20 Mar 2016

HELLO! 1

  1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.
    ¿Amo a Dios sobre todas las cosas?
    ¿Dios es la primera prioridad en mi vida o yo estoy antes que Él?
    ¿El placer y el dinero se han vuelto más importantes para mí que Dios que me hizo para Sí mismo? ¿Rezo con frecuencia?
    ¿Descuidé mi amistad con Dios por no rezar?
    ¿Participé en prácticas ocultas o supersticiosas, por ejemplo, la adivinación del futuro?¿Recibí la Sagrada Comunión en pecado mortal?
    ¿Mentí en la confesión u omití deliberadamente confesar un pecado mortal?

 

  1. No tomarás el nombre de Dios en vano.
    ¿Juré en falso, es decir, mentí bajo juramento ante un tribunal de justicia?
    ¿Alguna vez mentí después de “jurar por Dios” que estaba diciendo la verdad? ¿Alguna vez pronuncié el nombre de Dios cuando estaba enojado/a, en una palabrota?

 

  1. Santificarás las fiestas.
    ¿No asistí a la Santa Misa deliberadamente el sábado por la tarde o el domingo? ¿No asistí a Misa en una fiesta de precepto o en una fiesta importante del calendario litúrgico (es decir, Jueves Santo, Viernes Santo, Domingo de Pascua, Navidad, Santa María Madre de Dios, etc.)?

 

  1. Honrarás a tu padre y a tu madre.
    ¿Desobedezco a mis padres? ¿Les falto el respeto?
    ¿Les insulto? ¿Tengo vergüenza de ellos?
    ¿Les digo que los amo? ¿Les miento?
    ¿Les robo? ¿Obedezco y respeto a quienes ocupan el lugar de mis padres, como por ejemplo los maestros y directores?
    ¿Me ausento a clases? ¿Miento a mis maestros?
    ¿Les insulto?

 

  1. No matarás.
    ¿Me estoy matando a mí mismo consumiendo drogas?
    ¿Me alcoholizo? ¿Me sometí a un aborto?
    ¿Aconsejé a alguien para que se practique un aborto?
    ¿Defiendo el derecho a la vida de los niños por nacer o me he limitado a aceptar la mentalidad de la sociedad anti-vida?
    ¿Utilicé anticonceptivos abortivos o alenté a alguien para que los utilizara?
    ¿Me esterilicé de algún modo o alenté a alguien para que lo hiciera?
    ¿Participé en una eutanasia o estuve de acuerdo con ella?
    ¿He arruinado la reputación de una persona por hacer circular rumores en forma deliberada o por mantenerlos vivos transmitiéndoselos a otros?
    ¿Siento ira contra una persona? ¿Guardo rencor?
    ¿Me niego a perdonar? ¿Maldije a alguien?

 

  1. No cometerás adulterio.
    ¿He mantenido relaciones sexuales con alguien?
    ¿He tenido sexo conmigo mismo?
    ¿Alguna vez miré pornografía por internet o por cualquier otro medio?
    ¿Alguna vez tuve pensamientos impuros de manera libre y deliberada?
    ¿He practicado algún método anticonceptivo?
    ¿Soy recatado/a con la vestimenta?

 

  1. No robarás.
    ¿Les robo a mis padres? ¿Les robo a mis amigos?
    ¿Alguna vez robé algo a un extraño? ¿Alguna vez robé algo en un negocio?
    En otras palabras, ¿alguna vez tomé algo que pertenece a otra persona por legítimo derecho? ¿Hago demasiadas apuestas?
    ¿Busco compartir lo que tengo con los pobres y necesitados?

 

  1. No levantarás falso testimonio contra tu prójimo.
    ¿Soy mentiroso/a?
    ¿Soy culpable de detracción, es decir, de dar a conocer las faltas de otros?
    ¿Soy culpable de calumnia, es decir, de divulgar mentiras sobre otras personas?     ¿Ando con chismes sobre otras personas?
    ¿Doy a conocer información que debería ser confidencial?
    ¿Soy falso/a, es decir, he sido un cierto tipo de persona para unos y otro tipo de persona completamente diferente para otros?

 

  1. y 10. No codiciarás a la mujer de tu prójimo ni a los bienes ajenos. ¿Soy envidioso/a de otras personas?
    ¿Deseo que se prive a otras personas de sus bienes o talentos?
    ¿Soy celoso de otras personas?
    ¿No perdono a otras personas o les guardo rencor?
    ¿Soy resentido/a?
    ¿Menosprecio a los demás?

