23 Oct 2020

¿Dónde encontrar a Dios? es la pregunta del hombre agobiado y de la mujer desesperada; del joven inquieto y del apasionado por la ciencia; de los que quieren dar gracias y de los que no están satisfechos con lo efímero; de quien llora en el funeral y de quien está convencido que la muerte no es el final. Este es uno de tantos testimonios que agradezco a Dios por conocer.

Buscando una respuesta, recuerdo una tradicional jaculatoria a rezar después de exponer el Santísimo Sacramento: “En los cielos y en la tierra sea por siempre alabado”. En otro lugar está escrito: “En la liturgia de la misa expresamos nuestra fe en la presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino… (CIC No. 1378). Estamos llamados a reunirnos en la Eucaristía para encontrarnos con Cristo y dar testimonio de él.

¡Pero tengo más preguntas! ¿Cómo encontrar a Dios después del molesto sonido del despertador? Me cuestiono si en la aglomeración del transporte urbano está Dios. El contemplativo me dirá que en medio del tráfico se puede hablar con Dios, pero cómo hacerlo cuando el diálogo interno es con el estrés, con el agobio del jefe o con los ánimos del lunes por la mañana. El ama de casa busca a Dios, pero lo encuentra lejano cuando las clases de los hijos son en casa, cuando el esposo trabaja desde la recamara, y su privacidad matinal se desvanece al igual que los planes del verano.

El enfermo y su familia buscan a Dios en la impotencia ante un diagnóstico desalentador; más bien parece que Dios se ha puesto en cuarentena. El joven se cuestiona si es el fin del mundo, pregunta porqué Dios no ordena las cosas, o al menos una parte de su vida.¡Pero tengo una certeza! ¡Por medio del amor encontraremos a Dios en lo cotidiano!

En un acto libre y confiado a Dios, al final del día es posible reflexionar el motor de nuestras acciones, el consuelo obtenido y lo que esperamos para la siguiente jornada. Existe una poderosa fuerza que apaga el despertador, nos levanta de la cama y nos conduce llenos de confianza a las labores cotidianas. ¡Es una fuerza que viene de Dios!

Hay una poderosa capacidad de transformar la mirada para ver en los conflictos familiares una oportunidad para crecer en la unidad, fidelidad y amor. Una acción es capaz de transformar la debilidad en fortaleza cuando la enfermedad parece haber llegado para quedarse. Y una decisión se convierte en la luz que ilumina nuestras incertidumbres más profundas.¡Esta fuerza, capacidad, acción y decisión es el amor! ¡Y en el amor está Dios, porque Dios es amor! (1 Jn 4,16).

El amor por la familia, por el prójimo, por uno mismo y por Dios hace posible regenerar nuestra percepción de la vida; nos da esperanza para darnos cuenta que Dios mora en nuestro interior y la fe siembra semillas de certeza ante lo que desconocemos.

Pero ¿cómo generar amor para encontrar a Dios en lo cotidiano? Eso ya está solucionado por el mismo Señor: “En esto está el amor: no es que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó primero” (1 Jn 4,10). Así compruebo nuevamente qué, de muchas maneras, Dios se adelanta poniendo los medios para que el amor sea la chispa que encienda el fuego de su presencia, providencia, renovación y acción.

Sean mis oraciones ante sus necesidades un sincero gesto de amor, con la certeza de que Él ya se ha adelantado en ello, pues “Él nos ha amado primero” (1 Jn 4,10).

Angel Salvador Martínez Chávez
2° Filosofía.