- BY Seminario de Monterrey
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El Señor desde el seno materno me llamó;
desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre Isaías 49,1
La vocación es un llamado, el simple hecho de que Dios nos haya creado quiere decir que hemos sido llamados, que nuestra vida tiene un propósito, que debemos reflejar a Dios cada quien a nuestra manera; puesto que fuimos hechos a su imagen y semejanza.
Descubrí esta profunda verdad en un retiro vocacional, al cual me invitó mi mejor amiga de la preparatoria. En ese retiro entendí que Dios me amaba infinitamente y me conocía perfectamente, así que Él sabría qué era lo mejor para mí, y teniendo esa certeza me atreví a hacerle la pregunta más importante de mi vida: Señor ¿Qué quieres de mí?
Esta pregunta cambió muchas cosas en mi vida, para empezar cambió mis prioridades, mis planes a futuro. Lo único que ahora importaba era descubrir el plan que Dios tenía para mí.
Les confieso que tenía miedo a que Dios quisiera algo que yo no quisiera, pero con el tiempo descubrí que Dios va haciendo que nos enamoremos del llamado que nos hace, y que a pesar de que el camino de descubrir la propia vocación está lleno de incertidumbres, Dios va dando pequeñas certezas que al corazón le bastan para seguir respondiendo.
La vocación es siempre una aventura, es caminar a veces a oscuras teniendo la certeza de que Dios va guiando y afianzando nuestros pasos.
Hace ya casi 6 años de que entré al Seminario, y les puedo decir, que han sido los mejores años de mi vida. La vocación es un maravilloso regalo de Dios que nos permite vivir auténticamente, vivir en plenitud.
André Alejandro Múzquiz Salazar.
Primero de Teología.