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HELLO! 1
Las Sagradas Escrituras es una fuente enriquecida con el testimonio de hombres y mujeres a los que Dios llamó y eligió para formar parte de su proyecto de salvación. No eran personas extraordinarias, ni gente diferente a las personas de su tiempo, eran personas que trabajaban, formaban parte de una familia, cuidaban el ganado, eran parte de una cultura; sin embargo, en un momento determinado de su vida, Dios los llamó desde lo que estaban viviendo, a una misión concreta, y es a partir de este momento que empiezan a vivir y a participar de ésta gran experiencia que se llama vocación.
Un ejemplo de éstos hombres que las Sagradas Escrituras nos relata lo encontramos en Abraham, una historia muy elocuente de la revelación de Dios hacia el hombre, pero sobretodo de alguien que al haber sido llamado por Dios, no solamente responde; sino que lo hace depositando toda su confianza en Él y no vacila al comprender, que el llamado que Dios le hizo, exigía romper esquemas. En tiempos de Abraham, la pertenencia al grupo social, sus tradiciones y sus costumbres era algo muy significativo, de manera que, al separarse o abandonar el seno familiar, el estatus social al que pertencía, sobretodo Abraham, que era una figura en sus tiempos de prestigio y posición social importante, no era bien visto y que podía tener consecuencias negativas, sobretodo para su familia.
En medio de éstos factores sociales y culturales en la que estaba envulto Abraham, probablemente hubo quienes trataron de impedir que hiciera caso a la invitación que Dios le había hecho, a que desistiera de esa “locura” de dejar todo lo que poseía, su familia y sus pertencias, solo para ir a las tierras donde Dios lo necesitaba (Gn 12,1). No obstante, Abraham no se ve ni se siente intimidado por eso, hay algo que lo movió y lo impulsó a tomar esa gran decisión de seguir al Señor, y todo lo que eso implicaba, y eso que lo motivó se llama confianza. Abraham es grande por haber confiado en Dios, y esto lo llevó a obedecerlo, dándonos una gran lección de que, quien se fía del Señor, da pasos seguros en su vida, en sus decisiones, y que de quien se empeña por cumplir la voluntad de Dios, no queda defraudado (Gn 12, 2). El Señor es generoso y nunca deja sin recompensa al que se abandona en Él.
Todos hemos sido llamados a participar de un proyecto que Dios tiene preparado para cada uno de nosotros. Y así como Abraham y otros hombres y mujeres de la Biblia, también hemos sido elegidos desde un ambiente social, cultural, familiar, bajo un gobierno, etc. y desde ahí, desde esas circunstancias, el Señor nos habla y hay que responderle con prontitud, abandonándonos plenamente en sus designios. Probablemente encontremos también obstáculos que nos dificulten el camino que Dios nos está mostrando, pero debemos de estar conscientes de que Dios no abandona al hombre que no duda de los planes que el Señor tiene para él y que lo va a proveer de lo necesario para responder al llamado.
Dejemos que la voz de Dios siga resonando en nuestro interior, poniendo nuestro futuro y proyectos en sus manos. El hombre que confía y obedece al Señor se convierte en bendición para los demás.
Aldo de Jesús Hernández Hernández
3ero. de Filosofía