18 Sep 2020

HELLO! 1

Así lo tenía planeado, cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas tomar tomar contigo a María tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo al que pondrás por nombre Jesús” (Mt. 1,20).

Bien sabemos que san José es patrono de la Iglesia Universal, es patrono de la vida de contemplación y también de los seminarios. Y lo es por un motivo, siendo el padre de Jesús aquí en la tierra; contempló de cerca la Verdad, la Justicia, la Misericordia. Lo tomó en sus brazos y calló. Ya no supimos más de él. Guardó silencio.

En mi historia personal, he ido aprendiendo más de este santo. Me he dado cuenta que no es un santo con el que yo pueda empatizar debido a sus obras o carismas, es un santo con el que, al verlo, solo me toca callar y contemplar. Es un santo de misterio, pero no un misterio que deje a uno incapaz de descubrirlo; sino que invita a contemplar el misterio. A guardar silencio y a saber escuchar.

Ahora comprendo el por qué los grandes santos de la Iglesia tenían a san José como patrono. Y es que él nos interpela a dejar de hablar, de rogar, de pedir. Él no pidió nada, no leemos en los Evangelios que le pida a Dios una explicación, ni que los proteja en su camino hacia Egipto o que guarde a él y a su familia en su regreso a Nazaret. Al contrario, él solo escucha, calla, obedece y confía. Los santos que se encomendaron al santo patriarca vieron sus obras crecer, pongamos de ejemplo a santa Teresa de Ávila, que en medio de sus dificultades nunca dudó en poner a la obra del Carmelo bajo la protección del Carpintero de Nazareth.

Así, la figura de San José cada vez ha ido tomando mayor importancia en mi vida. Ya que de él puedo aprender que antes de cuestionar debo escuchar y que antes de decir algo debo solo contemplar.

Hace unos cuatro años, el Papa Francisco en una de sus audiencias compartió su devoción a una imagen de san José (el sueño de san José) también me hice de una imagen. Desde ese día le he guardado más cariño al santo, no le ruego que interceda por algún proyecto mío; sino que lo miro dormido con un sueño tranquilo, confiado, y trato de aprender de él a serenarme y solo escuchar, pues la oración muchas veces se trata solo de escuchar y no tanto de pronunciar palabras. Ya que ahí, en la serenidad, en la escucha, se puede descubrir la voluntad de Dios. Y esta imagen en particular, me ha ayudado a saber, que la voluntad de Dios no es algo que inquieta o que violente; viendo a san José dormido, soñando tranquilo, descubro que la voluntad del Señor siempre trae paz y serenidad al saber que Dios nunca pedirá algo que no podamos cumplir.

“Dichosa el alma que en el silencio posible percibe las notas del susurro divino, repitiendo frecuentemente aquello de Samuel: habla Señor que tu siervo escucha”
San Bernardo.

Alexis de Jesús Hernández Fuentes
Tercero de Teología