesia que sonreír. Porque Evangelio es alegría, es salud, es comunicación, comunión. Pero todo comienza allí, en el gesto que me hace ser empático con el otro, haciendo que podamos hablar con el corazón confirmando con nuestra comunicación efectiva que Cristo vive y nos quiere vivos, sanos, felices y en comunión, siempre.
Pbro. Darío Fco. Torres Rodríguez
Coordinador del Departamento de Comunicación
del Seminario Arquidiocesano de Monterrey