11 Jul 2016

HELLO! 1

Por: Departamento de Comunicación.

Otro día en misiones, los seminaristas alistan sus actividades, preparan la ruta, se dividen en equipos. Don Alfonso prepara la van negra en la que llevará a todos los seminaristas a sus actividades. Antes de llegar al asilo Huitzil en la calle Dr. Coss, hacemos dos paradas para que los equipos de seminaristas hagan base en otra parroquia y salir junto con los párrocos, ministros o voluntarios a las actividades de misiones que les corresponden.

Tocamos la puerta de la casa geriátrica Huitzil, nos abre la dueña, feliz por la visita, ya tenía listos a los abuelitos en la sala. “Faltan algunos, están despertando, en un momento se los llevo”, comentó Elda Hernández.

En cuestión de minutos la sala estaba lista. “Buenos días, yo me llamo Roberto y tengo 44 años, tengo 9 años en el Seminario de Monterrey,  en dos meses seré Diácono… ¿Saben qué es un Diácono?, inició el seminarista Roberto Vantroi.

 -Es como un sacerdote- contestaron los abuelitos.

“Así es, casi-casi seré sacerdote, les pido un favor, recen mucho por mí, para que llegue ese día.”Después de Roberto se fueron presentando los seminaristas del grupo, Alejandro Cantú Saénz de 30 años, Luis Montes de 17años y Francisco de la Cruz Hernández de 16 años, “-ah el bebé”- dijo un abuelito.

 “Hoy venimos aquí para acompañarlos, compartir y aprender juntos. Estamos en misiones, y queremos transmitir en estos día la importancia de las vocaciones, no solamente de las monjitas y los sacerdotes, hablar de vocaciones es hablar también de laicos consagrados y por supuesto del matrimonio.

Hablar de vocación es decir: Dios te llama, escúchalo. Queremos pedirles un gran favor, queremos que nos ayuden en esa misión otra parroquia y salir, queremos que nos ayuden en esta misión, ayúdenos con su oración, ofrezcan su dolor, su soledad, sus alegrías, su día… pedir por los jóvenes para que puedan escuchar a Dios y encuentren su vocación.

La oración es tan poderosa, que aunque tu reces por alguien que no conozcas, que no veas, Dios si escucha y manda tus bendiciones a quien lo necesita. ¿Qué dicen?, se suman al grupo de personas que rezamos unos por otros”.

Roberto siguió hablando a los abuelitos, los demás seminaristas preparaban las bocinas, platicaban con ellos, les ofrecían agua o los ayudaban a ponerse más cómodos. Todos estaban atentos al momento, al mensaje que Dios les había llevado a voz de los seminaristas.

“Nunca te sientas solo, nunca te sientas inútil, nunca… nunca estamos de más. Nuestra vida tiene sentido, eres un don para los demás, Dios te necesita, eres un regalo para cada uno de los que te rodean. Nuestra presencia es un regalo, para los demás. Cada uno decide si regala una sonrisa o una cara triste. Su vida aquí tiene un sentido… Ofrece esta etapa, la vejez, puede ser una etapa pesada, pero ¿saben?, es también la más hermosa por que estamos cerca de llegar con Dios.

Ayúdenme a transmitir a los jóvenes la alegría de la vejez. ¿Quieren cantar?”.

Y el canto se convirtió en alabanza, en entrega, en una hora llena de alegría y recuerdos. Los abuelitos cantaban y tarareaban, seguían el ritmo, algunos con manos temblorosas y ojos húmedos. Después de cantos cristianos, llegaron de invitados Pedro Infante, José Luis Perales, Napoleón, Marco Antonio Solís y hasta la de ‘la mochila azul´.

Los pasos de baile no faltaron, hasta las sillas de ruedas se mecían al ritmo , incluso doña Paulita de 95 años, desde su sillón tuvo su turno para bailar con el seminarista Alejandro.

La visita terminó en concierto de alegrías, sonrisas y abrazos, ‘abracémonos a nuestra vida, reconciliémonos y amemos a Dios.’

Este es una breve reseña de tan solo una actividad en los días de Misiones de Verano 2016, como esta, durante tres semanas desde que amanece hasta que anochece los seminaristas del Seminario de Monterrey estarán tocando los corazones de niños, jóvenes, matrimonios, enfermos y abuelitos en 10 Decanatos de la Arquidiócesis de Monterrey.

