- BY Seminario de Monterrey
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Estamos en la Cuaresma un tiempo que muchos católicos aprovechamos para hacernos propósitos de ser mejores, de combatir algún pecado, de hacer más oración etc. Quizá si somos sinceros con nosotros mismos, podemos darnos cuenta que no es tan fácil, que en muchos propósitos no hemos perseverado, o que incluso hemos caído en el pecado que en un principio queríamos combatir, y esto a veces nos hace sentirnos tristes y desanimados.
El hacernos propósitos en Cuaresma es sin duda algo bastante bueno; sin embargo no podemos reducir este tiempo litúrgico solamente a eso. La Cuaresma es también, un tiempo de descubrir y experimentar el amor misericordioso de Dios.
A veces cometemos el error de pensar que debemos ser buenos, hacer oración, y no cometer pecados para que Dios nos pueda amar, y nos frustramos porque no lo logramos. Siendo que Dios nos ama incondicionalmente a pesar de nuestras fragilidades y errores, y es precisamente descubriendo y experimentado este amor incondicional el que hace posible nuestra conversión.
El amor es el que nos cambia, así que no tengas miedo de empezar otra vez. Cuando tu conciencia te diga que has dañado tu relación con Dios, acude lo más pronto posible al sacramento de la reconciliación. Confiesa todos tus pecados con humildad, como cuando cuándo vas al médico y le expresas todos tus síntomas, no tengas miedo de mostrarle tus pecados y heridas al sacerdote. Escucha con atención los consejos que te dará y por último, experimenta el abrazo misericordioso de Dios, que borra tus pecados, sana tus heridas y te da la fuerza para seguir luchando.
Estas palabras de San José María Escrivá siempre me dan mucho ánimo: “Son santos los que luchan hasta el final de su vida: los que siempre se saben levantar después de cada tropiezo, de cada caída, para proseguir valientemente el camino con humildad, con amor, con esperanza.” FORJA 186
André Alejando Muzquiz Salazar.
1o. de Teología.