27 May 2015

HELLO! 1

La Alegría en la Familia

Los lazos que se pueden formar en la familia son inigualables.

San Juan Pablo II una vez dijo: “El amor es verdadero cuando crea el bien de las personas y de las comunidades, lo crea y lo da a los demás. Sólo quien, en nombre del amor, sabe ser exigente consigo mismo, puede exigir amor de los demás; porque el amor es exigente”. (Carta a las familias, #14) Consideramos que la manera en que desarrollamos la amistad en nuestra familia siempre tiene como base el amor y el servicio a los demás, aunque en ocasiones sea muy exigente o desgastante, nosotros buscamos expresarlo de múltiples maneras.

La primera forma de expresar nuestro amor y de fortalecer la amistad es por medio de la convivencia, una familia que no se comunica ni convive, es una familia dividida, porque nadie sabe lo que el otro está viviendo. Nosotros procuramos compartir lo que va pasando en nuestras vidas, las experiencias que tenemos, los momentos alegres del día y las dificultades también. Primero escuchamos atentamente, para después poder aconsejar y acompañar.

De igual manera, nos esforzamos para poder estar atentos a las necesidades de los demás y así poder ofrecer un apoyo incondicional. Es reconfortante saber que aunque en ocasiones los amigos puedan fallar y no estar siempre presentes, la familia siempre estará ahí y nunca nos abandonará.

Una verdadera amistad no es la que siempre nos solapa, sino que es la que nos impulsa a ser mejores y a salir de nuestra zona de comfort. Los verdaderos amigos son los que tienen el valor de corregirnos cuando erramos, por eso, en la familia procuramos corregir fraternalmente, por un lado, el que corrige intenta hacerlo de la manera más asertiva y caritativa posible y el que es corregido acepta el consejo sin rencores ni corajes.

Los lazos que se pueden formar en la familia son inigualables, en ningún lado hemos podido encontrar una amistad tan estrecha e íntima como la que se da en la familia. Por eso, creo que la frase del Papa Francisco resume perfectamente lo que hemos querido expresar: “Tener un lugar a donde ir, se llama Hogar. Tener personas a quien amar, se llama Familia, y tener ambas se llama 10 Bendición”. (Homilía del 27 de diciembre 2014).

27 May 2015

HELLO! 1

¿Cómo ha sobrellevado la donación de su hijo seminarista a la formación Sacerdotal?

 

¿Cómo ha sobrellevado la donación de su hijo seminarista a la formación Sacerdotal?

La familia es la base de toda vocación incluyendo la vocación a la vida sacerdotal. Doy gracias a Dios por que nos ha concedido la dicha de caminar junto a nuestro hijo, en esta noble y hermosa etapa de su vida en el camino de formación en las diferentes etapas dentro del seminario (Menor, Curso Introductorio, Instituto de Filosofía y ahora Instituto de Teología). Comenta la Sra. Elizabeth Páez de Alanís mamá del Diac. Francisco Javier Alanís Páez.

Recuerdo que en un principio, vivimos momentos especiales y difíciles cuando nuestro hijo nos comentó su deseo de consagrar la vida a Dios a través del sacerdocio. Esta etapa de desprendimiento hacia ese camino de vida, no era lo que nosotros como padres de familia habíamos deseado; sin embargo, ante todo, había que ir descubriendo cual era la voluntad de Dios hacia nuestro hijo. Con el paso de los años dentro de la formación sacerdotal de Francisco Javier, hemos encontrado áreas de oportunidad que trabajamos juntos como familia para ir aceptando el llamado que Dios le concede y a nosotros nos ha dado paz y tranquilidad el ver su crecimiento en las distintas áreas integrales de su vida: física, mental y espiritualmente. Cada una de las metas o retos que se ha ido fijando a través de su formación lo ha hecho con amor, entusiasmo, entrega y paciencia para llegar hasta el cumplimiento de cada una de ellas.

Como familia nos hemos visto fortalecidos al observar como cada una de las comunidades de apostolado en las que ha servido lo han acogido y acompañado y las semillas que han sembrado en nuestro hijo, comienzan a dar sus frutos. llegado hasta este momento de su formación donde casi concluye esta primera etapa de la formación inicial. Esto para nuestra familia ha sido algo muy enriquecedor que nos motiva a consagrarnos junto con nuestro hijo al Servicio del pueblo de Dios. Como resultado, llegamos a descubrir que una familia que vive plenamente la fe para experimentar la entrega gratuita del amor a los demás.

Para nosotros el desprendernos, ha sido un acompañamiento diario y en el cual todos mi esposo, mi hija y una servidora hemos aprendido cosas nuevas y distintitas. El camino no ha sido fácil pero, tomados de las manos de Dios y de la Santísima Virgen María hemos avanzado.