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16 May 2016

HELLO! 1

Por: Jesús Pablo Saldívar Castillón, seminarista (Primero de Teología)

La fiesta de Pentecostés es, desde tiempos de Jesús, una de las tres celebraciones religiosas principales (Ex 23,14ss) de los que creen en Yahvé como único Dios y salvador. En un principio era la llamada fiesta de las primicias, de las semanas, o bien pentecostés, en la que los judíos subían a Jerusalén a agradecer a Dios por el final de la cosecha de trigo, y más tarde se le añadió el recuerdo de la promulgación de la Ley en el Sinaí, es decir, la alianza de Dios con su pueblo. Luego los primeros cristianos redimensionaron esta fiesta con la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y María, que es lo que actualmente, celebramos.

Pero no se trata solo de la venida del Paráclito que Jesús había prometido, hay un elemento verdaderamente cristiano que pasa a veces desapercibido, pero que sin él, los seguidores del camino, la verdad y la vida no seriamos los mismos: el valor de la comunidad.

Este elemento no es para nada nuevo, ni netamente cristiano, pero sí le es fundamental. Las fiestas son para reunirse como comunidad y recordar, en este caso, la providencia de Dios, su paso por nuestra vida, y de manera concreta celebrar alegremente todo lo que Dios hace día con día en nuestro vivir. Los judíos así lo celebraban, reuniéndose en Jerusalén, para que de este modo, todos juntos como el pueblo elegido de Dios, alabaran al único Dios verdadero que jamás los ha abandonado.

El texto de los Hechos de los Apóstoles hace hincapié precisamente en eso, pues comienza diciendo “al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos”. Esa es parte de la esencia del cristianismo, estar reunidos. Para los primeros cristianos el aspecto comunitario era de gran valor, pues también dice el libro de los Hechos, que los cristianos se mantenían constantes en la comunión y tenían precisamente todo en común (Cfr. Hech 2,42ss).

Nosotros los cristianos del siglo XXI, seguimos, de acuerdo a la tradición apostólica, celebrando ese signo de unidad, porque eso significa ser Iglesia: estar reunidos como asamblea de Dios. Incluso, desde el origen de la palabra, ya nos hace referencia a ello, pues Iglesia viene del griego ekklesía que significa “llamar de afuera”, y remite al kahal hebreo que es la congregación del Pueblo de Dios, señalando, a los que se integran y componen el grupo de personas, que, como dice en Hechos, se reúnen con un mismo objetivo: estar con Dios.

En el Seminario, este elemento de la comunidad es crucial para la formación. Los seminaristas vivimos en comunidad: todos los días estudiamos, comemos, jugamos, descansamos, siempre juntos; y Pentecostés no es la excepción. Este año nos reunimos todos los seminaristas en la casa del Seminario Menor para celebrar el envío del Espíritu Santo, que nos ha hecho experimentar el llamado de Dios. Así al presentar la tradicional obra de teatro, nos sirve de pretexto para la convivencia y fraternidad comunitaria. Somos el nuevo kahal de Dios.

Vivamos pues esta fiesta comunitaria, donde celebramos el nacimiento de la Iglesia, precisamente como eso: un solo pueblo alegre, y así se cumplirá lo que dice Jesús: “para que sean uno como nosotros somos uno” (Jn 17,22).

13 May 2016

HELLO! 1

Por: Reynaldo Lázaro, seminarista.

“Si Cristo no hubiera resucitado vana sería nuestra fe” (1 de Corintios 15, 14). Estamos en un tiempo privilegiado, lleno de gozo y alegría por la Resurrección del Señor, que nos trae vida en abundancia. Este año jubilar de la Misericordia y toda nuestra vida, se nos invita a vivir como verdaderos testigos de la Resurrección. Salir al encuentro de nuestros hermanos y ser promotores de gracia, misericordia y vida.

Tenemos que ir al encuentro profundo con el rostro misericordioso de Cristo, poder contemplar su mirada, su rostro y su cuerpo sufriente a través de nuestros hermanos en condiciones más vulnerables. Aún y cuando experimentemos nuestra flaqueza humana, un sentimiento de impotencia ante el sufrimiento y el dolor de los demás, busquemos ser testigos de misericordia por la gracia y el amor de Dios. El encuentro con nuestros hermanos más débiles, debe ser una experiencia de la misericordia de Dios. Contemplar a cada uno de los hermanos es contemplar a Cristo viviendo su Pasión, Muerte y Resurrección. Participar y vivir el triduo pascual en cada uno de ellos: en los enfermos, los indigentes, los ancianos, los niños, los muchachos en rehabilitación, etcétera; tenemos que comportarnos como un verdadero prójimo y traspasar las barreras de la indiferencia y acercarnos a sanar y cubrir las heridas, teniendo una mirada contemplativa y una obra activa de misericordia para ellos.