 

Oración antes de la confesión:

Padre, Tú te compadeces de toda la humanidad, nos acoges y nos concedes tu auxilio cuando lo necesitamos. Abre ahora mis ojos, para que sepa ver el mal que he cometido y el bien que he dejado de hacer, y toca mi corazón, para que me convierta sinceramente a ti. Cura y fortalece mi debilidad, renueva en mí tu amor: así resplandecerá en mis obras la imagen de tu Hijo, seré testigo de tu bondad entre la humanidad y viviré en comunión con mis hermanos en la Iglesia. Concédeme, Padre, tu luz, por Jesucristo, hermano y guía de toda la humanidad.

Padre todopoderoso, lleno de bondad y misericordia, aquí estoy de rodillas ante ti. Quiero confesarte los pecados con que te he ofendido, Padre mío.

Padre, posa sobre mí tu mirada misericordiosa. Mírame, como lo hiciste a través de los ojos de tu Hijo Jesucristo, que vio a aquella mujer pecadora que comparecía ante Él y no la condenó. Concédeme la gracia de la contrición y propósitos firmes de enmienda, para que sea capaz de comparecer ante tu presencia, dispuesto a comenzar una nueva vida a la luz de tu Palabra.

Padre bueno, concédeme tu gracia para que pueda desde ahora llenarme de gozo, mientras me preparo a encontrarme contigo, en el Sacramento de la reconciliación. Haz que desaparezcan en mi todo miedo y vacilación, de tal suerte que sepa, como debo confesar mis pecados. Envía tu Espíritu sobre mi, para que los recuerde todos y sienta dolor por ellos. Dame el valor para no mantener en secreto ningún pecado, abriendo mi alma ante ti con toda sencillez y sinceridad.

Amén.

Acto de contrición:

Pésame Dios mío y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero mucho mas me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como vos; antes querría haber muerto que haberle ofendido, y propongo firmemente ayudado por tu divina gracia, no pecar mas y evitar las ocasiones próximas de pecado.

Amén.

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La Iglesia nos propone cinco pasos a seguir para hacer una buena confesión y aprovechar así al máximo las gracias de este maravilloso sacramento.

  1. Examen de Conciencia.

Ponernos ante Dios que nos ama y quiere ayudarnos. Analizar nuestra vida y abrir nuestro corazón sin engaños. Puedes ayudarte de una guía para hacerlo bien.

  1. Arrepentimiento.

Sentir un dolor verdadero de haber pecado porque hemos lastimado al que más nos quiere: Dios.

  1. Propósito de no volver a pecar.

Si verdaderamente amo, no puedo seguir lastimando al amado. De nada sirve confesarnos si no queremos mejorar. Podemos caer de nuevo por debilidad, pero lo importante es la lucha, no la caída.

  1. Decir los pecados al confesor.

El Sacerdote es un instrumento de Dios. Hagamos a un lado la “vergüenza” o el “orgullo” y abramos nuestra alma, seguros de que es Dios quien nos escucha.

  1. Recibir la absolución y cumplir la penitencia.

Es el momento más hermoso, pues recibimos el perdón de Dios. La penitencia es un acto sencillo que representa nuestra reparación por la falta que cometimos.

18 Mar 2016

HELLO! 1

Por: Juan Alejandro Alejos Zamarripa, seminarista (2º Filosofía)

Estamos por iniciar la Semana Mayor, la Semana Santa, y con ello el trabajo de misiones, en donde los seminaristas participamos con nuestro apostolado en las diferentes parroquias y comunidades con los oficios litúrgicos, actos de piedad, temas o charlas, para que junto con la comunidad nos preparemos a vivir de manera nueva y consciente el misterio y centro de nuestra fe, la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor.

El tiempo de misiones inician con el Domingo de Ramos, en la celebración de la entrada triunfal del Señor a Jerusalén y se concluyen en el Domingo de la Resurrección; no se trata  de cumplir con un requisito formativo, pues es una semana muy anhelada por el seminarista, una semana de encuentro, de reflexión, de fuerte oración y de enseñanza siempre nueva, en donde lo importante no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de la Resurrección que es primicia de la nuestra.

