12 Dic 2015

HELLO! 1

Por: Roberto Sergio García Garza, seminarista.

Una madre nunca se cansa de cuidar a sus hijos.

En el Seminario de Monterrey celebramos, a lo largo del año, una rica variedad de fiestas dedicadas a la reverente veneración de Nuestra Madre del Cielo: la Virgen María.

Entre ellas, una de las más importantes es la que celebramos en este mes de Diciembre: la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Todos nosotros sentimos un aprecio especial por la Guadalupana y esto quizá se debe al cariño profundo arraigado en el corazón de cada mexicano por aquella mujer que los trajo al mundo: su madre.

Cuando nuestra madre cumple años, organizamos una gran fiesta en el hogar. No faltan los mariachis, la música alegre y comida en abundancia (comida que en muchas ocasiones es preparada por la misma festejada), así mismo con Nuestra Madre del Cielo. En el Seminario, año con año, organizamos una gran fiesta para la Virgen de Guadalupe agradeciendo sus cuidados e intercesión.

Las mañanitas a la Virgen, la danza de los ‘matlachines’ y el chocolate caliente después de la Celebración de la Misa son elementos característicos de nuestra fiesta. Lo que hacemos es lo que cualquier hijo considerado desea hacer por su madre: agradecer sus desvelos y cuidados, corresponder a su amor siempre atento. Es una fiesta espiritual que a todos nos llena de alegría.

Aunque los hijos seamos rebeldes, las madres nunca se cansan de cuidarnos y de escucharnos en tiempos de dificultad. En el Seminario, festejamos a nuestra Madre del Cielo y hacemos propias las palabras que María le dirigió a Juan Diego en el Tepeyac: “Porque yo soy vuestra Madre misericordiosa, de ti, y de todos los hombres que viven unidos en esta tierra, y de todas las personas que me amen, los que me hablen, los que me busquen y en los que en mí tienen confianza. Allí les escucharé sus lloros, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores”.

Mi experiencia en estas fiestas guadalupanas es semejante a lo que experimento cuando visito mi casa en vacaciones. Comer la comida de mamá, escuchar sus consejos y saberme siempre cuidado por ella. María de Guadalupe es la madre amorosa que, en estas fechas y todos los días, cuida de nuestros pasos. Como San Juan Diego, nosotros también sintámonos abrazados por esta Madre amorosa que siempre está al pendiente de nuestras necesidades porque una madre nunca se cansa de cuidar a sus hijos.

29 Nov 2015

HELLO! 1

Por: Carlos Alberto de Jesús Reyes García, seminarista.

Nuestra vida es un peregrinar, un peregrinar a la casa del Padre quien nos espera con los brazos abiertos. Un Padre que nos ama inmensamente.

Las fiestas de nuestra Señora de Guadalupe, son las fiestas del corazón de México. Nos regocijamos ante los brazos de una madre que nos mira con profundo amor, un amor puro y desinteresado. Al peregrinar a la casa dedicada a la Madre de Dios, es caminar con la esperanza que ella intercederá por nosotros ante su hijo y que ella nos recibirá con una maternal bienvenida en la casa paterna.

El Seminario de Monterrey se honra en venerar a la Madre del Amor. Es por eso que con mucha devoción y alegría, caminamos en peregrinación año con año para dar gracias por su intercesión con este signo tan bello. Es una alabanza dirigida a Dios a través de la Madre del cielo, un gritar que ¡Dios está vivo! y que ha visitado a su pueblo con la presencia de Santa María de Guadalupe a tierras mexicanas. ¡Qué alegría puede experimentar nuestro corazón al venerarla como reina de nuestro país! ¡Qué privilegiados hijos somos al sabernos amados por una madre que nos cuida y protege como sus verdaderos hijos.

La música, los cantos, las danzas, los globos, las banderas, las flores son algunos de los presentes que le ofrecemos a Dios a través de nuestra Madre en esta fiesta del amor. En esta fiesta de la alegría que ensancha los corazones de sus hijos. Pero hay un presente que nunca falta, y es precisamente éste el que se engrandece de alegría al saberse amado por la Virgen de Guadalupe: el corazón. Es el presente principal que no tiene ningún costo ofrecer porque aunque en un principio nos costase entregar el corazón por lo que hubiera en él, ella, así como tengamos el corazón, lo toma en sus santas manos, lo entrega a su hijo, y la bella sorpresa que recibimos es justamente un bello corazón. Un corazón tocado por el que ha creado todos los corazones. Nuestra madre es la que también los cuida y protege. Ella nos lo ha dicho, y las palabras se han quedado muy grabadas especialmente en los corazones de los mexicanos: ¿no estoy yo aquí que soy tu Madre?

En una experiencia personal el miedo se ha hecho difuso al recordar esas tiernas palabras de nuestra Madre. ¡Qué bella es la mirada de la madre de la misericordia! que nos acompaña todos los días.