Quienes nos formamos como futuros pastores del Pueblo de Dios, ponemos un gran empeño, en fortalecer una de las principales áreas formativas del Seminario: el área apostólica, la cual nos invita a adquirir una libertad interior, para poder vivir el apostolado, verdaderamente como un servicio.

Cada uno de los seminaristas, somos enviados como discípulos a una comunidad parroquial, no solo a llevar y a enseñar lo que se ha aprendido en nuestra formación; sino también a compartir la vida, y a aprender en ella como ser un verdadero discípulo de Jesús, que acompaña, protege y guía a su pueblo, a ejemplo de Cristo Buen Pastor.

Nuestra práctica pastoral sin duda nos llevará a tener conocimiento de la realidad en nuestra Iglesia, que nos permita tener un mejor desempeño como futuros pastores, para saber guiar a una comunidad, y ejercer un futuro ministerio en un estilo de acogida y acompañamiento, de cada una de las situaciones que se puedan vivir dentro de una comunidad.

En lo personal mi apostolado lo realizo en la parroquia de la Exaltación de la Santa Cruz, en la que me toca acompañar a los jóvenes en su formación. En esta atención, veo la realidad de los jóvenes, y en ellos encuentro la necesidad y búsqueda de Dios para sanar las heridas que la vida les ha causado, el deseo de encuentro con el maestro es cada vez más grande, y su necesidad de atención es de gran importancia ante las ideologías que el mundo presenta.

Para los seminaristas, la participación pastoral dentro de una comunidad parroquial es tan necesaria, ya que hay un gran vínculo vital entre quien se forma para sacerdote, como para la comunidad, puesto que es ahí donde nace la vocación del futuro sacerdote y es a una comunidad a la que ha de servir a ejemplo de Jesús, comunidad que no solo ha de ser evangelizada, sino que ha de ser educadora de quien se forma para ser sacerdote, pues en ella, encontramos la experiencia para servir de la mejor manera al pueblo de Dios.

Sin duda nuestro motor principal dentro de nuestra formación apostólica, es Jesús, y Él, es quien nos motiva a transmitir el evangelio a quienes están deseosos de tener un encuentro con Él. A través de nuestro servicio, estamos llamados a transformar vidas y seguir construyendo el Reino de Dios, sin embargo la oración de cada uno de los fieles nos impulsa y fortalece a seguir creciendo en el amor a Dios y a su pueblo, por ello es importante seguir orando por quien busca consagrarse para servir al pueblo de Dios como sacerdote y por aquellos jóvenes que tienen la inquietud del servicio por medio del ministerio sacerdotal.

¡Gracias por sus oraciones, que acompañan e impulsan nuestro servicio apostólico y nuestro camino vocacional!

Jorge Alberto Rodríguez Urbina.
Tercero de Teología.