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El canto en la Iglesia tiene un papel fundamental; el entonces cardenal Joseph Ratzinger, en su libro “El espíritu de la liturgia”, expresa lo siguiente: «cuando el hombre entra en contacto con Dios, las palabras se hacen insuficientes, (…) se queda corto para lo que quiere expresar» (Ratzinger, 2009). Es entonces cuando a través del canto, invita a toda la creación a formar parte de esta unión.
La música sacra, durante la Cuaresma (tiempo privilegiado que la Iglesia dispone para la purificación de nuestro corazón, con miras a la Pascua) tiene como principal intención despertar en nosotros una actitud de recogimiento y verdadero arrepentimiento, y nos invita a mirar nuestra vida y nuestra historia, buscando una sincera conversión. Es por ello que, en este espacio, la liturgia nos propone el uso moderado de instrumentos musicales, con la finalidad de adentrarnos profundamente en este tiempo de preparación, reservando la alegría del canto para la gran fiesta de la Pascua.
Así como la tristeza del pueblo de Israel se vio transformada en alegría por su liberación y la expresó a través del Canto Triunfal (Cfr. Ex 15, 1-20), así en nosotros, el canto cuaresmal se verá transformado en la noche pascual; en la celebración del «verdadero éxodo que es la resurrección de Jesús» (Ratzinger, 2009), la victoria del Cordero.
Si dentro de nuestra comunidad formamos parte de algún ministerio de música, debemos recordar que a través de ella buscamos expresar el verdadero sentido de este tiempo litúrgico. Busquemos entonces, que este servicio que prestamos a Dios se vuelva verdadero motivo de reflexión a través del canto que brota de lo más íntimo de nuestro corazón.
Aprovechemos, pues, este tiempo de preparación y dispongamos nuestro espíritu para que, a través de la música sacra, logremos vivir el Misterio Pascual acompañando a Jesús no solamente en el dolor de la cruz, sino también en la alegría de su Resurrección.
Luis Carlos Solís Garza
Primero de Filosofía