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Siempre es una gran alegría compartir con el Pueblo de Dios la experiencia del Resucitado, que renueva nuestra fe nos impulsa a la caridad y nos llena de esperanza. En las misiones caminamos como hermanos, no tratándose solo de transmitir conocimientos, sino sobre todo vivir como Iglesia la experiencia de Jesús en donde aprendemos todos, la comunidad, los grupos, los seminaristas y sacerdotes.

Ya previamente nos hemos preparado en nuestro camino cuaresmal, con todo lo que la Iglesia nos propone, ahora es tiempo de meditar el misterio de amor que Dios ha tenido para con todos nosotros: su Iglesia; es también un encuentro con el otro, donde tenemos la oportunidad de llevar a los tristes, a los más alejados la alegría del Evangelio, el anuncio del Cristo vivo, que nos amó hasta el extremo (Cfr. Jn 15, 13). Éste tiempo, es para todo cristiano el momento culmen de nuestra fe, pues en ella se hace palpable el gran amor que Dios nos tuvo al entregar a su único Hijo para la salvación del hombre (Cfr. Jn 3, 16), pero también un momento privilegiado de amar al prójimo en donde Cristo se nos hace presente (Cfr. Mt 25, 45), por ello es de vital importancia para el seminarista la vivencia de la Semana Santa junto al Pueblo de Dios, pues la enseñanza es mayor que en aula de clase porque Cristo no es un concepto sino una persona, un modelo que nunca deja de sorprender, hasta en los acontecimientos aparentemente más ordinarios y sencillos Dios le habla a su pueblo, le enseña y lo acompaña.

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Unámonos en oración unos por otros, pidiendo al Señor que nos permita tener un encuentro con Él y vivir intensamente esta semana, acompañándolo y dándole el primer lugar para participar en toda la riqueza de las celebraciones propias de este tiempo.

Nos encomendamos a su oración, cuenten con la nuestra.

Que el Señor nos bendiga.

04 Mar 2016

HELLO! 1

Por: Héctor Daniel Rosales Vázquez

Devuélveme la alegría de tu salvación. Crea en mí, oh Dios, un puro corazón, un espíritu firme dentro de mí renueva.  Sal. 50,10.19

En el Seminario de Monterrey nos hemos preparado para vivir este tiempo de cuaresma con alegría y el anhelo de renovar el corazón y el espíritu en la misericordia de Dios.

Puede resultar  común pensar que  la cuaresma en el seminario se dé envuelta en cierto rigor externo de obras de mortificación y caras de luto,  la verdad es que no es así, pues se insiste año con año en la necesidad de vivir de manera auténtica y gozosa el camino cuaresmal, es decir: renovar el corazón en la experiencia personal y comunitaria de la  misericordia de Dios. La experiencia de misericordia con Dios no deja lugar para sacrificios externos ni caras de luto; sino la alegría de sabernos amados.

Iniciamos este camino de preparación cuaresmal, hace algunas semanas, una tarde previa al miércoles de ceniza con un retiro espiritual, no sólo como requisito de la formación, sino consientes de la necesidad de encuentro personal con Cristo que nos llama a la conversión del corazón y a caminar en el amor. Este tiempo de diálogo personal y comunitario con Dios, lo guía un sacerdote invitado por el equipo formador del seminario, el sacerdote comparte su experiencia de amor y encuentro con Cristo, acompaña a los seminaristas brindándoles métodos de oración y lecturas que pueden servir como  introducción  a un camino de reflexión sobre la propia vida cristiana y la exigencia que conlleva ser discípulos de Cristo.

El miércoles (llamado de ceniza) tuvimos la celebración de la Eucaristía por la mañana donde se hizo la bendición e imposición de la ceniza. Al terminar el momento de retiro, hacia el medio día, los seminaristas nos preparamos para salir a acompañar a las comunidades parroquiales y a los hermanos enfermos en los hospitales,  para impartir la ceniza dentro de una celebración de la Palabra.

En la formación sacerdotal es de vital importancia que el seminarista experimente de manera personal la misericordia de Dios, sólo de este modo será capaz de llevar la misericordia a los hermanos. La cuaresma es un tiempo especial, es la ocasión perfecta de recordar a los fieles la invitación constante y permanente de Dios a renovarse en su amor, de aquí la necesidad de comunicar esta invitación con el testimonio propio de la vida.

