- BY Seminario de Monterrey
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Iniciamos el momento que Jesús nos pone para acompañarlo, para estar y caminar juntos. ¿Cuántas veces hemos caminado a su paso?, ¿cuántas veces hemos actuado como Cireneo?, el mismo que le ayuda con la cruz, con miedo y sintiéndose indigno. El Señor nos invita a estar junto a Él, especialmente en estos días en que conmemoramos su pasión y muerte. Recordamos el camino doloroso que Cristo recorrió para llegar a la victoria santa a la que estamos llamados todos los cristianos.
En estos tiempos en que todo queremos vivir de inmediato, en que buscamos que el tiempo vaya más deprisa, no sabemos disfrutar de los momentos. Debemos aprender a detenernos, a descubrir este tiempo que Cristo nos brinda para vivirlo con Él, nos invita a vivir con intensidad y conciencia el momento cumbre de la Cruz, a permanecer de pie en el monte calvario y contemplar cómo Él está con los brazos abiertos para acogernos, para recibirnos y llenarnos de su amor.
Cuántas veces hemos sentido que nos caemos y no hay quién nos levante, sentimos que estamos por los suelos y no vemos el final de nuestros problemas, pero debemos tener la certeza de que es Jesús mismo quien nos ayuda a levantarnos, es Él quien se muestra como Cireneo para estar ahí a nuestro lado, para caminar junto a nosotros y así podamos seguir adelante.
La Cuaresma ha sido el tiempo propicio para poder enmendar nuestras faltas, procurar ser mejores personas y ayudar al prójimo, ahora iniciamos la Semana Santa, en estos días en que se nos invita a reconocernos necesitados de la misericordia de Dios, necesitados de la vida que solo Él nos puede dar. Solo participando de su salvación, dejando que el misterio de la Pasión del Señor transforme nuestras vidas, podremos manifestar esa ayuda y amor que provienen de Dios.
Dios nunca nos pedirá algo que no podamos cumplir, Él siempre nos dará las herramientas para poder ayudar como Él lo desea, en nosotros queda estar abiertos a todos y amar cada vez más al modo de Jesús. Nuestra fortaleza la encontramos en la cruz de Jesús, dejemos que Él transforme nuestro corazón para que sepamos ser más humanos unos con otros y mostremos al mundo el amor con el que Dios nos ha amado.
Ángel Alberto Bernal Hernández | 2º de teología