27 May 2015

HELLO! 1

Un seminarista fuera de su ciudad de origen

Dejando una parte de mí.

En varias ocasiones salí de mi pueblo para pasar rato con los primos, o tener vacaciones. Pero creo que la verdadera aventura empieza cuando decides dejar tu casa por algo más que diversión con tus primos, cuando te decides a probar un nuevo estilo de vida y en mi caso, responder a llamado de Jesús.

Mi experiencia fuera de mi ciudad de origen empieza con el retiro del preseminario en Julio del 2007, aunque fui solo, no tardé en hacer algunos amigos que me acompañaron. Creo que eso es algo importante para quien sale de casa, tener apoyo, sentirte en confianza con quienes te rodean.

El día que “oficialmente” dejé mi ciudad de origen y que entre al seminario fue el 10 de agosto del 2007, acababa de terminar mi secundaria y tenía 14 años han de pensar hacia ustedes mismos “no manches estaba bien chiquito”. Creo que la experiencia de estar fuera de casa ayuda a madurar y no es muy distinta a la de algún joven que estudia fuera su lugar de origen, tienes que aprender a hacer cosas que antes tus papás hacían por ti: Lavar y doblar la ropa, lavar los trastes, hacer el aseo de la casa, cocinar (que gracias a Dios no tuve que aprender). En resumen la casa ayuda a hacerte responsable de los deberes.

Estar fuera me ayudó a darme cuenta de que las cosas que hago no son solo para hacer sentir orgullosos a mis padres, sino que son para mi propio provecho, para mi vida.

En cuanto a mi familia, debo decir que sí los extrañé, sobre todo los primeros meses, siempre esperaba el famoso “fin de mes” donde teníamos la oportunidad de ir un fin de semana a nuestras casas a pasarla con la familia. Creo que los que me extrañaban aún más eran mis familiares, mi hermano, mamá y papá, al igual que primos y tíos que hemos sido muy cercanos. También extrañé a mis amigos, algunos de ellos se enojaban porque no podía ir a sus fiestas, pero me di cuenta que las distancias no son nada para una amistad sincera, ni para el amor que le tengo a mi familia. Pues el lazo que nos mantiene unidos es el amor de Dios.

Sé que la experiencia de salir de casa no es grata para todos. La mayor queja que puedo tener es que no encuentro a nadie que cocine mejor que mamá. Fuera de eso creo que he tenido una linda experiencia fuera de casa, haciendo nuevos amigos, conociendo lugares, crecer. Sin embargo, siempre recuerdo con cariño la tierra que me vio nacer, amigos, familiares, y los lugares en los que estuve con ellos. Todo eso es parte de lo que soy. Mc. 10 28 – 31

 

Juan Alberto Enríquez Valdéz.

27 May 2015

HELLO! 1

La función en las parroquias para avivar las vocaciones sacerdotales

Trabajemos juntos en esta ardua y tan
importante labor vocacional; confiando en
que el Dueño de la mies seguirá enviando
obreros a sus campos (Cf. Lc10,2)

Ya hace algún tiempo que la iglesia de Monterrey asumió el compromiso de trabajar a favor de establecer una cultura vocacional. Sin embargo, por diversos motivos, esta tarea no siempre ha sido fácil. Las numerosas opciones de vida, que resultan muchas veces contrarias al Evangelio, han llegado a establecerse, incluso en algunas estructuras eclesiales, como una especie de contracultura vocacional. Esto, sin duda alguna, ha venido a mermar un fluido y rápido crecimiento en conciencia de esta imperante y necesaria cultura vocacional.

Pese a esto, el compromiso de hacer presente el Evangelio y formar una cultura vocacional en toda comunidad cristiana se asume con alegría y empeño, con valentía y fortaleza de espíritu, pues sabemos que el Señor camina con nosotros. Este es precisamente el trabajo que desempeñamos como Pastoral Vocacional en las parroquias para avivar la vocación.

De una manera concreta, podemos decir que los destinatarios de esta acción pastoral son los jóvenes. Es en ellos en quienes se busca, por medio de un proceso gradual, sembrar la semilla de la vocación. Y, aunque ciertamente sembramos con confianza la semilla de la vocación sacerdotal, esta tarea es un tanto más amplia. Es además, por decirlo de alguna forma, una tarea compartida, pues en ella nos involucramos laicos, seminaristas, matrimonios, religiosas(os) y sacerdotes.

Las actividades están destinadas a niños, adolescentes o jóvenes. Estas pueden serdesarrolladas durante algunas horas en un día o durante un fin de semana en una parroquia. Pero, ya sea un panel vocacional, una hora santa vocacional, una pinta de barda o una misa vocacional, la intención sigue siendo la vocacionalización de la parroquia.

Avivar la vocación en la parroquia, cualquiera que esta sea, es una preocupación de nuestro tiempo que no puede recaer sobre algunos cuantos. Es más bien una tarea, que como comunidad eclesial que sabe leer los signos de los tiempos, debe ser asumida por todos los que conformamos el Cuerpo de Cristo, con cada uno, ejerciendo la función desde su propio modo (Cf. 1Co 27-30). Trabajemos juntos en esta ardua y tan importante labor vocacional; confiando en que el Dueño de la mies seguirá enviando obreros a sus campos (Cf. Lc10,2).

 

Eduardo Alberto Mata Ortíz.