Debemos dejar aún lado nuestro egoísmo y no encerrarnos en nuestra propia experiencia de Resurrección, tenemos que ser verdaderos testigos y ser como los primeros discípulos del Señor Jesús: “dar a conocer lo que oímos, lo que vieron nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos… se los anunciamos ahora” (1 Jn 1, 1-3). Hoy en día, muchos hermanos nuestros están pasando por momentos de sufrimiento y dolor; son momentos en que se unen a la Pasión y Cruz de nuestro Señor Jesucristo. Nosotros como discípulos y seguidores del Señor Jesús, debemos estar atentos a la voz de Dios que nos habla a través del dolor y del sufrimiento de nuestros hermanos. Debemos acompañarlos en su pasión, siendo misioneros de misericordia y testigos de la Resurrección. Llevémosles aliento, esperanza, caridad y la vida plena transmitida en Cristo Jesús. “Porque la Misericordia del Señor es eterna, aleluya” (Salmo 135).

25 Abr 2016

HELLO! 1

Por: Ángel Josué Loredo García, seminarista.

Corría el mes de Agosto del año 2015. Comenzaba, en aquellos días, a cursar mi noveno año de formación, propiamente iniciaban para mí, los estudios del tercer año escolar en el Instituto de Teología y me encontraba con una gran expectativa al retomar mi formación académica en el Seminario. Indudablemente, una de las noticias que los seminaristas esperamos con más ansias a inicio de año, es la de poder conocer cuál será nuestra nueva experiencia de apostolado.

Recuerdo claramente, que en primer momento, vi en la lista de apostolados, los nombres de dos hermanos seminaristas y el mío, el destino eran dos capillas: Espíritu Santo y San Judas Tadeo, ambas ubicadas en Juárez, Nuevo León. Junto a las capillas, también decía en la lista como lugar de apostolado el Centro Multimedia Aletheia del Seminario, esta noticia, tengo que decirlo, me impacto demasiado, ya que Aletheia es un estudio donde se trabaja mucho con computadoras, cámaras de video, entre otras tareas, y la verdad, en las cuestiones tecnológicas no soy nada bueno.

Así mismo, aparecía como encargado del proyecto el padre Martín Galicia, director espiritual del Seminario en el Instituto de Filosofía. Lo más pronto posible, me acerque al padre Martín para aclarar qué es lo que me esperaba, me aclaró, gracias a Dios, que la encomienda era solamente en las capillas, junto a esto, me encuentro ahora con la sorpresa de que el proyecto es comenzar a forjar una comunidad parroquial con los fieles de estas  capillas. ¿Por qué una sorpresa? Lo ordinario, al menos en la experiencia apostólica que he vivido, había sido, estar en parroquias ya establecidas pastoralmente o propiamente en la pastoral Vocacional. Entonces, el reto presentado fue muy interesante desde aquél momento.

Hoy en día, puedo afirmar, que el tiempo que Dios me ha permitido vivir en estas dos bellas comunidades, verdaderamente ha sido enriquecedor. Y es que, contemplar la fe sencilla y fervorosa de las personas que forman estas comunidades, ha sido para mí proceso vocacional un fortalecimiento del mismo. De igual modo, el encuentro con la parte del pueblo de Dios que vive en estos lugares donde hemos compartido juntos la fe, ha sido una realidad que me ayuda a renovar la respuesta vocacional que busco dar a la invitación que Dios me hace a seguirle.

En mi persona, sin duda alguna, el sentimiento que más ha aflorado, es el de la gratuidad, ante tantas muestras de aprecio y cariño por parte de la comunidad. Es una alegría inmensa, el poder ver la confianza de tantas personas, cuando comparten desde lo más profundo de su corazón, las vivencias de su vida con un servidor. Esto es, un tesoro incalculable que va forjando en mi persona un corazón de futuro pastor del rebaño de Dios. Agradezco a nuestro buen Dios por la oportunidad que me da de poder servirlo a Él en su pueblo.

