23 May 2016

HELLO! 1

Por: Diác. Juan Reynaldo Díaz Castillo

Todo seminarista espera con mucha alegría y esperanza la respuesta final de su formación, “el ser aceptado para el Orden Sacerdotal”. Es una noticia que esperamos alrededor de 10 años, después de clases y exámenes, apostolados, disciplina, etc.

Cumplir con los requisitos que nos pide la Iglesia para poder solicitar este santo sacramento.

Luego de que el equipo formador, realizara los debidos escrutinios, estos resultados fueron entregados al Señor Arzobispo Mons. Rogelio Cabrera, y era por parte de él que recibiríamos la tan esperada noticia.

Un día uno de nuestra generación se topó con Monseñor Rogelio, y como es peculiar de nuestro Pastor, el siempre está atento nos pregunta nuestro estar. Y para pronto le mencionó este diácono “pues muy emocionados por recibir nuestra respuesta”. Y es así como el Arzobispo nos dio fecha para darnos la noticia. Nos esperaba en su casa el domingo 8 de mayo de 2016, a las 5:00 p.m.

Todo ese fin de semana fue muy emocionante, una larga espera para el domingo, pero cual era la prisa si ya habíamos esperado tantos años de formación. Llegamos a su casa alrededor de las 4:30 p.m. tomamos asiento en la sala, platicamos un rato con Monseñor Rogelio y unos invitados, y muy puntual se retira para ir a su oficina y preparar nuestra entrevista.

La entrevistas estaban marcadas cada 15 minutos, aunque alguno nos tardamos un poquito más porque nos gusta la plática. Cada uno iba bajando y nos comunicaba su alegría de lo que el Señor Arzobispo y él charlaron acerca de su ordenación, cada uno tuvo diferentes temas, pero eso si, a todos nos preguntaba “¿Quieres ser ordenado presbítero?”, y con mucha alegría cada uno de nosotros respondía.

Después de las entrevistas y nuestras respuestas, tuvimos un momento de convivencia con nuestro Pastor, muy amablemente nos brindo los alimentos de esa cena, entre risas y pláticas disfrutábamos de tan gran noticia. Al término de nuestra cena ya para retirarnos nos dio la fecha, hora y lugar de nuestra ordenación sacerdotal, 15 de agosto de 2016 a las 6:00 p.m. en la Basílica de Guadalupe.

Así es que los 10 diáconos a ordenarse este día esperamos contar con su presencia, pues esta fiesta es una fiesta para todos, es un sacramento que se comparte con toda la Iglesia de Monterrey.

10 Sep 2015

HELLO! 1

La Eucaristía se debe vivir con el espíritu limpio, con el corazón y el pensamiento sano y abierto al amor de Dios, esto sólo podemos lograrlo mediante la confesión, el regalo de Dios para purificar nuestra alma.

Muchos se preguntan el porqué debemos confesarnos, y por qué ante un sacerdote. La realidad es que nosotros como cristianos, como católicos hacemos lo que Dios nos dice en su Palabra.

El sacramento de la reconciliación nace directamente del misterio pascual, Jesús Resucitado se aparece a sus apóstoles y les dice: “Reciban el Espíritu Santo, a quienes les perdonen los pecados les quedaran perdonados”.

El perdón de los pecados no es fruto de nuestro esfuerzo personal, sino un regalo, el don del Espíritu Santo que nos perdona con la gracia y misericordia del Padre. La confesión que se realiza de forma personal y privada no debe hacernos olvidar su carácter eclesial. En la comunidad cristiana es donde se hace presente el Espíritu Santo que renueva los corazones en el amor de Dios y une a todos los hermanos en un solo corazón en Cristo, por eso no basta pedir perdón al Señor interiormente, es necesario confesar con humildad los propios pecados ante el ministro, el sacerdote quien es nuestro hermano representa a Dios y a la Iglesia.

La confesión es un don que cura el corazón y el pensamiento, a veces la pereza, la vergüenza o la pérdida del sentido del pecado hacen que se olvide su importancia, pero sobre todo el sentido del pecado que en el fondo es la pérdida del sentido de Dios. En cambio cuando nos dejamos reconciliar por Jesús encontramos la paz verdadera.

Recomendaciones para una buena confesión:

1º Realiza un examen de conciencia: Recordar los pecados cometidos desde la última confesión bien hecha.
2º Dolor de los pecados y propósito de enmienda: Es un sentimiento o pena interior de haber ofendido a Dios. El propósito de la enmienda es una firme decisión de no volver a pecar y de evitar todo lo que pueda ser ocasión de cometer pecados.
3º Decir los pecados al confesor, el sacerdote: Debemos confesar todos los pecados mortales no confesados anteriormente. Con su número y circunstancias, conviene decir también los pecados veniales. El que calla por vergüenza la confesión de algún pecado mortal comete un grave pecado llamado “sacrilegio” y no se le perdonan los otros pecados cometidos. Si se olvida la confesión de un pecado mortal, la confesión vale, pero el pecado olvidado debe manifestarse en la próxima confesión.
4º Cumplir la penitencia: Cumplir la penitencia es rezar las oraciones y hacer las buenas obras que manda el confesor.

 

Por: Pbro. Oscar Lomelín y Dpto. de Comunicación Seminario de Monterrey.