- BY Seminario de Monterrey
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En ocasiones podemos llegar a sentirnos desanimados por las dificultades que se nos presentan en el día a día y pensar que la santidad es algo imposible. Claro que no es un camino sencillo, pero sí lo podemos alcanzar. La Virgen María nos puede ayudar, siendo nuestra guía e intercesora, y para esto vale la pena que partamos observando el dogma de la Inmaculada Concepción.
Creer que María fue concebida sin pecado original es estar seguros de que Dios quiere salvarnos, pues Él la dotó de los dones necesarios para cumplir la misión que le sería encomendada, la de ser madre del Mesías. Ciertamente, la mujer que recibiría esta encomienda, tendría que ser digna y estar preparada para llevar en su vientre y en sus brazos a Aquel que nos permitiría vivir la redención. Por eso, María, por gracia de Dios, nació sin mancha alguna y decididamente vivió cada uno de sus días sin cometer pecado alguno, cumpliendo la voluntad de Dios. Es así cómo en ella podemos ver que es posible llegar a la santidad, a ser inmaculados purificados por la gracia del Altísimo. Pues, ¿por qué Dios querría que su Hijo viniera a la Tierra si no es por la causa más noble, la redención del hombre? y, ¿por qué le concedería el ser concebida y vivir sin mancha alguna a una mujer, sino es para que tomándola como instrumento dócil, el resto de la humanidad pudiera algún día gozar de dicha gracia, de la pureza del alma?
Es, entonces, así que tenemos que estar seguros que podemos llegar al cielo y ¡que estamos llamados a vivir allí eternamente! Nuestra vocación más grande es ser santos, y ¡claro que podemos serlo! ¡Inclusive desde hoy! Obviamente es algo difícil, cuesta esfuerzo y el poner en práctica nuestros dones, vivir en oración y en completa disposición a la voluntad divina, pero ¡María nos enseña que sí es posible! Y lo logramos con ese “Sí” diario, que demostramos disponiendo nuestra alma a escuchar a Dios y actuando con amor. Digamos cada día “Hágase en mí según tu palabra.” y vivamos alegres de vivir de la mano de la gracia del Señor.
Diego Andrés Treviño Almaguer
1ero. de Filosofía