04 Mar 2016

HELLO! 1

Por: Héctor Daniel Rosales Vázquez

Devuélveme la alegría de tu salvación. Crea en mí, oh Dios, un puro corazón, un espíritu firme dentro de mí renueva.  Sal. 50,10.19

En el Seminario de Monterrey nos hemos preparado para vivir este tiempo de cuaresma con alegría y el anhelo de renovar el corazón y el espíritu en la misericordia de Dios.

Puede resultar  común pensar que  la cuaresma en el seminario se dé envuelta en cierto rigor externo de obras de mortificación y caras de luto,  la verdad es que no es así, pues se insiste año con año en la necesidad de vivir de manera auténtica y gozosa el camino cuaresmal, es decir: renovar el corazón en la experiencia personal y comunitaria de la  misericordia de Dios. La experiencia de misericordia con Dios no deja lugar para sacrificios externos ni caras de luto; sino la alegría de sabernos amados.

Iniciamos este camino de preparación cuaresmal, hace algunas semanas, una tarde previa al miércoles de ceniza con un retiro espiritual, no sólo como requisito de la formación, sino consientes de la necesidad de encuentro personal con Cristo que nos llama a la conversión del corazón y a caminar en el amor. Este tiempo de diálogo personal y comunitario con Dios, lo guía un sacerdote invitado por el equipo formador del seminario, el sacerdote comparte su experiencia de amor y encuentro con Cristo, acompaña a los seminaristas brindándoles métodos de oración y lecturas que pueden servir como  introducción  a un camino de reflexión sobre la propia vida cristiana y la exigencia que conlleva ser discípulos de Cristo.

El miércoles (llamado de ceniza) tuvimos la celebración de la Eucaristía por la mañana donde se hizo la bendición e imposición de la ceniza. Al terminar el momento de retiro, hacia el medio día, los seminaristas nos preparamos para salir a acompañar a las comunidades parroquiales y a los hermanos enfermos en los hospitales,  para impartir la ceniza dentro de una celebración de la Palabra.

En la formación sacerdotal es de vital importancia que el seminarista experimente de manera personal la misericordia de Dios, sólo de este modo será capaz de llevar la misericordia a los hermanos. La cuaresma es un tiempo especial, es la ocasión perfecta de recordar a los fieles la invitación constante y permanente de Dios a renovarse en su amor, de aquí la necesidad de comunicar esta invitación con el testimonio propio de la vida.

Este tiempo cuaresmal es un momento de mucha esperanza en el caminar de un seminarista, pues al contemplar el fervor y anhelo de la comunidad de recibir las gracias y bendiciones por parte de Dios, se renueva el compromiso alegre de continuar, generoso y firme, en la respuesta al llamado de Jesucristo para servirle en sus hijos muy amados.

Que el Señor Jesús te conceda su paz.

Recen por nosotros.

09 Feb 2016

HELLO! 1

Por: Víctor Ángel Rocha Banda, seminarista.

“Rema hacia adentro del lago y echen las redes para pescar” (Lc 5,4).

El Centro Vocacional de Monterrey, integrado por sacerdotes, religiosas, seminaristas y laicos, buscamos siempre el bien de los jóvenes, que encuentren ellos el camino hacia la santidad. Para ello se ofrecen retiros como herramienta para que descubran lo que Dios tiene preparado para sus vidas.

El Encuentro Vocacional Sacerdotal es, precisamente, una herramienta, un espacio en el cual jóvenes de nuestras comunidades parroquiales que sienten la inquietud por la vida sacerdotal, jóvenes muy cercanos a nosotros, tal vez un hermano nuestro, amigo, primo o vecino, puedan encontrar una respuesta a lo que están buscando, puedan dar el primer paso para discernir lo que Dios tiene para ellos.

La cita que hemos escogido como base es del Evangelio de Lucas, “Rema hacia adentro del lago y echen las redes para pescar” (Lc 5,4). Estas son las palabras que dice Jesús a Pedro, en su primer Encuentro; que versículos antes, ellos estaban lavando las redes, puesto que estuvieron toda la noche intentando pescar y no consiguieron nada, pero, Jesús los invita confiar en él, para que más adelante se dé lo que conocemos como la pesca milagrosa.

