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Dar un buen consejo es entrar en la dinámica de Dios Espíritu Santo
quien continuamente nos llama a crecer en el amor, manifestación del Padre.
Dar un buen consejo nos pide estar atentos al momento oportuno
para compartirlo, con sabiduría y con bien
para no lamentarnos no haberlo dicho o decirlo
en medio de una situación de tensión o de disgusto.
Dar un buen consejo acrecienta la unidad
entre quien lo da y quien lo recibe.
Dar un buen consejo que sea propositivo,
para ayudar a crecer o madurar.
Dar un buen consejo manifiesta nuestro amor
a la persona a quien se lo damos porque deseamos sea mejor.
Dar un buen consejo debe ser con sencillez y claridad.
Dar un buen consejo que nazca de la oración al Señor,
de la Palabra meditada, de la experiencia viva.
Dar un buen consejo se fortalece con el ejemplo.
De otra forma será una manera de criticar
o señalar defectos sin desear el bien.
Recibir un consejo, nos pide tener una actitud de apertura,
para crecer con aquello que recibimos,
sin detenernos en juzgar a quien nos lo da.
Recibir un consejo es una invitación a crecer, superando mi egoísmo.
Recibir un consejo es descubrir que alguien me ama
y se preocupa para que crezca cada día.
Recibir un consejo es abrir mi corazón a la humildad, y a la escucha del otro.
Salidos de la mano de Dios, llamados a ser felices y en plenitud,
tarea inmensa que llevamos con nuestras debilidades,
aun deseando ser perfectos, nos fallan nuestros propósitos de serlo.
Por eso Dios ha puesto junto a cada uno alguien que con su consejo
nos ayuda a ser mejores: nuestros padres, nuestros hermanos, la esposa,
el esposo, un amigo, un sacerdote.
Pbro. Gerardo Charles García
Auxiliar de Espiritualidad y Prefecto de Pastoral