08 Dic 2016

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La Santa Sede, a través del “L’Osservatore Romano” y en torno a la celebración de la Inmaculada Concepción, ha dado a conocer la nueva “Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis” que dará luces a todos los seminarios del mundo para la formación de los futuros pastores del Pueblo de Dios.

La nueva ratio, anhelada y esperada para muchos formadores y seminaristas del mundo, es el documento de la Iglesia que establece los nuevos criterios para la formación en los Seminarios.

¿Por qué este documento ha generado grandes expectativas?

Desde hace treinta años, en 1985 se actualizó la antigua ratio y, aunque la Iglesia contó con grandes aportaciones, como es el caso de la exhortación apostólica post-sinodal “Pastores Dabo Vobis”, entre otras; requería ya un documento que actualizara y aportara luces muy concretas, por las nuevas realidades que viven los jóvenes en formación, los sacerdotes en la pastoral y por el mundo cambiante en el que vivimos.

Este documento de la nueva ratio, tiene su génesis en la reunión de Aparecida, cuando la Iglesia con la luz del Espíritu busca una renovación en el caminar del cristiano, la cual entiende, que en la época actual y para dar respuesta al mundo, requiere una Iglesia de discípulos y misioneros.

Para quienes desean ser servidores de Cristo y anhelan el Sacerdocio como medio de santificación, la nueva ratio establece que el elemento discipular-misionero está en la formación. La nueva ratio da un vuelco a la formación actual, tan orientada a las etapas académicas en los Seminarios y que establecía prácticamente, como único criterio evaluación, el ámbito intelectual. Lo medular de este nuevo proceso es que al discípulo en el Seminario se le evalúa por su madurez humana y vocacional y no solamente por su madurez intelectual.

La gran novedad de este documento es que establece, además de la etapa inicial, las etapas “discipular” y “configurativa” en lo que hoy se conoce como filosofía y teología resumida en un sexenio. Y al finalizar la formación en las etapas “pastoral” o “de síntesis vocacional”.  Todas unidas por un itinerario y un camino gradual y unificador para que no queden como etapas aisladas y descoordinadas unas de otras, sino tener un solo camino en el Señor.

El documento agrega que la formación del discípulo no termina en el Seminario, la formación permanente es para toda la vida e inicia en el momento de su ordenación.

Finalmente, consideramos que este documento trae gran esperanza, porque renueva la visión de la formación del sacerdote, que más que un cúmulo de programas busca una nueva actitud en el discípulo-misionero.