22 Nov 2016

HELLO! 1

Por: José Luis Morán Becerra, seminarista (T1)

“Maestro de la fe, (…) de los senderos que conducen a la unión con Dios, teólogo y místico, poeta y artista”. Esta es la noble descripción que San Juan Pablo II hizo en su visita a España, en 1982, al santo sacerdote carmelita. El día de hoy, como Iglesia celebramos su memoria, recordando su ejemplo de vida y santidad, y su sabia respuesta ante las distintas tribulaciones que enfrento en carne propia.

Juan de Yepes nació en 1942 en Fontiveros (Avila), España. Ingresó al Orden del Carmen en 1563; ordenado sacerdote en 1567, le pidió a Dios la gracia de soportar con valor y paciencia toda clase de sufrimientos. Tiempo más tarde tuvo un encuentro con Santa Teresa de Jesús, quien lo convenció de que observará la Orden de Carmelitos Descalzos. Formador y maestro de gran inteligencia y sabiduría, enseñaba la doctrina de la fe. Trabajando arduamente y con gran celo apostólico, teniendo siempre su fuerza y confianza en Dios, logró enfrentar una gran “sequedad espiritual”, que le impedía tener una devoción sensible al rezar o meditar, y a toda clase de calumnias e injurias que hacían en contra él.

A pesar de haber sido encarcelado injustamente, padeció con paciencia cada ultraje, creciendo de este modo en santidad. Este tiempo de sufrimiento le permitió a San Juan crear una de las grandes obras titulada “La noche oscura del alma”, que le permite reconocerlo como Doctor de la Iglesia. Muere en 1591.

El santo sacerdote carmelita es un hombre ejemplar, que con sus escritos y enseñanzas enriquecen la vida del creyente, el cual busca constantemente el rostro de Dios. Para nosotros que estamos de formación nos ayuda a apreciar el celo por contemplar el misterio de amor de Dios, sobre todo, en la adoración eucarística cada jueves durante la Hora Santa, como también en esos momentos de “crisis vocacional”, en donde nos vemos sedientos de saber la voluntad de Dios en nuestras vidas.

Te invito a que hagamos esta oración, pensado en aquellos sacerdotes que están pasando por alguna tribulación en su ministerio, para que San Juan de la Cruz sea su intercesor, y ellos puedan recibir de Dios la gracia y fortaleza que necesitan para continuar en su servicio humilde con amor y alegría a la Iglesia.

«Señor, Dios nuestro, que hiciste a tu presbítero San Juan de la Cruz modelo perfecto de negación de sí mismo y de amor a la cruz; ayúdanos a imitar su vida en la tierra para llegar a gozar de tu gloria en el cielo. Amén».