 

Sra. Elizabeth Páez de Alanís

Mamá del Diac. Francisco Javier Alanís Páez.

27 May 2015

HELLO! 1

Formamos parte del Seminario de Monterrey

 

Muy queridos hermanos y hermanas que formamos la gran familia del Seminario de Monterrey:

Me gustaría reflexionar de qué modo nosotros, seminaristas y sus familias, empleados, maestros y sacerdotes, formamos o estamos llamados a formar una gran familia del Seminario. Decirlo es muy fácil, pero vivirlo es en verdad un gran desafío que como Rector veo y deseo enfrentar con fe y esperanza. Nuestra realidad como Seminario no escapa de la problemática actual que vive la familia de hoy, como lo explica el Papa Francisco en su Exhortación Evangelii Gaudium: “la familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales.

En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros y donde los padres transmiten la fe a sus hijos” (Evangelii Gaudium 66). ¿Qué significa que los vínculos son frágiles? Significa que nuestras relaciones se quiebran, lastiman y destruyen fácilmente.
¿Qué ocasiona esta fragilidad? El mismo Papa explica que es el “individualismo” el que “favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza los vínculos familiares” (Ibíd 67). El individualismo es la actitud de aislarnos, de no pensar en los demás, de creer que somos auto-suficientes. Es muy probable que esa actitud sea fruto de heridas emocionales que hemos sufrido en nuestra propia familia ya que a veces, aun sin darnos cuenta, hacemos o decimos cosas que lastiman aun a quienes amamos. Imaginemos las heridas interiores cuando hemos sido lastimados por alguien de la familia a quien parece no importarle nuestra vida ya que nos abandonó o simplemente mostró muy poco cariño o interés por lo que nos sucedía. Heridas similares las vivimos cuando, en la Iglesia, no recibimos en momentos difíciles, la atención y buen trato que esperaríamos de un sacerdote.

Eso mismo que sucede en las familias y las parroquias sucede a veces también en el Seminario cuando aun sin pretenderlo, nos lastimamos unos a otros por indiferencia o por actitudes poco fraternas.
¿Somos en verdad una familia? Los discípulos y Jesús en los evangelios, forman en verdad una nueva familia en la fe que no se excluye la familia de sangre: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?” Pregunta Jesús a quienes le insisten en que su parientes lo buscan, “y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: <¡Ahí están mi madre y mis hermanos! Cualquiera que cumpla la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre>” (Mt 12, 49-50). Los formadores en nuestro legítimo deseo de exigir a los futuros sacerdotes disciplina y honestidad, corremos el riesgo de mirar nuestra relación con ellos como “vigilantes” y olvidar que son en verdad nuestros “hermanos menores” y parte de nuestra familia; lo mismo puede suceder al seminarista cuando olvida que el formador, también ha dejado todo por Cristo y que, como sucede con un padre o una madre, aprendemos nuestro papel educador en la práctica cometiendo errores involuntarios. Este tipo de relación familiar que conviene aprender en el Seminario, será la mejor preparación para nuestra relación con el Pueblo de Dios al que serviremos. Así compara el Papa Francisco la relación de un sacerdote con la gente: “El espíritu de amor que reina en una familia guía tanto a la madre como al hijo en sus diálogos, donde se enseña y aprende, se corrige y se valora lo bueno; así también ocurre en la homilía” (ibíd. 139) y en general en las relaciones pastorales del sacerdote con los fieles. Por ello, explica el Santo Padre Francisco, “la acción pastoral debe mostrar mejor todavía que la relación con nuestro Padre exige y alienta una comunión que sane, promueva y afiance los vínculos interpersonales… insistimos en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos «mutuamente a llevar las cargas» (Ga 6,2)” (Ibíd 64).

Este es el desafío que enfrentamos en la sociedad, en la Iglesia y en el Seminario: Lograr no sólo vernos como familia, sino construir relaciones fraternas fundamentadas en el Evangelio que nos enseña que tenemos todos un solo Padre y que entre nosotros somos hermanos (Cfr. Mt 23,9). Este es mi sueño, y estoy seguro que es el sueño de muchos seminaristas y formadores: que lleguemos, como familia del Seminario (empleados, maestros, alumnos y formadores), a amarnos fraternalmente y sanar heridas que como toda familia tenemos.

Salgamos sin miedo del individualismo que nos aísla de los vínculos fraternos y superemos, si fuera el caso, el llegar a sentirnos en el Seminario como simples funcionarios o usuarios de la institución.

 

¡Somos una gran Familia en la fe!

¡No nos dejemos robar la fraternidad!

 

Pbro. Juan Carlos Arcq.

Rector del Seminario de Monterrey