Desde el Antiguo Testamento el fundamento del sacerdocio se da mediante la mediación, es decir, el sacerdocio levita siempre encontraba su misión en el ofrecimiento de los sacrificios a Yahvé, Dios. Esto siempre para poder encontrar misericordia o favor por el pueblo escogido. Además, dichos sacrificios -al menos en tiempo de Jesús- encuentran su sentido en el Templo de Jerusalén.

Podemos darnos cuenta que Cristo no ofreció un sacrificio común,  ni siquiera fue en el Templo. De modo que, ante la Antigua Alianza, Jesús no tiene ni el linaje (Levita), ni tampoco ofrece un sacrifico ordinario y tampoco es en el Templo.

Entonces ¿Dónde encontramos que Jesús es sacerdote? En el Nuevo Testamento, el único libro neotestamentario donde encontramos a Cristo Sacerdote es en la Carta a los hebreos. Dicha carta es fundamental en este tema, estamos ante una comunidad de judíos convertidos al cristianismo que comienzan a perder un poco el rumbo, por lo tanto es importante recordar que Cristo es aún más que Moisés (Hb 3,3) y los ángeles (Hb 1, 4). La superioridad es porque Dios lo ha constituido mediador entre Dios y los hombres. Pero, ¿Por qué Cristo es el nuevo y único mediador entre Dios y los hombres?

Esto es, porque Cristo ha asumido nuestra carne humana, ha tomado nuestra naturaleza; pero, no como una realidad a medias, sino de manera completa. De hecho Aquél que no es pecador se convierte en pecado (Flp 2, 8-9) para que así, podamos recobrar nuestra dignidad de hijos de Dios (CEC 460) y poder llegar a nuestra Patria Celeste, nación a la que todos nosotros pertenecemos al ser coherederos de Dios.

Cristo no es constituido sacerdote por sí mismo, quien lo constituye es el mismo Padre (Hb 5, 5-6). Ya que lo ha enviado a nuestro mundo para poder asumir nuestra condición, ser consciente de nuestra vida para acercar la divinidad a nuestra humanidad (San Irineo, Adversus haereses, 3, 19, 1: PG 7, 939) y así, en el cumplimiento de la voluntad del Padre, Cristo se ofrece como sacrificio agradable a Dios en favor de la redención del hombre.

Desde este punto damos un paso más adelante. Ya hemos contemplado que Cristo no es sacerdote como los de la Antigua Alianza ya que no ofrece un sacrificio en el altar del Templo y tampoco tiene la ascendencia sacerdotal, es decir, no tiene por herencia sanguínea el sacerdocio. Pero, es el Padre quien lo ha constituido, esto lo ha hecho en favor de nosotros -sus hijos- para que Jesús al ofrecerse logre la expiación de los pecados algo que los sacrificios de la Antigua Alianza no lograron nunca.

La ofrenda de Cristo es Él mismo, que se entrega en el altar del madero de la cruz, lugar desde donde ofrece al Padre su sangre de cordero inmolado (Jn 1, 29) en favor de nuestra redención, es decir, por el perdón de los pecados. Es así que, Cristo en este sacrificio suyo en la cruz, instituye a su vez un nuevo sacerdocio. Una nueva mediación entre Dios y los hombres.

En la Carta de a los hebreos del Nuevo Testamento encontramos un resumen de todo lo que ya he comentado:

“Todo sumo sacerdote está tomado de entre los hombres y constituido en favor de la gente en lo que se refiere a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Es capaz de comprender a ignorantes y extraviados, porque también él se halla envuelto en flaqueza; y, a causa de la misma, debe ofrecer por sus propios pecados lo mismo que por los del pueblo. Y nadie puede arrogarse tal dignidad, a no ser que sea llamado por Dios, como Aarón. De igual modo, tampoco Cristo se atribuyó el honor de ser sumo sacerdote, sino que lo recibió de quien le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy” (Hb 5, 1-5).

Es Cristo quien por su Encarnación toma nuestra naturaleza (Jn 1, 14) comprendiendo nuestra esencia humana al experimentarla en su vida terrena. Es el Hijo de Dios constituido sacerdote por el Padre al enviarlo y en el cumplimiento de su voluntad al ofrecerse como sacrifico expiatorio por el perdón de los pecados de todos nosotros. De modo que, Cristo es sacerdote de la Nueva Alianza, al ofrecerse como sacrificio agradable al Padre, un sacrificio efectivo y único, el cual nos ha comprado con su sangre en favor de nuestra redención.

¿Dónde entran los presbíteros y obispos que participan del sacerdocio ministerial? Hemos dicho que el único sacerdote es Jesús, pero, aquellos que por la imposición de las manos de los sucesores de los apóstoles y la oración consecratoria, participan de este sacerdocio ministerial de Jesús. Ya hemos visto la semana pasada que, el sacerdote encuentra su santidad en la fidelidad que le tiene a Dios, para así amar más a su Esposa, la Iglesia. Nuestros sacerdotes, por tanto, al participar del sacerdocio de Jesús, son también mediadores entre Dios y los hombres, esto, en cuanto que obran en la persona de Cristo cada que participan del misterio salvífico en los sacramentos.

El sacerdote en la misa, no es que ofrezca un nuevo sacramento, no es que aquel sacrificio de Cristo en la cruz no haya valido. Es el mismo sacrificio que se ofrece, es una actualización que nos hace vivir la gracia santificante y siempre actual de parte de Dios. Al recordar aquellas palabras de Jesús en la última cena, mencionadas por el sacerdote en la persona de Cristo en la misa, nos transportamos al tiempo de Dios, nos movemos entre en la humanidad y la divinidad, al tocar nuestra humanidad la divinidad plena de Jesucristo, Hijo de Dios.

Por eso es sumamente importante el sacerdocio, ya que nuestros sacerdotes son mediadores, puentes que nos llevaban a Dios. Tan necesaria es la mediación que Cristo ha querido que su sacrificio y mediación se actualice en hombres que Él mismo ha llamado para que; primero estén con Él y después para santificar el pueblo de Dios. Dicha mediación de nuestros sacerdotes no es algo que pretenda ser individualista o de origen personal, sino, es por la comunidad y siempre obrando en la Persona de Cristo, toda la potestad sacerdotal que ellos tienes es para poder guiar al pueblo santo de Dios, confeccionando el sacrificio de Cristo en su Persona en favor de todos los coherederos del Reino (Lumen Gentium10).

Jesús Humberto Vega Reyes

Seminarista | 3ero. de Teología