- BY Seminario de Monterrey
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HELLO! 1
Después de casi 11 años en el Seminario, lo sé, es mucho tiempo; puedo dar testimonio del proceso que la iglesia lleva con los que están por terminar su formación como alumnos en el Seminario de Monterrey.
Es un proceso interesante y lleno de emoción, en mi caso resuena el sueño y anhelo que tenía cuando ingresé a esta institución. En aquel tiempo solo me tocaba conocer a los futuros ordenados por la publicación que se hacía de ellos en los anuarios o en los murales de corcho en los salones y en cada casa. No los conocía personalmente, a algunos solo de vista. Conforme fue pasando el tiempo y yo avanzaba en este camino, las caras de quienes solicitaban ser admitidos al orden sagrado eran más conocidas, coincidía con ellos en misiones, visitas a colegios, colectas en parroquias incluso en apostolados. Aprendía de ellos y llegábamos a ser amigos.
La alegría que sentía iba creciendo cuanto más los conocía, aquél con quien me sentaba en el descanso de la escuela, los que se sentaban conmigo en el comedor, con quienes compartía una taza de café en la tarde estaban llegando a ese tiempo tan especial y que cada vez comprendía mejor.
Y, ¿cómo es este proceso tan especial? El alumno del Seminario de Monterrey, una vez ingresado al instituto de Teología, se prepara para estos momentos. El primer paso es cuando cursamos el segundo año de Teología, se abre un tiempo para que el joven haga su solicitud para ser aceptado como candidato a las órdenes sagradas y a la administración de los ministerios laicales: lector y acólito. Termina este año escolar e inicia el siguiente.
A mitad del próximo año (tercero de Teología) se abre el tiempo de solicitud de órdenes sagradas (diaconado y presbiterado), así los que están en tercero y cuarto pueden hacer la solicitud del orden correspondiente. Ojo. No siempre es así. Es decir, no todos hacen la solicitud a su debido tiempo y no la hacen por algún motivo personal, por alguna decisión del equipo formador al mandarlos a algún servicio en especial, o simplemente por esperar algún tiempo más. Y esto no tiene nada de malo, los jóvenes nos hacemos muchas preguntas ante la gran responsabilidad y compromiso del sacerdocio de Cristo.
Luego de la solicitud viene un «tiempo de discernimiento», los formadores investigan y evalúan al alumno, sin embargo, esto no lo hacen solos, lo hacen con la comunidad. A algunos compañeros de quien solicitó se le dan unas evaluaciones para que las llene a la luz de la verdad con lo que sabe y conoce de quien solicitó; asimismo, se mandan estas evaluaciones al apostolado donde sirve el seminarista para que algunas personas que lo conozcan hagan también su evaluación, de igual manera se envían éstas a la comunidad parroquial de la que el joven seminarista pertenece. Una vez reunida toda esta información los padres del Seminario se reúnen a realizar los «escrutinios» para determinar si el joven que solicitó algún ministerio es idóneo o no para recibirlo. Posteriormente le corresponde al Arzobispo dar a los jóvenes la respuesta de las evaluaciones y admitir a los jóvenes al orden sagrado.
Ahora me toca estar de ese lado, y vaya que se siente muy distinto, aunque ya haya sido admitido como candidato a las órdenes y ya haya pasado por una etapa de escrutinios, esto es distinto, ya que uno se encuentra de cara a unos ministerios que dan una gracia que desborda la misma naturaleza humana y que conllevan una gran responsabilidad y compromiso. Sin embargo por otro lado se siente la emoción de decir “por fin, estoy llegando”. Entre todas las emociones que pueda sentir en estos momentos de una cosa estoy completamente seguro: Jesús, una vez que nos ha llamado nos invita a seguir caminando con él y nos pone a la Iglesia misma como receptora y al mismo tiempo intercesora para ser en un futuro los ministros que ella misma necesita y merece.
Erick Alfonso Rivera Ortíz | 1ero de Teología
Revista San Teófimo No.154