No cabe duda que la vida da muchas vueltas y siempre nos sorprende repentinamente; en ocasiones podemos tener muchos planes, actividades, proyectos, etc.; pero siempre es Dios quien tiene la última palabra.

Hace ya más de tres meses que nuestros días ordinarios se volvieron extraordinarios, dejamos tal vez muchas cosas que para nosotros eran importantes y valiosas, como por ejemplo, la Santa Misa, las horas santas, la espiritualidad comunitaria, el apostolado, las clases entre muchas otras cosas; pero hemos encontrado y reconocido algo que teníamos olvidado: la Iglesia doméstica.

Desde el día que salimos de nuestra casa común para iniciar el confinamiento en casa de nuestras familias, nos parecía difícil lo que se venía, nos sentíamos solos, desamparados, angustiados, al igual que muchas otras personas; iniciábamos un nuevo caminar e íbamos preguntándonos por el camino: ¿Qué seguirá?, ¿Cuándo volveremos a la normalidad?, y fue precisamente en ese momento en el que alguien especial se unió a nosotros. Ya era muy conocido por todos, en ocasiones habíamos platicado con Él, inclusive, nos ha acompañado algunas otras veces, pero en esta ocasión, se hizo el encontradizo.

Entre muchas actividades en casa, como el pintar las paredes, ayudar en las labores de la cocina y los mandados, los momentos de convivencia en la hora de la comida, sentíamos como esa presencia nos era familiar, nos daba una esperanza grande, y sobretodo, veíamos en el a alguien que nos amaba de corazón y nos unía como familia en su amor.

Sí, era Él, que venía a visitarnos y a quedarse con nosotros, no solo un rato, sino para siempre, porque así como nos dijo una vez: “Con amor eterno te he amado” (Jer 31,3), así es su fidelidad, eterna. Este gran regalo de su presencia en este tiempo es algo que no podremos olvidar jamás, pues ha salido a nuestro encuentro, ha venido a darnos su amor y sobretodo ha venido a unirnos más en su amor.

Nosotros somos testigos de las cosas maravillosas que ha hecho y sigue haciendo.Gracias Jesús por tu cercanía ayer, hoy y siempre; te pedimos que nos ayudes a saber reconocerte en todos los acontecimientos de la vida, y que a ejemplo tuyo sepamos también acompañar a muchos otros hermanos que aún siguen caminando y no te han encontrado.

Jesús Emmanuel Garza Torres
1º. de Filosofía