Este tiempo cuaresmal es un momento de mucha esperanza en el caminar de un seminarista, pues al contemplar el fervor y anhelo de la comunidad de recibir las gracias y bendiciones por parte de Dios, se renueva el compromiso alegre de continuar, generoso y firme, en la respuesta al llamado de Jesucristo para servirle en sus hijos muy amados.

Que el Señor Jesús te conceda su paz.

Recen por nosotros.

01 Mar 2016

HELLO! 1

Por: Jesús Pablo Saldívar Castillón, seminarista (1°Teología)

La Iglesia ha entendido el mandato de Jesucristo de “velar y orar” (Cfr. Lc 21,36), como aquel importante precepto que nos mantiene atentos y en espera de la venida del Reino de Dios; y la Sagrada Liturgia va guiando este esperar a través de tiempos o estaciones, que nos ayudan, primeramente, a unirnos a Cristo en su ministerio salvífico, y segundo, a vivir  de manera personal y comunitaria la propia historia de salvación, en la que Dios se hace presente, participando en nuestra historia, incidiendo positivamente nuestra vida, si se lo permitimos.

Y es precisamente en esa libertad y deseo de permitirle a Dios ser parte de nuestra vida (que de suyo es necesario), que en el Tiempo Litúrgico de Cuaresma la Iglesia hace una pausa breve para reflexionar en el papel que juega Dios en su vida, es el momento idóneo para la práctica penitencial de la Iglesia (Cfr. CEC 1438).

La Cuaresma es un tiempo de preparación para la Pascua, y ésta última exige la alegría del saberse salvado por Jesús, pero también una nueva vida en Cristo, vida que se nos da por los méritos del Crucificado, muerto y luego resucitado. Para lograr esto, los fieles cristianos nos preparamos durante cuarenta días, en una especie de desierto personal, que a imitación del de Jesús, pretende catapultarnos hacia un firme propósito de conversión, y el aumento y permanencia de la gracia en nosotros.

Para lograr esto, la Santa Madre Iglesia exhorta a los párrocos (según las prescripciones de sus Obispos) a la organización de “Ejercicios Espirituales” (Cfr. CIC 770), que actúen como momentos pedagógicos para intensificar la escucha de la Palabra y la Oración (SC 109); y en esta sintonía, el Seminario de Monterrey, como miembro de la Iglesia local, participa enviando seminaristas y diáconos a comunidades parroquiales, para ayudar en la preparación de los fieles a la vivencia y celebración del Misterio Pascual.

La experiencia, que para nosotros los seminaristas, ofrecen los Ejercicios Cuaresmales en Parroquia, excede el valor cuantificable. No solo porque nos permite estar con el Pueblo de Dios, al que nos estamos preparando para servir, y vamos aprendiendo a amar al modo de Cristo, conociendo en su misma realidad, sino porque la reflexión propia en torno a la cuaresma y la conversión, nos hace caer en la cuenta de que las charlas y catequesis que preparamos para las comunidades son también para nosotros (incluso, tal vez a los primeros a quienes las dirigimos es a nosotros mismos). El hecho de compartir con la comunidad lo que Dios ha hecho por nosotros, y la respuesta que en gratitud le vamos dando, nos permite que, como futuros consagrados, vayamos configurando nuestro corazón, al modo de Cristo Buen Pastor y Esposo de la Iglesia.

Los Ejercicios Cuaresmales en Parroquia plantean también un reto importante para los seminaristas que, continuando con sus actividades normales, rompen su rutina vespertina para asistir durante una semana a una parroquia o comunidad, y colaborar en ella, llevando la alegría del Evangelio, y la doctrina de la Iglesia. El reto en sí, es vivir lo que se predica: si hablamos de caridad, no debemos faltarla, si predicamos perdón, debemos prodigarlo, si hablamos de conversión, es porque, como dice el dicho popular, “arrieros somos y en el camino andamos”…en el camino andamos… ¡Definitivamente no es tarea sencilla!, pero creemos con certeza que Dios nos auxilia, y su gracia nos anima a vivir todo aquello que Cristo, en conciencia, nos invita; y precisamente la reflexión y las prácticas penitenciales nos ayudan a crecer en esas virtudes, que necesitamos para ser buenos y santos sacerdotes. Y aunque la conversión no es un reto de escasos cuarenta días, sino de toda la vida, en resumidas cuentas, el reto principal es la semilla del testimonio que sembramos, a donde quiera que vayamos.