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HELLO! 1
“Hagan esto en memoria mía” (1Co. 11,24b.25b) son las palabras que resonaron en el corazón de los primeros apóstoles y discípulos del Señor, y que movieron a todas las comunidades de creyentes después de la Pascua de Jesús, a seguir reuniéndose a celebrar la Eucaristía, o lo que, más precisamente, ellos llamaban la fracción del pan.
La celebración de la Misa tiene no sólo un peso tradicional, sino que conjuga una gran cantidad de elementos que son significativos para los cristianos y que efectivamente transmiten la gracia de Dios a los creyentes.
Al recibir la Eucaristía nuestra persona se nutre con el cuerpo y la sangre del mismo Jesucristo, presente en las especies del pan y del vino que han sido “eucaristizadas”, o dicho de otro modo, sobre las cuales se ha hecho la oración de acción de gracias con las palabras que usó el mismo Cristo aquél día en la última cena con sus discípulos. Y no sólo repetimos las acciones o palabras que Jesús hizo hace dos mil años, sino que al vivir la Santa Misa, hacemos presente en nuestro tiempo aquel momento y aquella gracia que Jesús ha derramado por medio de las especies eucarísticas.
Y si aun así te queda duda sobre la radical importancia de reunirse en comunidad para vivir la Misa, estas palabras de San Ignacio de Antioquía, que dirigió en una carta a los efesios, te podrán ayudar:
Pongan empeño en reunirse más frecuentemente para celebrar la eucaristía de Dios y glorificarle. Porque cuando frecuentemente se reúnen en común, queda destruido el poder de Satanás, y por la concordia de vuestra fe queda aniquilado su poder destructor. Nada hay más precioso que la paz, por la cual se desbarata la guerra de las potestades celestes y terrestres. (S. Ignacio de Antioquía, Carta a los efesios, 13)
Es así que estas puntuales pero enriquecedoras enseñanzas bíblicas y de los santos padres nos lleva a plantearnos varias cuestiones sobre nuestra vivencia de la Eucaristía:
- ¿Cuándo asisto a Misa tengo conciencia de todos los elementos significativos que se han ido pasando de generación en generación a lo largo de la historia y que nos llegan hasta nuestros días con un gran valor espiritual?
- ¿Participo en la Misa creyendo que yo también estoy celebrando el misterio pascual de Jesús, o pienso que sólo el sacerdote tiene un papel protagónico?
- En las primeras comunidades la fracción del pan tenía una fuerte dimensión social. Es decir, el recibir el cuerpo y sangre del Señor se traducía en una vivencia fraternal alegre y generosa para con el prójimo. ¿Soy verdaderamente cristóforo (es decir, portador de Cristo) fuera del templo, después de comulgar, para con los demás, o me quedo en un “engolosinamiento” espiritual sin repercusión en las relaciones con mi entorno?
- ¿Me siento en familia con los hermanos que me rodean cuando estoy en el templo en la celebración eucarística?
- ¿Experimento en la comunidad cristiana a la que pertenezco, al celebrar la Eucaristía, la fortaleza y apoyo para sacar adelante las situaciones difíciles de la vida o las tentaciones que buscan alejarme de Cristo? ¿Fomento yo esta “red” de apoyo espiritual y/o material, a imitación de las primeras comunidades creyentes?
Sin duda, la Eucaristía, como decía San Ireneo de Lyón, es la que “da solidez a lo que creemos” (Contra los herejes, IV,18,5). Conocer su origen e importancia nos permite recuperar la memoria histórica de este valiosísimo sacramento que custodia la Iglesia como tesoro más grande.
Por: Seminarista Darsving O. Ehrenzweig