En este contexto preparamos el Encuentro Vocacional Sacerdotal, que año con año se prepara con esmero, esfuerzo y alegría vocacional para cada uno de estos jóvenes. Queremos que sea verdaderamente un Encuentro con Aquél que los llama; que, escuchando el testimonio bíblico de los apóstoles y el testimonio de los apóstoles de hoy, es decir, los sacerdotes, confíen plenamente en Jesús que les dice: remen hacia adentro del lago, que no teman que yo los haré pescadores de hombres (cfr. Lc 5, 10).

Para este espacio vocacional somos muchos los que colaboramos, entre ellos: seminaristas, laicos, y de manera especial los sacerdotes y Obispos de nuestra diócesis, que tienen un papel importante al acercarse a los jóvenes y compartir su encuentro con Aquél que los llamó y como ven el rostro misericordioso de Dios en su ministerio, en contexto al Año Jubilar de la Misericordia.

Hay que destacar que no se queda solo en el retiro, sino que, se ofrece llevar el proceso vocacional, que consiste en: retiros, entrevistas, círculos vocacionales y fraternidad con aquellos que también sienten la misma inquietud.

Dios nos llama a la vida, a una vocación específica y a la santidad. Pidamos a Dios por este encuentro, por los jóvenes que participaron, para que así descubran su vocación y lleguen a la meta que es la santidad.

¡Oremos y trabajemos por las vocaciones!

13 Nov 2015

HELLO! 1

Muchas veces creemos que la llamada de Dios es EXTRAORDINARIA, que Él se nos aparecerá de forma física y nos dirá hacia dónde es nuestro camino. Sin embargo el llamado de Dios suele ser muy ordinario se da en el común de nuestras vidas, lo vemos en miles de personas que han sido llamadas por Dios de una forma muy clara. Sin embargo ante este llamado de Dios, la vocación nos hace ver lo particular, lo sencillo con ojos de fe.

Así, lo que para algunos por el camino es común, para otros puede ser parte del llamado de el llamado de Dios se da en medio de lo cotidiano, se da ante la realidad que muchas veces puede llamarnos a servir a los demás. Es Dios quien llama, cuando quiere, a quien quiere y en el momento que quiere; por ello es una llamada divina y no humana. Cada uno va descubriendo si Dios lo llama a formar parte de los seguidores del Maestro Divino. La pregunta inmediata que nos haríamos sería: ¿tengo vocación?

La vocación es un acontecimiento en tu vida. Cuando tomas conciencia del llamado de Dios, tu vida adquiere un sentido nuevo. Cuando comienzas a vivir en la clave de la escucha y la respuesta, tu vida adquiere un sentido nuevo y así, pese a vivir circunstancias difíciles, te sientes feliz. Una persona que vive vocacionalmente está ya marcada con el sello de la alegría, porque su don para los demás le ayuda a unificar su existencia en armonía con el mundo, con los hombres y con Dios. La llamada de Dios te configura con el modelo humano perfecto, que es Jesucristo, que ha venido a servir y a dar la vida. Eres feliz porque eres plenamente hombre en un proyecto que te identifica con Cristo en el camino de tu vocación específica.

Sin embargo, la vocación no se vive sólo con gozo. Percibir un llamado ocasiona con frecuencia una gran turbación. Ante el proyecto grande de Dios pueden surgir en ti muchos temores. No será raro que te invadan las dudas, y éstas te hagan sufrir.

Podrás experimentar sensaciones contradictorias: alegría e inquietud; valentía y temor; deseo de entregarte y apego a una situación más cómoda.

Pese a todo, experimentas una seducción irresistible hacia el llamado de Dios. Deseas en lo más hondo hallar el camino adecuado. Necesitas vivir vocacionalmente. Porque la vida es una aventura, y por la llamada de Dios te asomas a la aventura de tu vida. Por eso vale la pena tu esfuerzo por reflexionar, comunicar y orar lo que estás viviendo hasta responder a la apremiante llamada que toda la realidad te hace en nombre de Dios. Dios no suele llamar por apariciones o visiones.

El camino ordinario de su llamada son los acontecimientos que ocurren en tu vida diaria: situaciones personales, comunitarias y sociales. La llamada surge unida a un momento específico de la sociedad y de la historia.

Para descubrir el llamado de Dios es necesario que percibas toda esa realidad como misterio. Un misterio no es algo incomprensible, sino una realidad en la que está presente Dios dándole sentido.

