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HELLO! 1
… salimos vencedores gracias a Aquel que nos amó (Rom. 8, 37)
De la búsqueda de garantías, a la gratuidad misericordiosa
Imposible encontrar una secuencia histórica que nos permita ver cómo se ha reflexionado o vivido el concepto de misericordia durante los casi dos mil años de cristianismo. Tal vez, más prudente, sea detectar actitudes humanas diversas frente a la Palabra de un Dios, rico en misericordia, como lo señalaba ya la carta a los efesios.
Encontrarás referencias a citas bíblicas y a algunos eventos históricos, pero las crónicas se pueden multiplicar indefinidamente. Después de cada sección, aparecen algunas preguntas que pueden ser de utilidad para revisar tu propia visión, no de la misericordia, sino del mismo Dios.
Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa… (sal 43, 1)
Hoy, como hace dos mil años, vivimos la tentación de trasformar al Señor en una fuerza negociadora: como en la religión de los romanos del mundo clásico se trataba de un do ut des (algo así como te doy, para que me des). Especialistas en Biblia dicen que los rastros más antiguos de la ofrenda pascual apuntan hacia una costumbre de nómadas de ofrecer un sacrificio para ganar la buena voluntad y la protección divina contra desgracias. Algunos, como el salmista, pensamos Yo camino en mi entereza (integridad); rescátame, ten piedad de mí… (sal 26 (25), 11). Es decir, yo soy bueno, ahora cúmpleme…
Herederos de culturas legalistas, continuamos viendo a Dios como el signatario de un contrato: por ende, debe tener misericordia conmigo porque yo he cumplido la parte de la alianza. No es extraño toparnos con familiares o amigos que sienten que su cariño debe ser saldado, es decir, pagado de alguna forma: ¿cómo le pasó esto, siendo tan buena?, ¡esta persona no merece tal desgracia! Ciertamente, no es difícil encontrar a quien piensa que habiendo repetido un ritual, alguna muy pía devoción o incluso una vida de templo y de caridad, Dios está obligado a estar por nosotros. Más de uno, hoy, sigue practicando ‘obras de misericordia’ para granjearse la gracia de un Señor, más bien justiciero.
En esta primera visión, la misericordia de Dios es reducida a un pago. No deja de ser interesante, después de todo, durante casi mil años _el llamado Medioevo_, los cristianos volvían los ojos a Dios para obtener, antes que otra cosa, justicia. Algunos hablan de una ‘germanización’ (los famosos bárbaros desde la óptica imperial romana) de nuestra fe: lo que hace factible pensar en indulgencias, pagar para misas de ánimas…, y mil de las muy criticadas prácticas ya desde ese mismo periodo (en especial, la devotio moderna)
Reflexiona:
1. ¿Existe en mí una tentación de “comprar” a mi Dios (seguridad, salud, éxito)?
2. ¿Percibes en ciertas prácticas _parroquiales, en el mismo seminario_, señales de esta visión un tanto infantil _pero cómoda_, de que necesitamos hacer algo para que Dios nos quiera?, ¿crees que sea posible hacer algo para sanear esa visión?