Estamos en la mitad de esta escalada cuaresmal, caminando con Jesús hacia Jerusalén, más específicamente hacia el Golgota; cabe hacer una pequeña pausa en el camino para ver y reflexionar qué es lo que pasa a nuestro alrededor.

Ningún tiempo de Cuaresma es igual, son únicas en su tiempo y en su estilo. Sin embargo, en este año sí que nos ha tocado partir al desierto y permanecer ahí; algunos, con un sentimiento de soledad y abandono en el que pareciera ser que Dios está cada vez más lejos; para otros, todo lo contrario; con un sentimiento de confianza y con la creatividad necesaria para acercarse a Dios desde el distanciamiento social y desde la cuarentena en casa. Ahora sí que nos tocó vivir como el Pueblo de Israel en el desierto cuando salieron de Egipto rumbo a la tierra prometida, qué mejor manera de vivir la Cuaresma, poniéndonos en los zapatos de los israelitas.

Es aquí donde quiero colocar mi reflexión, por experiencia sabemos que, siempre hay una luz después de un camino obscuro, que hay felicidad después de la tristeza, que después de una tormenta siempre viene la calma con ese aroma que a todos nos gusta. El pueblo de Israel supo esto en varias ocasiones, que después del desierto estaba la tierra prometida, después del destierro se encontraba la libertad, después de la destrucción de su ciudad amada, se encontró con una reconstrucción espléndida. Y lo mejor de todo es que leyendo éstas historias, vemos cómo la mano de Dios nunca se alejó de ellos. Aún más, llegada la plenitud de los tiempos entregó a su propio Hijo para la salvación de los hombres.

Nosotros como cristianos, creemos en esto: en la resurrección. La resurrección es para nosotros, más que la tierra prometida para los israelitas. ¡Nuestro desierto lo estamos viviendo con Jesús! Por lo tanto debemos confiar en Él y creerle a Él.

Aceptar caminar con Jesús, es querer ir con Él al desierto, recibir injurias por Él, poder ser apedreados, incluso ser corridos del templo hasta el punto de tener en cuenta que su camino es también subir con Él a la cruz. El tiempo de Cuaresma es más sobrio, reflexivo y con un ambiente más recogedor; pero sabemos que viene la Pascua, la resurrección y la vida. Y una vez más, Dios nos demuestra que no nos aparta de su mano, que siempre ha estado con el hombre y que no se cansa de llevarnos a pastar a los mejores campos.

Que éste tiempo de Cuaresma nos ayude como cristianos a crecer en nuestra capacidad de reflexión y en nuestra confianza en Dios. La Cuaresma es un tiempo de desierto, pero no se queda ahí, se camina hacia una realidad mucho mejor: la Resurrección.

 

Alexis de Jesús Hernández Fuentes

Seminarista

3ero de Teología