Debe entenderse el sínodo como una asamblea convocada y presidida por el Santo Padre que tiene como finalidad la consulta, revisión y el profundo análisis de algunos asuntos que conciernen a nuestra Iglesia en un tiempo determinado. No es un acontecimiento improvisado ni pensado solo para la elaboración de un documento que pueda publicarse tiempo después y ya, sino de

Sinodalidad significa «caminar juntos». Cuando somos pequeños necesitamos el apoyo de nuestros padres para aprender a caminar; su mano junto a la nuestra nos hacía sentir seguros y confiados en que los pasos que dábamos eran firmes y que por ningún motivo nos harían caer. No podemos decir que a la Iglesia apenas se le ha ocurrido aprender a caminar ni mucho menos, pero cuando se trata de cumplir poco a poco la invitación de Jesús de predicar -y vivir- el Evangelio se requiere salir de la propia zona de confort, del esfuerzo, el amor, la constante dedicación de todos sus miembros, de un arduo trabajo en equipo, pero sobre todo de la confianza en que Aquel que nos ha enviado nos acompaña y nos indica el camino a seguir.

¿Cuál fue, pues, la intención del Santo Padre de convocar este sínodo dos años atrás? Su deseo es que volteemos a ver a quien se encuentra a nuestro lado, escuchemos con amor lo que quiere y necesita decir, tejer con él una relación fraterna y fortalecerla, y caminar a su lado hacia el camino de la santidad.

El Instrumentum laboris, documento de estudio elaborado luego de la convocación hecha por el Papa que traza por primera vez el camino que se ha de recorrer durante el proceso sinodal, nos remite a las palabras del apóstol san Pablo dichas a la comunidad de Roma: «Que el Dios de la constancia y del consuelo les conceda tener, conforme a Cristo Jesús, los mismos sentimientos unos con otros, para que unánimes, a una voz, glorifiquen a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo» (Rm 15, 1-6). Estas palabras suceden a su invitación de acompañar en el camino de la fe a quien lo necesite, así como de buscar su bien y su edificación (Cfr. Rm 15, 1-2). Tener los mismos sentimientos que Cristo, implica hacer a un lado el satisfacer nuestros propios intereses y hacer todo lo que está en nuestras manos para que el otro crezca y se fortalezca, implica atender, vendar sus heridas y acompañarlo en su crecimiento humano y en su vida de fe.

El «Sínodo de la Sinodalidad» es, entonces, una serie de momentos oportunos para fortalecer la unión de los miembros de la Iglesia, propiciar su participación aceptando su capacidad de aconsejar, analizar y vivir la fe recibida por Cristo, y de comprometerse a ser testimonio en todas las realidades que conciernen su existencia.

El Espíritu Santo es quien guía la Iglesia y es con su auxilio que podemos dar pasos seguros con mucha paciencia en el camino de la configuración con Jesucristo Nuestro Señor.

Luis Carlos Solís Garza / 2do. de Teología