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Como cada año iniciamos el itinerario cuaresmal, camino que nos prepara y nos purifica para celebrar el acontecimiento fundante de nuestra fe: la Resurrección del Señor.
El día de mañana los católicos recibiremos la imposición de la ceniza sobre nuestra cabeza, un signo visible que nos recuerda nuestra condición humana, y que somos seres de polvo.
El gesto de la ceniza es de origen bíblico y judío, como señal de luto y dolor. Este signo era originalmente destinado para introducir a los penitentes en la penitencia pública.
Es significativo, que la ceniza sea impuesta después de la liturgia de la Palabra, pues en esto consiste la conversión; en la escucha y la profundización de la Palabra divina, de tal modo que debe penetrar nuestras mentes y nuestros corazones, para después despertar el deseo en cada uno de nosotros por practicar el bien y la justicia.
Por otra parte las lecturas contienen una fuerte llamada a la interiorización de las obras penitenciales de la Cuaresma y, nos recordaran que este tiempo cuaresmal, es un tiempo de gracia para volver nuestro corazón al Señor, para volver nuestra mirada al misterio de la redención. Así mismo, la Iglesia nos invita a la práctica del ayuno. San Juan Crisóstomo nos dice: «Cuando se habla de ayuno o abstinencia, existe el riesgo de caer en una devoción excesiva y poco fructífera respecto a no comer carne el viernes, el ayuno del “Miércoles de Ceniza” y el “Viernes Santo”. No significa que deben respetarse ni considerarse todo esto, sino por el contrario, se trata de hacerlo con inteligencia y libertad de espíritu». El ayuno deberá ir acompañado de la oración, pues está alimenta a nuestro espíritu y le ayuda a obrar siempre en libertad e inteligencia.
Al comenzar este tiempo de gracia en toda la Iglesia, nos hace mucho bien hacer un buen examen de conciencia y acercarnos al Sacramento de la Reconciliación, de modo que vivamos este tiempo íntimamente unidos a Dios y a nuestros hermanos.
La práctica de la limosna será otra de las obras que nos ayudarán a fortalecer nuestro espíritu, recordando que la limosna traducida en términos cristianos deberá ser la caridad, especialmente con aquellos que más necesitan y con todos aquellos a los que podemos hacer el bien.
Que al iniciar esté tiempo de Cuaresma realmente vivamos como verdaderos hijos de Dios y hermanos en Cristo el Señor, con un corazón penitente y dispuesto a la conversión. Que la Santísima Madre del Señor nos acompañe en este camino cuaresmal, para que al celebrar las fiestas de Pascua, podamos ser revestidos y renovados por la Resurrección del Señor, y que podamos ser testigos de esté acontecimiento, sobre todo en estos tiempos difíciles.
Héctor Elías Morales Montes
1o. de Teología