- BY Seminario de Monterrey
- POSTED IN Blog, Seminario
- WITH 0 COMMENTS
- PERMALINK
- STANDARD POST TYPE
Año tras año en nuestro querido Seminario de Monterrey celebramos el novenario de nuestro santo patrono: san Teofimo, mártir. Esta celebración se ha caracterizado entre nosotros por ser un momento especial en donde, seminaristas, padres y nuestras familias, nos reunimos presencialmente para convivir espiritual y fraternalmente.
Sin embargo, este año, por la situación que está aconteciendo mundialmente, nos hemos topado con la necesidad de cambiar la manera en que tradicionalmente celebramos nuestra fiesta. Incluso, desde que comenzamos su preparación nos enfrentamos a nuevos retos como el de transformar esta vivencia (totalmente) presencial, a una lo menos presencial posible disponiendo de las plataformas digitales. No está de más escribir que algunos seminaristas compartíamos entre nosotros la necesidad de seguir con el ánimo y el entusiasmo de siempre al preparar y vivir esta fiesta aún a pesar de las contrariedades que han surgido por el nuevo coronavirus. Entre nosostros, compartíamos que esta situación nos da la oportunidad para reflexionar en las semejanzas de lo que estamos viviendo y de lo que pudo haber experimentado san Teófimo antes y durante el proceso de su martirio (encierro, aislamiento, miedo, etcétera), pero enfocándonos en la valentía, la entrega, la fidelidad y el amor a Cristo que llevó a nuestro patrono a la victoria celestial.
En años anteriores el novenario se iniciaba con una bienvenida por parte del Instituto de Teología a los demás Institutos del Seminario: Menor, Propedéutico y Filosofía. Esta bienvenida incluía batucada, snacks, ceremonia inaugural y convivencia deportiva. Algunas veces, después de la bienvenida, recibíamos dentro del mismo Seminario una conferencia en torno a la fiesta o sobre algún acontecimiento relevante del año en curso. Luego, unidos en procesión, trasladábamos las reliquias de nuestro patrono de donde normalmente se encuentran (en Rectoría) a una de las capillas del Seminario Mayor, y ya entronizado el santo iniciábamos formalmente la novena a san Teófimo. Terminado este acto litúrgico teníamos, lo que algunos llamaban, “noche de gala”, pues mientras cenábamos, disfrutábamos de alguna presentación musical, teatral o de comedia.
Aunque sí es un poco desconcertante la manera en que estamos viviendo actualmente la fiesta, ya que por motivos de seguridad y prevención se consideró conveniente que cada instituto celebrará en sus respectivas casas formativas (por lo que no hubo bienvenida como tal, la conferencia fue a través de las plataformas digitales y la procesión para la entronización del santo se realizó sólo con una pequeña representación del Instituto de Teología), agradecemos que se haya podido realizar el novenario a san Teófimo, pues es gracias a su testimonio que nosotros podemos renovar y fortalecer nuestro sí al llamado que Dios nos hace.
Fuera de la nostalgia que puede provocar esto en algunos de nosotros, nos ha ayudado a mantener abiertas las puertas (hablando virtualmente) del Seminario a nuestras familias, amigos y bienhechores para que puedan experimentar un poco de lo que nosotros vivimos en torno a esta fiesta.
Así mismo, esta reflexión sobre la persecución y/o el martirio que han tenido que pasar algunos miembros de nuestra Iglesia desde los primeros siglos hasta nuestros días, nos debe llevar a la certeza de que lo único eterno es el amor de Dios, a la esperanza de que juntos saldremos adelante de esta situación y a una caridad inquebrantable fundamentada en el amor y la gracia de Cristo.
Miguel Alejandro Ortiz Balandrán
3ero. de Teología