A lo largo de 85 años, hemos venerado y celebrado a san Teófimo Mártir, Patrono del Seminario Arquidiocesano de Monterrey. Y aún en medio de esta pandemia, queremos que nuestro corazón siga ardiendo como el de aquel mártir quien por defender su fe; dio la vida por Cristo.

Teófimo, el cual su nombre significa: “El que anuncia la voluntad divina”, sigue alentando a muchos jóvenes seminaristas a seguir dando la vida por Aquel que la dio por nosotros.

Las reliquias de san Teófimo, llegaron en el año 1924, el Excmo. Sr. José Juan de Jesús Herrera y Piña era obispo de nuestra diócesis junto con el Pbro. Rafael Plancarte las consiguió para el Seminario. Cabe resaltar que estas reliquias eran conservadas por las religiosas Turquinas en la ciudad de Roma.

Teófimo llegó a nuestra ciudad en una época de persecución religiosa, en una época donde el seguir a Cristo era difícil como en tiempos de san Teófimo. San Teófimo llegó para dar ánimo a los seminaristas y ver en él un ejemplo de vida entregada y sellada en Cristo con su sangre.

Las reliquias de san Teófimo estuvieron escondidas en diversas casas y en el año de 1935 llegarían a las instalaciones del Seminario que en aquel entonces se encontraba en el Templo San Luis Gonzaga.

Posteriormente en el año de 1959 llegaría a las instalaciones del Seminario ubicado en el municipio de San Pedro donde permaneció por más de 36 años. En el año de 1995 san Teófimo, junto con todo el Seminario Mayor cambiarán de casa a las instalaciones del Seminario que actualmente se ubican en el municipio de Juárez. Actualmente sus reliquias se encuentran custodiadas en la capilla de Rectoría, donde los seminaristas acudimos a pedir su intercesión.

La fiesta de san Teófimo es celebrada el 5 de noviembre y este año, no hemos querido pasar de largo esta fecha que para todo el Seminario es muy importante y significativa. Será una fiesta totalmente diferente donde buscaremos seguir dando esperanza y consuelo a toda nuestra comunidad.

Que san Teófimo mártir siga intercediendo por cada uno de nosotros, y que en medio de esta tempestad podamos escuchar la voz del Señor que nos dice: “¡Ánimo!, soy Yo, no tengan miedo” (Mt 14,27).

Juan José Barbosa Reyna.
2do. de Teología