27 May 2015

HELLO! 1

Formamos parte del Seminario de Monterrey

 

Muy queridos hermanos y hermanas que formamos la gran familia del Seminario de Monterrey:

Me gustaría reflexionar de qué modo nosotros, seminaristas y sus familias, empleados, maestros y sacerdotes, formamos o estamos llamados a formar una gran familia del Seminario. Decirlo es muy fácil, pero vivirlo es en verdad un gran desafío que como Rector veo y deseo enfrentar con fe y esperanza. Nuestra realidad como Seminario no escapa de la problemática actual que vive la familia de hoy, como lo explica el Papa Francisco en su Exhortación Evangelii Gaudium: “la familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales.

En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros y donde los padres transmiten la fe a sus hijos” (Evangelii Gaudium 66). ¿Qué significa que los vínculos son frágiles? Significa que nuestras relaciones se quiebran, lastiman y destruyen fácilmente.
¿Qué ocasiona esta fragilidad? El mismo Papa explica que es el “individualismo” el que “favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza los vínculos familiares” (Ibíd 67). El individualismo es la actitud de aislarnos, de no pensar en los demás, de creer que somos auto-suficientes. Es muy probable que esa actitud sea fruto de heridas emocionales que hemos sufrido en nuestra propia familia ya que a veces, aun sin darnos cuenta, hacemos o decimos cosas que lastiman aun a quienes amamos. Imaginemos las heridas interiores cuando hemos sido lastimados por alguien de la familia a quien parece no importarle nuestra vida ya que nos abandonó o simplemente mostró muy poco cariño o interés por lo que nos sucedía. Heridas similares las vivimos cuando, en la Iglesia, no recibimos en momentos difíciles, la atención y buen trato que esperaríamos de un sacerdote.

Eso mismo que sucede en las familias y las parroquias sucede a veces también en el Seminario cuando aun sin pretenderlo, nos lastimamos unos a otros por indiferencia o por actitudes poco fraternas.
¿Somos en verdad una familia? Los discípulos y Jesús en los evangelios, forman en verdad una nueva familia en la fe que no se excluye la familia de sangre: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?” Pregunta Jesús a quienes le insisten en que su parientes lo buscan, “y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: <¡Ahí están mi madre y mis hermanos! Cualquiera que cumpla la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre>” (Mt 12, 49-50). Los formadores en nuestro legítimo deseo de exigir a los futuros sacerdotes disciplina y honestidad, corremos el riesgo de mirar nuestra relación con ellos como “vigilantes” y olvidar que son en verdad nuestros “hermanos menores” y parte de nuestra familia; lo mismo puede suceder al seminarista cuando olvida que el formador, también ha dejado todo por Cristo y que, como sucede con un padre o una madre, aprendemos nuestro papel educador en la práctica cometiendo errores involuntarios. Este tipo de relación familiar que conviene aprender en el Seminario, será la mejor preparación para nuestra relación con el Pueblo de Dios al que serviremos. Así compara el Papa Francisco la relación de un sacerdote con la gente: “El espíritu de amor que reina en una familia guía tanto a la madre como al hijo en sus diálogos, donde se enseña y aprende, se corrige y se valora lo bueno; así también ocurre en la homilía” (ibíd. 139) y en general en las relaciones pastorales del sacerdote con los fieles. Por ello, explica el Santo Padre Francisco, “la acción pastoral debe mostrar mejor todavía que la relación con nuestro Padre exige y alienta una comunión que sane, promueva y afiance los vínculos interpersonales… insistimos en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos «mutuamente a llevar las cargas» (Ga 6,2)” (Ibíd 64).

Este es el desafío que enfrentamos en la sociedad, en la Iglesia y en el Seminario: Lograr no sólo vernos como familia, sino construir relaciones fraternas fundamentadas en el Evangelio que nos enseña que tenemos todos un solo Padre y que entre nosotros somos hermanos (Cfr. Mt 23,9). Este es mi sueño, y estoy seguro que es el sueño de muchos seminaristas y formadores: que lleguemos, como familia del Seminario (empleados, maestros, alumnos y formadores), a amarnos fraternalmente y sanar heridas que como toda familia tenemos.

Salgamos sin miedo del individualismo que nos aísla de los vínculos fraternos y superemos, si fuera el caso, el llegar a sentirnos en el Seminario como simples funcionarios o usuarios de la institución.

 

¡Somos una gran Familia en la fe!

¡No nos dejemos robar la fraternidad!

 

Pbro. Juan Carlos Arcq.

Rector del Seminario de Monterrey