A todos nos ha pasado alguna vez que, cuando tenemos una pareja estable, nos preguntan; – ¿Cuándo se casan?; y ya casados, ¿cuándo tienen un hijo?; cuando tienen un hijo, ¿cuándo se animan para el otro?. ¿Te ha pasado? o ¿has sido tú el que ha hecho la pregunta?

Seguramente la respuesta es sí, y es así como nuestra cultura y sociedad nos ha ido diciendo lo que “podemos” preguntar y que sea aceptable. Sin embargo, ¿no es éste, un cuestionario agobiante? ¿qué peso podemos llegar a sentir cuando estas preguntas se repiten constantemente?

Hagamos una reflexión sobre la dimensión tan amplia de la familia como desarrollo de habilidades cognoscitivas, intelectuales, psicológicas, afectivas, volitivas, corpóreas y de la sinergia y armonía entre ellas. Estos criterios básicos, pueden darnos luz sobre el papel de la “familia en la educación”, tema que actualmente ha comenzado a tener más peso en nuestras comunidades e instituciones educativas.

Por generaciones, se han heredado entre las familias la forma de organización, educación, y valores. Incluso tenemos una escala de los asuntos de mayor a menor importancia. Entonces ¿qué tanta importancia o interés se le ha dado a aprender a ser padres?

Viéndolo desde una perspectiva preventiva; es decir, antes de iniciar la procreación, sería importante aprender aspectos teóricos y prácticos que probablemente no nos han sido heredados en nuestro círculo familiar.

En la educación de los hijos, partimos de la base previa de que el ámbito familiar es el que más influye en la vida de las personas y por lo tanto en su educación. La familia tiene el deber moral de educar y puede ser ayudado por las instituciones, la iglesia, la escuela, etc.

¿Qué pasaría si cambiáramos nuestra forma de expresar la alegría de ver a nuestros amigos y familiares unirse en matrimonio? Si se modificara el mapa mental cultural que hemos creado. Imagina que el día de tu boda tu mejor amigo te regalara una inscripción, para tomar un curso llamado “Ser Padres.” Si cada vez que alguien te felicita, en lugar de preguntar ¿cuándo tienes a tu primer hijo? te pregunta ¿ya planearon algún curso para aprender a educar a sus hijos? O ¿ya leyeron algún libro sobre educación? Sería incómodo, probablemente fue lo que llego a tu mente.

Te invito a que la próxima vez que seas testigo de una unión matrimonial, promuevas más la educación que la procreación. Estemos más alerta y preocupados por lo que nos ha salido mal como sociedad, y que nuestros niños crezcan en un ambiente emocional sano y volitivo. Eduquemos la conciencia no la obediencia; gastemos tiempo y esfuerzo en educar conscientemente el carácter y no dejar la educación en las manos del destino, de la reacción del momento.

Es indispensable reflexionar a fondo sobre la trascendencia que conlleva formar una familia de manera responsable y comprometida, porque “la decisión de casarse y formar una familia debe ser el fruto de un discernimiento vocacional” (Amoris Laetitia, 72).

Marcela Tinoco
Lic. en Ciencias de la Familia
Revista San Teófimo No. 142